Lunes, 26 de junio, 2017
Periodistas por los Derechos Humanos, Colaboradorxs para Amnistía Internacional Venezuela

La actualidad venezolana nos ha puesto frente a frente con la realidad más cruda del periodismo. No es que años atrás fuese sencillo pero es esta la que nos ha tocado vivir. La rudeza del momento nivela de golpe al periodista venezolano con el cronista de guerra. Con el colega que ha visto el mundo entre bombas y balas.


Con alguna frecuencia escucho hablar de libertad de expresión como un proceso entendido en una sola dirección, pero decir libremente lo que quiero es solo la mitad del proceso. Libertad significa expresarse y poder sobrevivir. Completar este ciclo de la comunicación es toda una heroicidad. No solo en Venezuela donde la prensa sufre serias limitaciones. Alrededor del mundo, el periodismo es una ruleta de alto riesgo y en ocasiones el distintivo “Press” es mejor guardarlo en el bolso.

¿Es más peligroso ahora? Cuestión parecida a la vieja discusión sobre la naturaleza humana… ¿Es el hombre ahora más sanguinario o la evolución ha dejado atrás la crueldad de nuestra raza? Me inclino a pensar que la crueldad es tan inherente al ser humano, como el riesgo mortal al periodismo. Ambos, por cierto, estrechamente ligados.

¿La libertad es un logro, un sueño, una fantasía? El asunto es un laberinto de salida imposible, una taza con un mango al revés, un proceso Kafkiano. Sin pretender añadir dramatismo y anclado en pura experiencia, creo que la libertad está más cerca de la utopía que de la realidad. Para ejercer el periodismo hay que tener claro que, ese proceso soñado de libertad plena, es un bien muy escaso. Siempre habrá límites y sin compasión te atrapará, o bien la censura, la agresión, el desprecio, el enfrentamiento o la muerte. En algunos casos el reconocimiento y hasta la fama. El periodista puro es por definición un rebelde incómodo que sabe perfectamente que la verdad trae problemas. Pero que la esencia de la profesión esta precisamente allí.

La actualidad venezolana nos ha puesto frente a frente con la realidad más cruda del periodismo. No es que años atrás fuese sencillo pero es esta la que nos ha tocado vivir. La rudeza del momento nivela de golpe al periodista venezolano con el cronista de guerra. Con el colega que ha visto el mundo entre bombas y balas.

Se acerca el día del periodista y hoy más que nunca el periodista venezolano merece el reconocimiento no solo del país sino del mundo. Sobran adjetivos o faltan las palabras para calificarlo. Aunque valentía tiene lugar imprescindible en esta definición. El periodista venezolano, en buen criollo, está "sobrado" de valor, de calidad y de un irremediable empeño en incomodar y meterse en problemas. De hacer su trabajo, contar la verdad.

Una de las tareas del Estado es garantizar y proteger los derechos económicos, sociales y culturales de cada ciudadano sin discriminación. Pero pareciera que hay profesiones que merecen menos cuidado que otras. El periodismo podría fácilmente encabezar esa lista.

El pionero de la fotografía de guerra, Robert Capa (1913-1954) dejó para la historia impresionantes imágenes pero también una frase que apunta al alma de nuestra profesión: "Si tus fotos no son suficientemente buenas es porque no te has acercado lo suficiente".

Feliz día, periodistas.

Adrian Barros.

Periodista.

Foto: ShutterStock/NEstudio