Miércoles, 26 de abril, 2017
Ramos, Jorgen

La educación en sexualidad es imprescindible, para entregar a niños, niñas y personas jóvenes el conocimiento, competencias y valores que les permitan asumir su responsabilidad sobre su vida sexual y social


Se estima que 34 millones de personas en el mundo viven con el virus del VIH. Desde 2001 en 25 países se han reducido las nuevas infecciones en un 50% o más, la tasa de disminución en el Caribe ha llegado a un 42% en comparación con 2001, y en América Latina las infecciones nuevas por año se han mantenido relativamente estables por muchos años, alcanzando 83.000 nuevas infecciones durante 2011. Sin embargo, considerando que el VIH es prevenible, hay un enorme trabajo por hacer en prevención.

La educación en sexualidad es imprescindible, para entregar a niños, niñas y personas jóvenes el conocimiento, competencias y valores que les permitan asumir su responsabilidad sobre su vida sexual y social. También ayuda a cambiar el curso de la epidemia de VIH, a evitar las infecciones de transmisión sexual (ITS), embarazos no planificados, la explotación, el abuso y la violencia sexual, la discriminación y el estigma y cualquier otro tipo de violencia.

Preparar a niños, niñas y jóvenes para una exitosa transición a la adultez siempre ha sido uno de los mayores retos que la humanidad ha debido enfrentar, donde la sexualidad y las relaciones afectivas constituyen temas centrales. Hoy, nuestra oportunidad más importante para garantizar la salud de las próximas generaciones está en cómo enfrentemos este desafío.

En muchas sociedades, existen leyes y actitudes personales que contribuyen a inhibir la discusión pública sobre sexualidad o comportamiento sexual, por ejemplo, en relación a temas como la anticoncepción, el aborto y la diversidad sexual. Al mismo tiempo, es frecuente que los hombres accedan con mayor facilidad al poder que niñas, mujeres y minorías sexuales.

Los niños y niñas necesitan recibir la información y adquirir los conocimientos y habilidades que les permitirán tomar decisiones responsables sobre sexualidad, relaciones interpersonales y prevención del VIH y otras ITS.

Una educación en sexualidad efectiva puede entregar a las personas jóvenes información culturalmente relevante, científicamente rigurosa y apropiada a la edad del estudiante. Ésta debe incluir oportunidades estructuradas que les permitan explorar sus valores y actitudes, poniendo en práctica competencias esenciales para la toma de decisiones para elegir con fundamento la forma que desea conducir su vida sexual.

Una educación efectiva en sexualidad representa un elemento vital en la prevención del VIH siendo esencial para el cumplimiento de las metas de acceso universal a la salud reproductiva y a la prevención, tratamiento, cuidado y apoyo ante el VIH (ONUSIDA, 2006). Si bien no es realista esperar que un programa educativo logre por sí solo erradicar los riesgos que plantea el VIH y otras ITS, el embarazo no planificado y la actividad sexual coercitiva o el abuso sexual, un programa adecuadamente diseñado e implementado puede contribuir a reducir algunos de estos riesgos y vulnerabilidades fundamentales.

La principal meta de la educación en sexualidad es entregar a niños, niñas y personas jóvenes el conocimiento, las competencias y los valores que les permitan asumir responsablemente sobre su vida sexual y social en un mundo afectado por el VIH y el SIDA.

Los programas de educación en sexualidad suelen incluir varios objetivos que se refuerzan mutuamente:

• enriquecer el conocimiento y la comprensión;

• explicar y aclarar sentimientos, valores y actitudes;

• desarrollar o fortalecer competencias; y

• fomentar y sustentar un comportamiento orientado a la reducción del riesgo.

En un contexto dentro del cual la ignorancia y la información errónea pueden representar una amenaza para la vida, la educación en sexualidad es parte de la responsabilidad que deben asumir las autoridades y establecimientos de salud y educación. Interpretada en su forma más simple, los maestros y maestras de aulas deben trabajar en colaboración con los padres, madres y comunidades con el fin de garantizar la protección y bienestar de niños, niñas y jóvenes. En otro nivel, las Orientaciones Técnicas Internacionales de la UNESCCO emplazan a las autoridades de salud y educación a asumir su liderazgo político y social apoyando a los padres y madres a responder al desafío que implica dar acceso a niños, niñas y jóvenes a los conocimientos y habilidades que les serán necesarios para llevar una vida personal, social y sexual satisfactoria.

El contexto dentro del cual se impartirá la educación en sexualidad tiene una importancia crítica. En este sentido, dos factores interrelacionados marcarán la diferencia: primeramente el liderazgo y segundo la orientación de las políticas.

En primer término, se espera que la gestión escolar asuma una función protagónica en términos de brindar apoyo y motivación, crear un clima conducente a la implementación de la educación en sexualidad y abordar las necesidades de las personas jóvenes. Desde la perspectiva del aula, se espera que maestros y maestras a través de actividades de descubrimiento, aprendizaje y crecimiento asuman el liderazgo pedagógico en términos de cómo experimentan los niños, las niñas y las personas jóvenes la educación en sexualidad. En una atmósfera de incertidumbre y conflicto, la capacidad de liderazgo de maestros y gestores puede marcar la diferencia entre intervenciones programáticas exitosas y fallidas.

En segundo término, la naturaleza sensible y en ocasiones controversial de la educación en sexualidad hace necesario contar con el apoyo de leyes y políticas inclusivas que demuestren que la provisión de educación en sexualidad es un tema de política institucional y no queda al arbitrio de opciones o preferencias personales. El hecho de implementar la educación en sexualidad en un marco que incorpore un conjunto claro de políticas o directrices relevantes a nivel de escuela -respecto de, por ejemplo, salud sexual y reproductiva, igualdad entre los géneros (incluyendo el acoso sexual), violencia sexual y basada en el género y actitudes de matonaje o acoso (incluyendo el estigma y la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género) - implica una serie de ventajas. En este sentido, un marco de políticas hará posible:

• Proporcionar una base institucional para la implementación de programas de educación en sexualidad;

• Anticipar y superar sensibilidades relacionadas con la implementación de programas de educación en sexualidad;

• Establecer criterios de confidencialidad;

• Establecer criterios de comportamiento; y

• Proteger y dar apoyo a los maestros y maestras responsables de impartir educación en sexualidad y, si procede, protegerles y otorgarles mayor prestigio dentro de la comunidad y la escuela.

A nivel curricular en el ámbito educativo, la UNESCO plantea el desarrollo de algunos objetivos, que en base a su proceso de investigación en diversos países, consideran fundamentales como punto de partida de una educación sexual con miras al empoderamiento de los niños, niñas y adolescentes de sus derechos sexuales y reproductivos, estos son:

1. Relaciones

2. Valores, actitudes y competencias

3. La cultura, la sociedad y el derecho 4. El desarrollo humano

5. El comportamiento sexual

6. La salud sexual y reproductiva

Cada uno de estos temas fundamentales es desarrollado a profundidad en las Orientaciones Técnicas Internacionales sobre Educación en Sexualidad, elaborado por la UNESCO. Indudablemente cada uno de estos temas deben adaptarse al contexto social de los estudiantes y las estudiantes a las que les es impartida esta enseñanza, valorando cada una de las dudas y experiencias que plantean dichos educandos, en pro de un aprendizaje significativo. Además de ello, es indudable que no debe dejarse de lado un abordaje familiar de dichos derechos sexuales y reproductivos, pues los tabúes y medias verdades inician en el seno familiar, es por ello que el Estado debe también, fomentar una educación sexual en el seno familiar, a través de diversas campañas, e inclusive apalancándose en el sistema educativo e incluyendo de manera obligatoria dicha formación en los llamados talleres para padres, escuelas para familia, u otras formas de participación de la familia en el ámbito escolar, siempre apoyados en el manual de convivencia de la institución.

 

Fuentes citadas:

  1. http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001832/183281s.pdf
  2. http://www.unesco.org/new/es/santiago/education/sexuality-education-for-hiv-prevention/
  3. Imagen: michaeljung