La última década fue un periodo especialmente grave con registros históricos en número de casos documentados, y las mutaciones de una violencia estatal que turna riesgos “duros” y “blandos” en función del contexto social y político. Las políticas y prácticas restrictivas son parte del panorama, con una gestión que prioriza la opacidad, criminaliza la crítica al gobierno, y busca normalizar la autocensura a través de los castigos ejemplarizantes.
La disminución de casos en 2023 es relativa respecto a los altos niveles de años previos que coinciden con escaladas masivas de la conictividad social y política. La ausencia de movilizaciones y agenda de calle sostenida no se traduce en el cese sustancial de políticas restrictivas, por el contrario, se normalizan prácticas arbitrarias que mantienen una incidencia importante de casos.
El uso de limitaciones legítimas, como el discurso de odio, son manipulados para mantener la aplicación de leyes inconstitucionales que criminalizan el discurso crítico hacia las autoridades. Lejos de defender a grupos históricamente discriminados, la ley contra el odio sirve a una pretendida protección de las personas funcionarias frente al escrutinio público, para evitar la rendición de cuentas y reprender a quienes la exigen, que hoy suman casi una centena de víctimas en los últimos seis años.
Esta iniciativa se sumó a los diferentes mecanismos de persecución estatal penal, administrativa e institucional que de la mano de la comisión de crímenes graves contra la vida, integridad y libertad de las personas consideradas opositoras al gobierno, dio lugar a una investigación sin precedentes de Venezuela ante la Corte Penal Internacional. Los delitos investigados actualmente en este tribunal conguran patrones que buscan reducir un espacio cívico autónomo y libre a cualquier costo.
El cine como expresión artística que exige libertad para ser auténtico, no escapa de la malla censora, que a través de mecanismos supuestamente “suaves” no son menos graves al buscar imponer criterios ideológicos como formas de control y negación de la diversidad. Aparece de nuevo el abuso de las sanciones administrativas y penales, la invocación de conceptos poco claros como “ofensa” o “moral pública”, bajo interpretaciones sesgadas y discrecionales de las/os funcionarios/as de turno.
Son los medios de comunicación tradicionales los más afectados en cantidad y alcance. Nuestro mapa revela una reducción de estos y al mismo tiempo cambios estructurales en la oferta de contenidos, que ahora se refugian en las plataformas digitales con mayores grados de libertad para difusión de contenidos sensibles de interés público. Las audiencias reconocen esta crisis y demandan un periodismo riguroso que aborde aspectos relacionados con la política y la economía. Las personas buscan información conable, se forman para informarse, sortean todo tipo de obstáculos para acceder a información de calidad y reclaman análisis profundos sobre los acontecimientos que afectan sus vidas.
Este informe como ejercicio de memoria es posible gracias a todas las personas que no están dispuestas a tolerar abusos que nieguen sus derechos y dignidad. Gracias a la decisión de romper el silencio, es posible documentar y con ello abonar el camino para la justicia y la recuperación democrática.
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En medio de un escenario preelectoral, que implica un reacomodo de las fuerzas políticas y la reactivación de la agenda de calle, el derecho a la libertad de expresión se posiciona como elemento fundamental para la consolidación de una sociedad democrática. Las restricciones impuestas desde las instituciones del Estado y mediante el discurso oficial limitan de manera directa la labor de periodistas y medios de comunicación, así como el derecho de las personas a mantenerse oportunamente informadas.
Durante el 2023 registramos al menos 204 casos[1], lo cual representa una disminución del 11 % con relación al número de situaciones registradas en el 2022. Aunque este año 2023 registra la menor cantidad de eventos en la última década, la incidencia se mantiene por encima del promedio de casos previo a 2013. Este último periodo de estudio mantuvo un estancamiento de la agenda política y de desmovilización de los partidos políticos opositores, sin embargo, los tipos de casos registrados fueron más violentos, al involucrar mayores vulneraciones a la libertad personal respecto al año anterior.
Cuadro 1. Casos por año
El mes con mayor número de casos fue mayo (27)[2], esto motivado a los ataques sufridos por la prensa en distintos estados del país. Octubre (22) y septiembre (21), completan la lista de los estados con más situaciones. En promedio, se registraron al menos 17 casos mensuales.
Gráfico 1. Casos por mes.
En el 2023 se contabilizaron 384 denuncias de violaciones, lo cual representa una disminución del 18 % con respecto al total de violaciones registradas en el 2022, cuando ocurrieron 470 incidencias. La disminución del número total de violaciones, con relación a la cifra registrada en el 2022, no implica que se estén implementando políticas para garantizar el derecho a la libertad de expresión en el país, por el contrario, se mantienen las limitaciones estructurales al derecho a buscar, difundir y recibir informaciones. La menor incidencia es relativa respecto a los altos niveles de años previos que coinciden con escaladas masivas de la conflictividad social y política.
Cuadro 2. Violaciones por tipo, gráfico 2. Violaciones por tipo.
La principal violación registrada en este periodo fue la intimidación, la cual suma casi un tercio del total de incidencias. Esta violación está vinculada principalmente a los impedimentos de desplazamiento, detenciones arbitrarias o asalto a periodistas durante el ejercicio de sus labores.
En el 2023 contabilizamos al menos 28 detenciones por el ejercicio del derecho; lo que representa un incremento del 65 % con relación al año pasado, cuando registramos 17 detenciones. Del total de personas detenidas, 16 fueron particulares, 10 trabajadores públicos y dos periodistas. Estas detenciones suelen ser una medida en represalia por mensajes difundidos en redes sociales o reclamos antigubernamentales enviados a través de aplicaciones de mensajería instantánea. Dicha situación mantiene la alerta sobre la creciente amenaza a la privacidad ante la intervención de comunicaciones personales, registrada por la Misión de Determinación de los Hechos de Naciones Unidas[5], o el seguimiento y la posterior criminalización de mensajes de interés público.
Cuadro y gráfico 3. Detención por ocupación.
Cuadro 3. Detención por ocupación.
Registramos al menos 37 fallas o apagones que afectaron los servicios eléctrico y de internet a nivel nacional. En estos casos, los principales victimarios fueron la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv) y la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (Corpoelec). Esta situación persiste desde hace varios años debido al mal estado de la infraestructura de las telecomunicaciones. Con menos frecuencia, operadoras privadas como Digitel y Movistar también han sufrido fallas que han afectado el servicio.
Las dificultades para conectarse a internet de manera oportuna limitan el ejercicio de la ciudadanía de su derecho a la comunicación, expresión y acceso a la información. En tal sentido, el Estado debe garantizar el buen funcionamiento del servicio en procura del bienestar de la población.
Ante el cierre masivo de medios de comunicación tradicionales, el acceso a internet es fundamental para que la ciudadanía se mantenga debidamente informada.
Luego de que el 2022 se convirtiera en el año con mayor número de emisoras cerradas en las últimas dos décadas, el cerco impuesto a los medios de comunicación desde el gobierno central se mantiene, limitando el acceso a la información plural por parte de la ciudadanía. Durante el 2023 registramos al menos el cierre de 12 emisoras que transmitían en señal abierta en siete estados del país y el Distrito Capital.
El 22 de octubre se realizó la elección primaria para elegir la candidatura unitaria opositora que se medirá al oficialismo en la elección presidencial de 2024. Este evento fue organizado por la Comisión Nacional de Primaria (CNP) de manera autogestionada, sin el apoyo técnico y logístico del Consejo Nacional Electoral (CNE), pero con el respaldo de distintas organizaciones sociales y políticas.
Conatel limitó la cobertura de los eventos vinculados a la primaria opositora mediante llamadas y comunicaciones informales de responsables regionales y nacionales de la Comisión a directivos y propietarios de las emisoras de radio y televisión, alegando que los medios “no están obligados” a dar cobertura al evento porque no contaba con el apoyo del CNE[14]; en otros casos se planteó directamente la prohibición de la cobertura.
Adicionalmente, el día de la votación, se registraron al menos 10 situaciones en donde se violó la libertad de expresión de periodistas, medios de comunicación y ciudadanía en general. Estos casos ocurrieron en Amazonas, Táchira, Sucre, Bolívar, Trujillo, Yaracuy, Lara y en el Distrito Capital[15]. La mayoría de los victimarios fueron personas desconocidas, militantes o presuntamente con vinculación al partido de gobierno.
El 3 de diciembre de 2023 fue convocado por el CNE un referéndum consultivo sobre la Guayana Esequiba, cuya participación por una opción específica fue altamente condicionada por el Estado a través del uso masivo de recursos públicos, y la presión hacia trabajadores públicos y usuarios/as de programas sociales[16]. Los centros de votación permanecieron con baja afluencia de votantes[17], sin embargo, el CNE aseguró que más de 10 millones de venezolanos/as participaron en el proceso.
Durante la jornada contabilizamos al menos siete casos de violaciones a la libertad de expresión de periodistas y medios de comunicación. A diferencia de la elección primaria convocada por sectores de oposición en octubre, este proceso contó con una amplia cobertura de medios públicos y privados, mayormente de radio y televisión[18].
En contextos electorales, la ciudadanía necesita estar ampliamente informada para tomar mejores decisiones. La desinformación y la falta de pluralidad informativa alteran el desarrollo del proceso electoral, la libre circulación de contenidos y, por lo tanto, la auténtica deliberación pública.
Las principales víctimas de violaciones al derecho a la libertad de expresión en Venezuela son los periodistas, quienes con frecuencia son objeto de ataques y agresiones durante el ejercicio de sus labores. En tal sentido, 48 % de las víctimas corresponde a esta categoría. Estas situaciones principalmente se registran durante la cobertura de hechos noticiosos como protestas o situaciones puntuales en sedes de instituciones públicas.
Cuadro y gráfico 4. Víctima por ocupación
Gráfico 4. Víctima por ocupación.
Gráfico 5. Víctimas por género.
Por su parte, los principales victimarios fueron las instituciones del Estado, que de manera reiterativa imponen limitaciones al trabajo de periodistas y al ejercicio del derecho a la libertad de expresión en Venezuela. En este punto destacan como principales victimarios la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv); la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) y la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), motivado a las fallas en los servicios de telecomunicaciones y al cierre de medios de comunicación.
En segundo lugar, se ubican los funcionarios/as, quienes en reiteradas oportunidades amenazaron a periodistas y medios de comunicación por realizar su labor. En la mayoría de las ocasiones, estos señalamientos se hicieron a través de medios de comunicación del Estado, es decir, con el uso de recursos públicos.
Cuadro 5. Victimario por ocupación.
Gráfico 6. Victimario por ocupación
Al igual que en períodos anteriores, el número de casos registrados en internet representa una proporción importante del total de casos. En esta ocasión, al menos 46 % de las situaciones se registraron en la web. Estos estuvieron vinculados a casos de hostigamiento verbal o amenazas hacia periodistas a través de redes sociales, así como a detenciones o represalias por la difusión de contenidos en línea.
Con respecto a la ubicación geográfica en donde ocurrieron los casos, el estado Anzoátegui lidera la lista. Seguido por Táchira, Distrito Capital, Bolívar, Trujillo.
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Tags: Venezuela, Derechos Humanos, Libertad de expresión.
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