Martes, 20 de junio, 2017
Licón, Yaridbell

En el “Día Mundial del Refugiado”, que se celebra cada 20 de junio, Naciones Unidas invita a conmemorar la fuerza, valor y perseverancia de estas personas, recordándonos que “esta celebración nos brinda la oportunidad de mostrar nuestro apoyo a las familias que se han visto obligadas a huir”


En el “Día Mundial del Refugiado”, que se celebra cada 20 de junio, Naciones Unidas invita a conmemorar la fuerza, valor y perseverancia de estas personas, recordándonos que “esta celebración nos brinda la oportunidad de mostrar nuestro apoyo a las familias que se han visto obligadas a huir”.

De acuerdo a Amnistía Internacional, en los últimos años el mundo está viviendo una creciente crisis de refugiados y refugiadas. Cada día hay personas que deben tomar la decisión más difícil de su vida: abandonar su hogar en busca de una vida mejor.  Específicamente sobre las Américas, la organización resalta que “Centroamérica fue el origen de una crisis de refugiados que se agravó rápidamente. Debido a la implacable violencia en esta parte del mundo frecuentemente olvidada, siguieron aumentando las solicitudes de asilo de ciudadanos y ciudadanas de Centroamérica en México, Estados Unidos y otros países, hasta alcanzar niveles que no se habían vuelto a registrar desde el final, hacía décadas, de la mayoría de los conflictos armados de la región”.

“Cientos de miles de personas viajaban a través de México, bien para pedir asilo allí, bien para continuar su viaje hacia Estados Unidos. Muchas eran recluidas en duras condiciones o se enfrentaban a homicidio, secuestro o extorsión por parte de bandas delictivas que a menudo actuaban en connivencia con las autoridades. Los abusos contra los derechos humanos afectaban de forma particular a un gran número de niños, niñas y adolescentes no acompañados; las mujeres y las niñas corrían grave peligro de sufrir violencia sexual y trata de personas”.

“Siguieron practicándose expulsiones desde México y Estados Unidos, a pesar de los abrumadores indicios de que muchos solicitantes de asilo corrían peligro de sufrir violencia extrema en caso de no obtenerlo. Al ser devueltas, muchas personas regresaban a las situaciones de peligro mortal de las que habían huido; al parecer algunas murieron a manos de las bandas”.

La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresó preocupación por la situación de las personas migrantes cubanas y haitianas que intentaban llegar a Estados Unidos.

Siguiendo con lo recopilado en el último informe sobre el estado de los derechos humanos en el mundo de Amnistía Internacional, “en Bahamas, los malos tratos hacia las personas migrantes indocumentadas de países como Haití y Cuba fueron moneda corriente. La República Dominicana expulsó a miles de personas de ascendencia haitiana —entre ellas, personas nacidas en territorio dominicano que habían devenido apátridas en la práctica— sin respetar en muchos casos el derecho y las normas internacionales sobre expulsiones. A su llegada a Haití, muchas personas se asentaron en campamentos improvisados, donde vivían en condiciones terribles”.

 

De acuerdo al Padre Yiovanny Bermudez, director del Servicio Jesuita a Refugiados Venezuela, el panorama de las personas refugiadas en América Latina es bastante complicado. La seguridad y el estatus de quienes huyen se tornan en unas dinámicas de desprotección al no encontrarse con marcos legales que les cobijen adecuadamente de acuerdo a los que exigen los estándares internacionales. Las personas refugiadas, una vez que lograron salir del peligro que implica la vida en sus lugares de origen (frecuentemente violentos) luego enfrentan retos monumentales a la hora de acceder a diferentes derechos como el derecho al a salud, a una vivienda digna o al trabajo. Es pues, según el experto, responsabilidad de los países de destino brindar unos mínimos. “A medida de que nos seguimos encontrando con nuevas maneras de salida de los países más aumenta la desprotección. Ante esto, nuestro único es instrumento es que los países se pregunten cómo estas personas pueden ser parte de un sistema de protección”.

“Hay otro panorama que tiene que ver con la desigualdad que está suponiendo un continente donde vemos un crecimiento económico pero también un aumento en cuanto a la pobreza, desatenciones por parte de los Estados que hacen que las personas se pregunten ¿Así cómo puedo vivir?”

“Por último, tiene que ver por el crecimiento de violencia que estamos viendo en América, pues esto trae consecuencias una ola de migraciones y refugiados que por miedo y amenazas salen a buscar una mejor vida, para la persona y su familia”.

No solo se trata de la situación que se vive en América Central – México – Estados Unidos, ya de por sí el corredor migratorio más fuerte y el que tiene mayor movimiento de persona  (en este sentido, México pasó de haber sido un país de tránsito a un puente migratorio para la gente de Honduras, El Salvador y hasta mismos mexicanos que buscan huir y muchos ingresar a USA para resguardar sus vidas), Perú y Ecuador son países que están teniendo un gran incremento y cada vez son más los países que restan habitantes por huidas. En Venezuela los refugiados viven la dinámica que presenta el país: falta de alimentación, salud y atención generalizada.

“Recordemos que el refugiado se va porque su vida tiene peligro y, a pesar de que ya se encuentre en otro país, su horizonte siempre será volver a su país de origen”.