Jueves, 14 de julio, 2016
Daniela Damiano

En Venezuela, niños, niñas y adolescentes pertenecientes a las comunidades indígenas sufren graves precariedades que atentan contra su adecuado desarrollo y bienestar social


Los Estados de todo el mundo deben poner especial atención al disfrute de los derechos humanos de la población indígena y su infancia. Sin embargo, en Venezuela, niños, niñas y adolescentes pertenecientes a las también llamadas comunidades originarias sufren graves precariedades que atentan contra su adecuado desarrollo y bienestar social, según denuncian diferentes organizaciones locales.

Giovanna Ragusa, trabajadora social y directora ejecutiva de la Asociación Civil Asopica –dedicada al cuidado integral infantil –, relata desde su perspectiva en el terreno cuál es la realidad en este sentido para una de las comunidades indígenas más olvidadas del país. Se trata de los asentamientos Yaruro/Pumé, en el estado Apure, donde la organización centra gran parte de su trabajo. Según Ragusa, niños y niñas Yaruro/Pumé carecen actualmente de todo, incluyendo comida y medicinas; “crecen en condiciones de carencias muy alarmantes”.

“Aquí no llega ningún tipo de ayuda”.  

Ragusa denuncia que dentro de las comunidades de Yaruro/Pumé la mayoría de niños y niñas presentan graves síntomas de desnutrición, afectando directamente la talla y el peso. En caso de enfermedades que el chamán de la tribu no puede calmar con remedios naturales y rezos, deben salir de sus pueblos en automóviles rústicos o en canoas, atravesando el río Cinaruco, por largas horas para llegar a un hospital que muchas veces no tiene los recursos para ofrecer una atención adecuada.

En estas comunidades existe una altísima tasa de analfabetismo que, combinado con las necesidades actuales, conduce a los niños y niñas a una vida difícil y en algunos casos la muerte. 

La asociación civil se ocupa de llevar a niños y niñas desde sus hogares a las escuelas y viceversa, recorridos que pueden durar hasta dos días. Del mismo modo, en la escuela se le suministra al estudiantado uniforme, calzado, útiles escolares, atención integral a la salud y un plan alimenticio durante su permanencia en el colegio. Ragusa explicó que esta escuela respeta la diversidad cultural y se le permite al niño y la niña expresarse en la lengua de su comunidad, mientras aprende las materias tradicionales: castellano, matemática, ciencias sociales, historia de Venezuela etc.

La escuela La Coromoto, ubicada dentro del parque nacional Santos Luzardo, es un centro educativo con sistema de internado donde se imparte educación inicial de primer a sexto grado. Al mes, los estudiantes reciben clases tres semanas consecutivas y tienen una de descanso.

Comenta que por la grave crisis económica que atraviesa el país, se hace más complicado cumplir con todos los compromisos para el mantenimiento de las funciones de la escuela, pero gracias a colaboraciones, alianzas y donativos de empresas privadas y otras organizaciones de la sociedad civil, han podido salir adelante.

Aseguró que la dificultad para la identificación legal, especialmente en los niños y niñas, hace que su inserción escolar sea mucho más difícil. “Actualmente tenemos una escuela rural multicultural llamada La Coromoto fundada en 2003 que brinda atención integral a menores de edades comprendidas entre 3 y 14 años. Ahora tenemos una población de 55 estudiantes, pero algunos no tienen cédula, así que legalmente se encuentran inscritos 45”.

Asopica brinda atención integral, no solamente a niños y niñas que conforman su plantilla educativa, sino que también realizan periódicamente operativos médicos, de vacunación, odontológicos y de cedulación, a las comunidades más vulnerables y pobres del eje San Fernando-Cinaruco, en el estado Apure.[1]

 

Escuela verde

Los representantes de Asopica se han dado a la tarea de crear una cultura renovable dentro de su área de trabajo. “Como aquí no llega suficiente electricidad instalamos paneles solares y molinos de viento en los alrededores de la escuela. Igualmente, ahora estamos planificando empezar a sembrar topochales y yuca para ayudarnos con el autoabastecimiento de alimentos”, manifestó Ragusa.

Señaló que niños y niñas que asisten a esta unidad educativa aprenden sobre el cuidado y la preservación de la naturaleza, cultura que no es muy difícil de adquirir, pues sus comunidades indígenas guardan mucho respeto por el medio ambiente.

Igualmente, indicó que la cultura verde se facilita porque la escuela está ubicada dentro de un parque nacional, así que los y las estudiantes están constantemente en contacto con la naturaleza y los animales. “El buen trato hacia los animales también se les enseña, ya que aquí conservamos una especie de granja donde conviven cerdos, búfalos y burros”.

Todos los años, específicamente en septiembre, se hace un proceso de selección dentro de las comunidades para incluir dentro del sistema educativo que ofrece Asopica a infantes que ya tienen la edad para iniciar la escuela.

Después de que los y las menores de edad culminan todos los grados de la educación básica, la organización en alianzas con otras instituciones, les reubica para facilitar su proceso de inserción en la etapa secundaria.

 

Modelo a seguir contra el acoso escolar

Actualmente, el acoso escolar es un tema que tiene preocupados a padres, madres representantes y profesorado de todo el país, por los repuntes que ha manifestado este tipo de violencia. Sin embargo, Ragusa manifestó que esta situación no ocurre en la escuela La Coromoto.

“El bullying nunca ha sido un problema dentro del colegio y creo que se debe a esa cultura solidaria y fraternal que caracteriza a las personas indígenas, además la mayoría de los estudiantes tienen algún tipo de parentesco porque pueden salir varios niños de una misma familia. Aquí podemos tener muchos inconvenientes, pero ese afortunadamente no”.

 

No hay datos oficiales

Ragusa lamentó el poco interés por atender a esta comunidad, situación que se manifiesta en la poca información oficial que existe sobre ellos. “La etnia Yaruro/Pumé es de las menos estudiadas en el país. En la organización hemos buscado información sobre esta población y existe muy poca, apenas los hemos encontrado en el último censo realizado en 2011, donde dice que su etnia está conformada por un poco más de 9 mil personas”.

Niños y niñas son quienes más sufren esta situación.

Ragusa en nombre de Asopica exhortó al gobierno nacional a que, a través de los ministerios de educación y para la protección de las comunidades indígenas, se incluya en sus planes de trabajo y se les reconozca como una población carente de atención inmediata para el mantenimiento de su cultura a través del tiempo. 

 

Fotos: Asopica

 



[1] ASOPICA. Otros proyectos. Disponible en: http://www.asopica.org/apoyo-comunidades