Viernes, 18 de agosto, 2017
Fernandez, Jackeline

La feminización de la pobreza se ha incrementado 11 puntos en la región, en el grupo etario de 20 a 59 años, por encima del mismo grupo de hombres. Otro dato preocupante es que los hogares liderizados por mujeres tienen una mayor probabilidad de caer en la pobreza, considerando que hay 18% más de mujeres pobres que están a cargo de un hogar, que de hombres. 


Perspectiva de género para combatir la feminización de la pobreza

“Comprender cuáles fueron los obstáculos que frenaron el avance de las mujeres en tiempos de crecimiento es fundamental para afrontar el escenario actual de desaceleración económica” El Progreso de las Mujeres en América Latina y el Caribe, ONU Mujeres.

 

El primer Objetivo de Desarrollo Sostenible es “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”. Entre las consecuencias de la pobreza mencionadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) están:

1.-Hambre y malnutrición;

2.-Acceso limitado a la educación y a otros servicios básicos;

3.- Discriminación y exclusión sociales; y

4.-Falta de participación en la adopción de decisiones.

Simplificando, la pobreza limita la posibilidad de vivir dignamente.

Como parte de las estrategias para lograr este Objetivo, la ONU promueve la igualdad y el acceso a empleos decentes. Sin igualdad no hay desarrollo posible, porque la mitad de las personas del mundo son mujeres y deben integrarse a cualquier programa dirigido a alcanzar la erradicación de la pobreza. Esto supone analizar las causas de esa pobreza con perspectiva de género a fin de formular  proyectos que respondan eficaz y eficientemente a las necesidades de los sectores más vulnerables de la población.

Perspectiva de género: consecuencias diferenciadas de la pobreza

Si analizamos con perspectiva de género las consecuencias mencionadas anteriormente, lograremos comprender porque se ha incrementado al feminización de la pobreza durante los últimos años:

1.- Hambre y malnutrición: en hogares pobres, la alimentación se jerarquiza. Esto implica que las mujeres de la casa comen de último y lo que quede. Al adquirir los alimentos se prioriza a los niños y a los hombres. Las mujeres embarazadas que padecen malnutrición pueden sufrir de anemia, principios de aborto, partos prematuros, etc. Dan a luz bebes con bajas tallas y problemas cognitivos que no son fáciles de superar en el futuro, lo cual implica que nacen con desventaja. Y así, el círculo de la pobreza se perpetúa.

2.- Acceso limitado a la educación y otros servicios básicos: el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha indicado que: “Si en el mundo hubieran solo 100 personas, 15 adultos serían analfabetos y de ellos 10 serían mujeres”. Esta aseveración es suficiente para ilustrar los niveles de desigualdad en cuanto al acceso a la educación. Con respecto a los servicios básicos, su ausencia no solo incide en la calidad de vida, sino que también reduce notablemente la expectativa de vida. El Programa “Ciudades Seguras” de ONU Mujeres, por ejemplo, busca lograr que los espacios públicos, como el transporte que es un servicio básico, no se presten para el acoso sexual y los abusos hacia niñas y mujeres. En algunas zonas de la India, lograr el saneamiento y el acceso al agua potable reduciría los riesgos de las mujeres y niñas que tienen la obligación de usar espacios abiertos para ir al baño, o que deben acarrear agua para limpiar, lavar o cocinar, desde lugares remotos.

3.- Discriminación y exclusión sociales: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que en América Latina solo un 56% de las mujeres participa en el mercado laboral frente al  85% de los hombres. Otro dato relevante es el relacionado con la brecha salarial, calculada por ONU Mujeres en 22 puntos.   “Más de 18 millones de mujeres de la región están empleadas como trabajadoras domésticas; la mayoría de manera informal, con derechos limitados y poca seguridad laboral” las palabras de la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlanbo, revelan otro de los aspectos donde la discriminación facilita la exclusión y viceversa: las labores domésticas o de cuidado, cuyo valor económico sigue siendo cuestionado, discutido y considerado como un rol femenino. “El 19% de estas mujeres carecen de ingresos propios y dedican aproximadamente 33 horas al trabajo no remunerado por semana” (OIT). Factores como la violencia de género, los matrimonios infantiles, las uniones tempranas y los embarazos a temprana edad facilitan la exclusión  de las niñas y mujeres tanto de espacios educativos como del sector laboral. La feminización de la pobreza se ha incrementado 11 puntos en la región, en el grupo etario de 20 a 59 años, por encima del mismo grupo de hombres. Otro dato preocupante es que los hogares liderizados por mujeres tienen una mayor probabilidad de caer en la pobreza, considerando que hay 18% más de mujeres pobres que están a cargo de un hogar, que de hombres. Tristemente  “las mujeres en situación de pobreza se beneficiaron menos de la reducción de la pobreza que los hombres en la misma condición” (ONU Mujeres).

4.-Falta de participación en la adopción de decisiones: “A escala mundial, la presencia media de mujeres en los gobiernos es del 7% y en los parlamentos de sólo un 12%” (PNUD). Todos los datos anteriores tienen una raíz común: la insuficiente cantidad de mujeres en cargos decisorios, que diseñen, aprueben, implementen y hagan seguimiento a programas de desarrollo económico orientados sobre la perspectiva de género. Y por supuesto, la discriminación educativa y laboral socava las posibilidades de miles de jóvenes y niñas que pudieran aportar una visión inclusiva a los planes de desarrollo de la región. 

Discriminación estructural: como se perpetúa la pobreza

“La discriminación estructural o desigualdad estructural  incorpora datos históricos y sociales que explican desigualdades de derecho (de jure) o de hecho (de facto) como resultado de una situación de exclusión social o de sometimiento de grupos vulnerables por otros, en forma sistemática y debido a complejas prácticas sociales, prejuicios y sistemas de creencias” Paola Pelletier.

La discriminación estructural supone la exclusión histórica de grupos como mujeres, indígenas o personas con discapacidad. Pero también implica la normalización de ciertas conductas, que se ajustan a los parámetros considerados como justos por la sociedad, y que pasan de generación en generación.

En el caso de las mujeres, es posible identificar esa discriminación, por ejemplo, en la percepción de las labores de cuidado y domésticas: se asumen como parte de la naturaleza femenina, además de considerar que las hace “buenas” y merecedoras de reconocimiento por su “sacrificio”. Pero esa condición no las protege contra el abuso, la violencia y la exclusión. Las mujeres asumen esas labores para que los hombres puedan salir a trabajar para la familia, es decir, forma parte de su aporte al beneficio del grupo y de la sociedad, aun cuando no se le reconozca ningún valor económico. Ahora bien, las mujeres han dado pasos agigantados en el área laboral y han asumido el rol de proveedoras, pero eso no es óbice para que obvien el cumplimiento de sus labores naturales. Nos encontramos frente a la disyuntiva de decidir si las mujeres que trabajan “en la calle” son merecedoras de esa noción de bondad y sacrificio ligada a la figura materna-histórica-estructural. Entonces, negarles a las mujeres espacios de desarrollo económico las “protege” contra la perversión de la calle y garantiza la continuidad de la familia históricamente aceptada y reconocida. Es un círculo vicioso, igual al de la pobreza.

En hogares donde la madre proveedora tiene un nivel educativo bajo, sus hijos tendrán menos oportunidades de cumplir su ciclo de formación completo. En hogares donde la madre tuvo su primer embarazo a temprana edad, sus hijas tenderán a repetir la historia.

Para lograr la disminución de la pobreza es imprescindible evaluar y construir planes de desarrollo inclusivos, desde la comprensión de las dificultades que deben enfrentar las mujeres en todos los ámbitos y su trascendencia en la sociedad. No solo se trata de dotarlas de conocimientos y herramientas, sino de superar definitivamente las ideas retrogradas que las mantienen atadas a estructuras de pensamiento y actuación supeditadas al androcentrismo.

Imágen: Foto de Lesinka372 / Shutterstock.com

Fuentes:

http://beijing20.unwomen.org/es/in-focus/poverty

http://www.teamstoendpoverty.org/wq_pages/es/visages/femmesetpauvrete.php

http://www.cepal.org/es/comunicados/pobreza-afecta-mas-mujeres-que-hombres-latinoamerica

http://www.fao.org/docrep/003/y6265s/y6265s03.htm

http://www.aecid.es/Centro-Documentacion/Documentos/Divulgaci%C3%B3n/En%20pocas%20palabras.pdf

http://www.jornada.unam.mx/2016/04/19/sociedad/034n1soc

https://www.forbes.com.mx/pobreza-y-desigualdad-amenazan-a-hogares-encabezados-por-mujeres/

http://www2.unwomen.org/-/media/field-office-americas/documentos/publicaciones/2017/07/un16017_web.pdf?la=es&vs=4654

https://revistas-colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/rev-instituto-interamericano-dh/article/viewFile/8518/7615