Viernes, 09 de junio, 2017
Red de jóvenes, Red de jóvenes

Dejar la escuela es solo una de las consecuencias negativas que tiene el trabajo infantil en la vida de las personas, esto no afecta solo a los particulares: afecta también al país en el cual se permite que se den estos abuso, pues al no permitir que las personas estudien y se preparen para asumir roles distintos que beneficien a sus comunidades, se frena el desarrollo social y económico del país, estancándose en una vorágine de abusos e ignorancia que se traduce en pobreza y trabajo forzoso. A estas personas no se les está reconociendo su dignidad humana y grandes empresas trasnacionales están contribuyendo a ello, tanto al desconocer de dónde provienen las materias primas que utilizan como al no darle a sus empleados adultos la remuneración y beneficios justos (y legales) que merecen, provocando que madres y padres saquen a sus hijos de las escuelas para ayudarles a trabajar.


 “Los Estados Partes reconocen el derecho de los niños a estar protegidos contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social...”

-Art. 32 de la Convención de los derechos de los niños

               Indonesia y Singapur son dos de los países que han firmado y ratificado la Convención de los derechos del niño de 1989, sin embargo, son también los dos países en los cuales recientemente se ha descubierto la explotación de niños y niñas relacionada a la extracción del aceite de palma. En República Democrática del Congo, cerca de 40.000 niños y niñas, según UNICEF, trabajan en las minas de extracción de cobalto. Para hacerlo un poco más cercano: en Latinoamérica según la OIT, para el 2014, serían 5,7 millones de infantes quienes se dedicaran a trabajar. Y el problema no es solo que estas niñas y niños trabajen en vez de dedicarse a estudiar y desarrollar su personalidad, el problema incluye también las condiciones en las cuales se ven obligados a trabajar.

              Dejar la escuela es solo una de las consecuencias negativas que tiene el trabajo infantil en la vida de las personas, esto no afecta solo a los particulares: afecta también al país en el cual se permite que se den estos abuso, pues al no permitir que las personas estudien y se preparen para asumir roles distintos que beneficien a sus comunidades, se frena el desarrollo social y económico del país, estancándose en una vorágine de abusos e ignorancia que se traduce en pobreza y trabajo forzoso. A estas personas no se les está reconociendo su dignidad humana y grandes empresas trasnacionales están contribuyendo a ello, tanto al desconocer de dónde provienen las materias primas que utilizan como al no darle a sus empleados adultos la remuneración y beneficios justos (y legales) que merecen, provocando que madres y padres saquen a sus hijos de las escuelas para ayudarles a trabajar.

             El trabajo infantil afecta también a las personas que trabajan en países con condiciones laborales justas, pues los costos de producción son menores donde no se respetan los derechos y las fábricas migran para obtener mejores ganancias por menores costos.

             Y esto es solo en el caso de infantes que se utilizan como mano de obra "barata". Según UNICEF, más de 1,8 millones de niños y niñas son explotados sexualmente.

¿Qué podemos hacer para impedir estos abusos? Podemos actuar.

             En noviembre de 2016 Amnistía internacional lanzó su campaña en contra de los abusos cometidos por grandes empresas de alimentos y cosméticos que propician la explotación laboral para la extracción del aceite de palma; puedes unir tu voz para exigir respeto a los derechos humanos de niñas, niños y demás personas trabajando forzosamente aquí.

En junio de 2016, también fue lanzada una campaña para exigir a grandes empresas que comercian teléfonos celulares que dejen de propiciar la explotación infantil en las minas de cobalto, puedes unirte a la exigencia aquí.

            Es nuestro deber, como jóvenes, tomar conciencia de lo que pasa alrededor del mundo, formarnos, promover el conocimiento y defensa de los DDHH, para que quienes se desempeñen como autoridades el día de mañana, no cometan los mismos errores que sus antecesores en pleno siglo XXI, haciendo de los abusos de la historia un ciclo repetitivo.

 

Conoce más de nuestra labor y ayúdanos apoyando otras campañas y casos entrando aquí.