Miércoles, 07 de agosto, 2019
Alvarenga, Luis Miguel

Luisa Pernalete es originaria del estado Lara, pero su vocación la ha llevado a residir en diferentes ciudades como Maracaibo, Ciudad Guayana y Caracas. Su labor: abrir el mundo del conocimiento a los jóvenes más vulnerables en Venezuela


Las niñas, niños y adolescentes en Venezuela no están solos, porque cuentan con una educadora y defensora que ha velado por sus derechos desde hace más de 30 años, ya sea directa o indirectamente, a través de la red de colegios Fe y Alegría y la Red por los Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes (Redhnna).

Luisa Pernalete es originaria del estado Lara, pero su vocación la ha llevado a residir en diferentes ciudades como Maracaibo, Ciudad Guayana y Caracas. Su labor: abrir el mundo del conocimiento a los jóvenes más vulnerables en Venezuela.

“A los 21 años, cuando todavía estudiaba Educación en La Universidad del Zulia (LUZ), empecé a trabajar e Fe y Alegría en un barrio popular de Maracaibo. Ahí decidí que a eso me quería dedicar: a la educación popular, y no me he arrepentido. En esa época no tenía el concepto de ‘derechos humanos’ en mi trabajo, pero si el de justicia”, recuerda Pernalete.

Luego, en 1980 viaja a México para estudiar. En ese período se vio de frente con una dolorosa realidad: Centroamérica se encontraba sumida en guerras, las personas sufrían –y aún lo hacen-, por la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia. Sin embargo, esto no la paralizó. Al contrario, la impulsó a actuar.

“Participé en el comité de solidaridad cristiana que ayudaba a los salvadoreños y guatemaltecos que huían de la guerra en sus países. Luego, a mi regreso a Venezuela, empecé a participar con un equipo que los fines de semana trabajaba fortaleciendo organizaciones populares en barrios de Maracaibo”, apunta.

Más tarde se unió al equipo la naciente Organización de la Sociedad Civil Provea, quienes dictaron un taller elemental de derechos humanos. “No me olvido que dimos uno a indígenas wayuu en Paraguaipoa, y un maestro, cuando vio las características, ‘los derechos humanos son universales, no discriminan’, él, muy sorprendido exclamó: ‘O sea que las leyes de los alijunas – los criollos- no son para fregar a los wayuu? ¿Esas leyes también nos protegen a nosotros?”, destaca Pernalete.

Corrieron los años y la educadora, como parte de Fe y Alegría, se involucró en la Congani (una coordinadora de ONG de derechos de las niñas, niños y adolescentes), en las que promovían la Convención Internacional de Derechos del Niño.

“Para aquellos días, el tema de los niños colombianos indocumentados, eran parte de nuestro trabajo. Esos niños tenían derecho a la educación, aunque no tuvieran documentos en regla y, por eso, nos volvimos expertos en la materia”, subraya.

Seguir pese a las adversidades

Al llegar al estado Bolívar para dirigir la zonal Guayana de Fe y Alegría, Pernalete enfoca su actuar en generar las condiciones para que los jóvenes excluidos pudieran acceder a la educación. “Tumeremo, el Dorado, Las Claritas, la Gran Sabana, la frontera con Brasil había miles de niño sin escuela y muchas solicitudes por parte de las comunidades, algunas de verdad con pobreza que clamaba al cielo. Los niños guyaneses estaban excluidos por indocumentados y porque ni hablaban español”, lamenta.

Sin embargo, su labor diaria la llevó a enfrentarse a situaciones que marcaron su vida, la entristecieron y la impulsaron a hacer más por los niños. Estando en Guayana, Pernalete participó en las acciones públicas por la defensa del derecho a la vida tras el asesinato de dos infantes de 11 y 15 años de edad, alumnos de Fe y Alegría.

Además, luchó por cinco años para que la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) otorgara un terreno para poder construir una escuela digna para los niños de una comunidad vulnerable en San Félix, estado Bolívar. “Mientras, los niños en casas prestadas, yendo a un galpón que nos prestaron… y así, cada año abríamos un grado, pero sin poder construir un local adecuado, en una comunidad que no tenía escuela”, relata.

Pernalete insiste en que, aunque su enfoque esté en la educación, se deben defender todos los derechos humanos de las niñas, niños y adolescentes, ya que su interdependencia los hace necesarios. Por ello, desde su la Coordinación de Educación para la Paz de Fe y Alegría, no deja de trabajar por exigir la alimentación, salud, condiciones de vida digna, seguridad y protección para todos.

“Valoramos tremendamente formar parte de Redhnna, ya que al contar con 120 000 alumnos en los 175 colegios de Fe y Alegría, es imposible no defender todos los derechos humanos”, concluye.