Jueves, 17 de agosto, 2017
Molina, Víctor

Desde todas las partes del mundo, como activistas y defensorxs de derechos humanos, debemos exigir que se eliminen las barreras a tan loable labor como es la asistencia humanitaria


Cada 19 de agosto Naciones Unidas rinde tributo a quienes arriesgan sus vidas llevando ayuda humanitaria a las millones de personas que se encuentran atrapadas o huyendo de guerras y otras graves crisis, tanto económicas como naturales, en diferentes partes del mundo.

Para poder dispensar estos esfuerzos es necesario no solamente la voluntad de quienes sobre el terreno arriesgan sus vidas prestando asistencia sino también los aportes económicos internacionales de países solidarios que la financian. De igual forma, es necesaria la voluntad de las fuerzas desplegadas en la zona donde está teniendo lugar una catástrofe para que sea posible el despliegue de labores de este tipo. No obstante y lamentablemente, son estas dos variables las que terminan haciendo que a pesar del coraje de profesionales y voluntariado, con frecuencia no siempre se pueda atender las necesidades urgentes de una gran cantidad de personas que debido a la indolencia o a la crueldad de líderes inescrupulosos terminan sufriendo e incluso muriendo, muchas veces junto a quienes simplemente pretendían brindarles una mano amiga.

 

Más necesaria que nunca, la ayuda humanitaria debe llegar sin contratiempos, de una vez por todas y con la regularidad que amerite la situación

Por poner solo un ejemplo, esta semana, Amnistía Internacional puso de relieve el drama que se está viviendo en Uganda, reafirmando la necesidad de que la comunidad internacional cumpla y mejore los compromisos económicos existentes para ayudar a las personas refugiadas que este país acoge, después de que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) haya anunciado que en el país hay ya 1 millón de personas de Sudán del Sur. Más del 64% del las personas refugiadas son menores de 18 años. Junto con las mujeres, suman el 86% de toda la población refugiada.

Sudán del Sur, el país más joven del mundo, logró la independencia el 9 de julio de 2011 tras varios decenios de guerra, pero la alegría por la recién adquirida libertad resultó efímera. Un conflicto armado que estalló en diciembre de 2013 persiste en la actualidad y tiene un efecto devastador para millones de civiles. Pese al Acuerdo para la Solución del Conflicto en la República de Sudán del Sur (acuerdo de paz), continuaron los combates entre las fuerzas del gobierno y las de la oposición. Todas las partes en el conflicto han cometido atrocidades, incluidos crímenes de guerra: torturas, asesinatos, secuestros y violaciones a mujeres, saqueos y destrucción de bienes civiles. La violencia ha provocado inseguridad alimentaria y la masiva pérdida de sustentos.

Ante este escenario las medidas a ser tomadas con urgencia pasan por atender a las personas que están en completa vulnerabilidad por una guerra que no iniciaron, muchas de ellas desplazadas en la vecina Uganda.

“Este desafortunado hito de 1 millón de personas debe servir como señal de alarma para que la comunidad internacional comprenda que se necesita de ella mucha más ayuda. Al no atisbarse la resolución del conflicto en Sudán del Sur, las personas refugiadas seguirán huyendo a Uganda y la crisis humanitaria no hará más que aumentar”, manifestó Sarah Jackson, directora adjunta de Amnistía Internacional para África Oriental, el Cuerno de África y los Grandes Lagos.

“Aunque el gobierno ugandés, la ONU y las ONG han hecho un trabajo encomiable, ahora luchan por satisfacer siquiera las necesidades más básicas de las personas sursudanesas refugiadas (la comida, el agua y la vivienda), no digamos ya otras necesidades como el apoyo psicosocial para unas personas profundamente traumatizadas.”

Sin embargo el caso de Uganda está lejos de ser el único en donde la asistencia humanitaria no alcanza a quienes más la necesitan. La guerra en Siria también ha estado en la mira de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional debido al enorme drama que sufre la población civil que no ha sido oportunamente atendida. En este país de oriente medio, sumido en una guerra enconada, no es tanto la falta de recursos sino la negativa del gobierno local la que dificulta la entrega de ayuda, llegando al extremo de atacar a quienes intentan proporcionarla.

En su último informe sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, Amnistía Internacional lamentó que las fuerzas gubernamentales impidieran la entrada en varias ocasiones de diferentes convoyes de ayuda humanitaria de la ONU. Entre los horrores documentados, aviones presuntamente gubernamentales y rusos bombardearan en Urum al Kubra un convoy de la ONU y de la Media Luna Roja Árabe Siria destinado a Alepo, matando al menos a 18 civiles, entre quienes había personal de sistencia humanitaria.

Agencias de la ONU y fuerzas rusas lanzaron reiteradamente ayuda desde el aire a las zonas sometidas a asedio; no obstante, activistas locales de derechos humanos denunciaron que las fuerzas gubernamentales de estas zonas confiscaban gran parte de la ayuda destinada a la población civil.

Por otra parte, las fuerzas gubernamentales continuaron incluyendo entre sus objetivos a instalaciones médicas y a profesionales de la salud de las zonas controladas por grupos armados de oposición, bombardeando reiteradamente hospitales. Asimismo, las fuerzas del gobierno sirio prohibieron o restringieron la inclusión de suministros médicos en los envíos de ayuda humanitaria a las zonas sitiadas o de difícil acceso y detuvieron a trabajadoras, trabajadores y voluntariado médico para interrumpir los servicios de salud de estas zonas. En junio, la ONG Physicians for Human Rights acusó a las fuerzas gubernamentales y sus aliados de ser responsables de más del 90% de los 400 ataques contra instalaciones médicas y 768 muertes de profesionales de la salud perpetrados desde marzo de 2011.

La ONU informó que, solamente en julio, habían sido atacadas 44 instalaciones médicas. Un hospital infantil fue atacado dos veces en menos de 12 horas.

 

El caso venezolano

Varias decenas de naciones reciben ayuda humanitaria, entre ellas países donde no existe un conflicto armado, como Guatemala y Honduras, y es que no necesariamente tiene que haber un conflicto armado para que sea necesaria esta asistencia. Un caso relevante en la actualidad que demuestra este supuesto es Venezuela donde debido a la actual situación de crisis económica, el gobierno venezolano debería activar mecanismos internacionales a la búsqueda de ayuda de acuerdo con las recomendaciones de diferentes organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales. Sin embargo, retomando el problema de las barreras a la ayuda internacional, las autoridades venezolanas se empeñan, por temor (que no deberían tener), arrogancia o el motivo que sea, en bloquear estas iniciativas. 
 
En su más reciente visita a Venezuela, la directora para las Américas y destacada activista social, Erika Guevara Rosas, aseguró que “las políticas obstinadas están afectando seriamente millones de vidas. La combinación letal del severo desabastecimiento de comida y medicinas, combinado con los altísimos niveles de criminalidad, persistentes violaciones de derechos humanos y políticas que se enfocan en asegurar que las personas no se quejen en vez de responder a sus pedidos desesperados de ayuda, es la receta perfecta para una catástrofe épica”.
 
“Si aquellos en el poder no dan un giro completo en la forma en la que están abordando esta dramática crisis, la que ya es una situación extremadamente seria se va a convertir en una pesadilla inimaginable.”
 
Para obtener ayuda humanitaria las autoridades del país afectado deben solicitarla expresamente a la nación, organización internacional u ONG que considere pertinente, a menos de no existir gobierno legítimamente reconocido o que a través de fehacientes pruebas se demuestre su inoperancia y responsabilidad en situaciones de graves violaciones a los derechos humanos. En ese caso el Consejo de Seguridad de la ONU en acuerdo con sus miembros parte decidiría la forma en que el país recibirá asistencia y si amerita algún grado de intervención humanitaria.
 
 

 

De acuerdo a los principios para la donación humanitaria aprobados en Estocolmo, el 17 de junio de 2003, los objetivos de la acción humanitaria son: salvar vidas, aliviar el sufrimiento y mantener la dignidad humana durante y después de las crisis provocadas por el hombre y los desastres naturales, así como prevenir y reforzar la preparación para la ocurrencia de tales situaciones. La acción humanitaria comprende proteger a los civiles y a las personas que ya no forman parte de las hostilidades, así como el suministro de agua, comida y saneamiento, refugio, atención sanitaria y de otra índole, todo esto a favor de las personas afectadas y para facilitar su retorno a la vida normal y a sus medios de sustento.

Desde todas las partes del mundo, como activistas y defensorxs de derechos humanos, debemos exigir que se eliminen las barreras a tan loable labor.

 

Foto de SvetaZi / Shutterstock.com