Domingo, 21 de mayo, 2017
Mata Carnevali, María Gabriela

La religión dirige el comportamiento social y juega un rol importante en la vida diaria incluso para los más pequeños. Por lo general, es una influencia positiva pues es fuente de sabiduría y promueve la solidaridad y la justicia social.  Sin embargo, lo cierto es que algunas prácticas religiosas, o avaladas por la religión, ponen en entredicho el bienestar de los niños y, muy especialmente, el de las niñas.


En la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 se dispuso que todos los Estados tenían el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales. Sin embargo, para algunos, en pleno siglo XXI, estos derechos son relativos en el sentido de que deben considerarse en el contexto cultural o en el marco de la seguridad del Estado, colocando la cultura y la soberanía nacional por encima de estas pretensiones “universalizantes”.

Siguiendo a Chipoco (2010), en su forma moderna, el relativismo surgió como una respuesta al evolucionismo cultural que, partiendo de una visión darwinista de la sociedad, establecía como punto de llegada la civilización occidental y la ilustración de la Revolución Francesa. Según esto los Derechos Humanos obedecerían a la supuesta superioridad de la cultura occidental sobre la oriental y, por lo tanto, resulta altanera y fuera de lugar la ambición de hacerlos extensivos a todo el planeta. Desconocen seguramente los que esto propugnan el origen africano de los Derechos Humanos en esa bella y no bien ponderada Carta de Manden, donde Sundiata, emperador de Mali del siglo XIII, hace gala de lucidez política y sensibilidad poética al redactar quizás la primera y más bella  carta de derechos humanos.

Sea como fuere, el fundamentalismo religioso y sus efectos en la crianza de las niñas constituyen, sin duda, un caso de estudio obligado en este, uno de los debates más interesantes en la teoría contemporánea de los Derechos Humanos.

La religión dirige el comportamiento social y juega un rol importante en la vida diaria incluso para los más pequeños. Por lo general, es una influencia positiva pues es fuente de sabiduría y promueve la solidaridad y la justicia social.  Sin embargo, lo cierto es que algunas prácticas religiosas, o avaladas por la religión, ponen en entredicho el bienestar de los niños y, muy especialmente, el de las niñas.

Al igual que los adultos, los niños tienen la libertad de elegir y practicar la religión que deseen. Este derecho está protegido por el artículo 14 de la Convención sobre los Derechos del Niño: “los Estados miembros tienen que respetar el derecho del niño a la libertad de pensamiento, conciencia y religión”. Sin embargo, La noción de libertad religiosa no se reconoce de manera universal y no es aceptada en todo el mundo. Según el país donde se encuentren, las personas no tienen la misma libertad religiosa. Además, podemos decir que la religión forma parte de la cultura,  o sea que se aprende como el resto de valores y costumbres, primero en el seno familiar y después en la escuela; así que, en realidad, tal libertad es relativa.

Sin entrar a juzgar si una religión es mejor que otra, lo cual no tendría sentido pues desde el punto de vista sociológico toda cultura es igual de importante y necesaria para el progreso de la humanidad,  la verdad es que algunas prácticas religiosas o avaladas por la religión, comprometen seriamente el bienestar infantil.

Las consecuencias de la circuncisión femenina, por ejemplo, son dramáticas.  Las  niñas pueden morir por hemorragias e infecciones, adquirir el virus del sida o sufrir un intenso dolor físico y psicológico.

El matrimonio infantil (la unión de dos niños o de una niña y un hombre adulto) frecuente, sobre todo, pero no exclusivamente, en el África Subsahariana y la zona sur de Asia donde  la virginidad y la fertilidad de las mujeres son altamente apreciadas, puede tener consecuencias muy perniciosas para las niñas, entre las que cabe destacar: a) El abandono de la educación. Una vez casadas, las niñas tienden a dejar la escuela. b) Problemas de salud como los embarazos prematuros, que aumentan la tasa de mortalidad infantil c) Maltrato, habitual en los matrimonios precoces. Además, las jóvenes que se niegan a casarse o que eligen a un compañero para el matrimonio contra el deseo de sus progenitores a menudo son castigadas o incluso asesinadas por sus familias. Es lo que se conoce como "asesinatos por honor".

En  algunos regímenes islamistas (aquellos que hacen una interpretación fundamentalista del Islam) las niñas no pueden ir al colegio. Además, la medida suele ir acompañada de la prohibición de los juegos en la calle, reír, cantar y escuchar música.  Esto es un crimen por donde lo miren. Sin embargo, nada luce tan cruel como inducir a los niños al suicidio, práctica cada vez más común entre los grupos terroristas.

Según Unicef,  Boko Haram utiliza cada vez más niños en sus ataques con bombas. En los últimos tres años, 117 niños fueron empleados para estos menesteres en la cuenca del  lago Chad que comprende partes de Nigeria, Níger, Chad y Camerún. Alrededor de un 80 por ciento de los atentados fueron perpetrados por niñas (DW, 2017).

"Hay que decirlo claramente, estos menores son víctimas y no perpetradores" de atentados, afirmó el director regional de Unicef para África Occidental y Central.  En verdad, la instrumentalización de los menores es uno de los peores horrores que ha generado el fundamentalismo religioso.

Como señala Chipoco (op cit), el relativismo cultural plantea un reto crucial. La comunidad internacional debe desarrollar patrones universales de aplicación de los Derechos Humanos, y al mismo tiempo, respetar las prácticas y valores de las diversas sociedades del mundo. La respuesta no está en relativizar el alcance universal de los Derechos Humanos, sino en la búsqueda de vías nacionales de protección de prácticas culturales que no sean contrarios a la lógica de la dignidad e integridad de todos,  sin olvidar el caso particular de las niñas, dado que constituyen una población especialmente vulnerable.

 

Referencias:

 

Chipoco, Carlos (2010).  La protección universal de los derechos humanos. Una aproximación crítica. En: Rodolfo Cerdas y Rafael Nieto (comp.)  Estudios básicos de derechos humanos I . IIDH pp 1-10

DW (2017). Boko Haram utiliza cada vez más niños como atacantes suicidas. Disponible:   http://www.dw.com/es/boko-haram-utiliza-cada-vez-m%C3%A1s-ni%C3%B1os-como-atacantes-suicidas/a-38392579