No todas las niñas del mundo tienen acceso a la educación, de hecho, están en desventaja y sufren discriminación de género. Muchas de ellas consideran que no merecen o necesitan educación, ven el aprendizaje de la lectura y la escritura como una meta inalcanzable a causa de los paradigmas sociales en los que viven.

Solo dos tercios de los países en desarrollo han logrado la equidad de género en la educación primaria, pero la desigualdad persiste. La brecha educacional es mayor en Asia, donde los hombres emplean 2,5 años más en su escolarización que las mujeres. En el caso de África y América Latina y el Caribe la diferencia es de 1,3 años y un año respectivamente.

Pese a todos los esfuerzos realizados por la comunidad internacional, la desigualdad de género sigue siendo uno de nuestros principales problemas. En muchos lugares del mundo se mantiene una brecha abismal entre los derechos y deberes del hombre y los de la mujer.  

La educación es el pilar fundamental para el desarrollo de cualquier persona dentro de una sociedad. La discriminación en materia educacional afecta tanto a niñas como niños pero la realidad que enfrentamos es que el sexo femenino suele ser el más desfavorecido.

Si bien ha habido progresos significativos en la mejora del acceso de las niñas a la educación en las últimas dos décadas y las tasas de matriculación escolar van en aumento, también es cierto que, todavía hay demasiadas niñas rezagadas, muchas; particularmente las más marginadas (en términos de acceso a DDHH), siguen siendo privadas de este derecho básico.

La pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría religiosa o étnica, alguna discapacidad, el matrimonio, embarazos precoces y la violencia de género, son obstáculos que impiden a las niñas ejercer su derecho a estudiar, recibir educación de calidad y obtener un diploma.

En muchos países todavía no pueden asistir a la escuela y completar su educación debido a que muchas niñas sufren aún prácticas barbáricas como la ablación, otras son obligadas a casarse prematuramente, probablemente con alguien que no es de su elección, o se ven discriminadas en favor de un hijo varón porque los padres ven la ventaja de tenerlas como ayudantes en las tareas domésticas y deciden no invertir en su educación. Incluso cuando las niñas están en la escuela suelen tener bajo rendimiento en clases por tener que realizar tareas domésticas y otras responsabilidades que les impiden asistir a la escuela o de lograr resultados de aprendizaje adecuados,  llevándolas a tener aspiraciones bajas, perpetuando de esta forma los estereotipos de género que limitan el desarrollo del género femenino.

La desigualdad de entre hombres y mujeres en la educación refuerza la situación de desventaja de las mujeres en el hogar, negándole el poder de decisión y reforzando la desigualdad entre géneros en la sociedad.

En el mundo, de 31 millones de niñas en edad de cursar estudios primarios 17 millones no reciben educación. 75 millones de niñas no van al colegio y cada tres segundos una niña es obligada a casarse.

Sin poder recibir educación estas niñas no podrán adquirir las competencias que necesitan para obtener un empleo estable, comprender y ejercer sus derechos. Esto les priva de la oportunidad de adquirir competencias esenciales para la vida. Pasarán a ser parte de los 774 millones de personas analfabetas en el mundo, de los cuales dos tercios son mujeres.

Las niñas; especialmente las adolescentes, enfrentan situaciones como la violencia sexual y el matrimonio precoz. La educación es una de las estrategias más eficaces que existen para proteger a los niños contra el matrimonio a edades tempranas, ya que el matrimonio infantil provocar el fin de la etapa educativa de la niña y las expone a embarazos tempranos y/o no deseados, lo que representa un riesgo con consecuencias que pueden ser incluso mortales. Estas situaciones tienden a aislar a las niñas, dejarlas sin acceso a métodos anticonceptivos, alejadas de sus familiares, sin oportunidad de asistir a una escuela y sin poder interactuar con sus pares.

Aún con el hecho de que el matrimonio infantil persiste en varias regiones del mundo, la proporción de niñas casadas ha disminuido en los últimos 30 años, porque cuando las niñas son capaces de permanecer en la escuela también se puede producir un cambio de actitud con respecto a sus oportunidades en la comunidad de la que forman parte.

La educación pública universal y de calidad es clave para generar empoderamiento en las mujeres y que prevalezca el principio de igualdad.

Los países con más porcentaje de niñas en la enseñanza secundaria presentan tasas menores de mortalidad post parto, mortalidad infantil, casos de VIH, además de mejores porcentajes de nutrición infantil. Es por esto que es necesario proporcionar a las niñas herramientas que sirvan para desempeñar un  papel importante en la sociedad y en la toma de sus propias decisiones.

El principio 7 de la Declaración de los Derechos del Niño dice: “El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria, al menos en las etapas elementales”.

El acceso a la educación sin discriminación de ningún tipo y a una educación gratuita para las niñas es indispensable. Todos tienen derecho a aprender y la educación será su mejor herramienta para que puedan desarrollar su personalidad e integrarse en la sociedad en igualdad de condiciones. Todos tenemos la responsabilidad de que este derecho fundamental se cumpla.

 Malala Yousafzai

Es una activista, bloguera y estudiante universitaria​ pakistaní, conocida por su activismo a favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres y niñas.

Malala nació en el valle de Swat, en Pakistán en donde aprendió lo diferente que es la vida de los varones y de las niñas, y cómo los hombres deciden todo dentro de su sociedad. Pero Malala también aprendió de su papá que no tiene por qué ser así. Él lucha por el derecho de todas las personas; en especial el de los pobres y las niñas, a ir a la escuela. Malala empezó a hacer activismo abiertamente por los derechos de las niñas a los once años. Cuando los talibanes les prohibieron ir a la escuela ella se negó a obedecer y continuó asistiendo a clases. A pesar de recibir amenazas de muerte Malala no paró, continuó su activismo con un diario en el cual usaba un nombre falso. cuando tenía 15 años, los talibanes le dispararon mientras iba camino a casa desde la escuela y estuvo cerca de la muerte. Pero Malala sobrevivió. Creyeron que, al intentar matarla, harían callar a Malala. Por el contrario, le dieron una voz más fuerte que ahora se oye en todo el mundo.

Las niñas como Malala que viven en países en situación de conflicto son un 90% más propensas a quedarse sin educación secundaria. El miedo a la violencia, la necesidad de huir de la guerra, la falta de escuelas y profesores las alejan de la posibilidad de volver a el aula. Por eso, el foco principal del trabajo de Malala está en trabajar para que todas las niñas; incluyendo las más afectadas por los conflictos, puedan recibir educación.

LA LUCHA DE MALALA DEBE SER LA LUCHA DE TODOS

Es necesario seguir marcando la diferencia, trabajando para mejorar la calidad de la enseñanza de manera que todas las niñas puedan crecer en un ambiente de respeto mutuo, dignidad e igualdad.

Es por esta razón que El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó al 11 de octubre como Día Internacional de la Niña, con el fin de reconocer los derechos de las niñas y los problemas específicos que afrontan en todo el mundo.

“Una niña, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”

Malala Yousafzai

Este artículo de opinión es una colaboración de Simone García, activista de la Red USM de Amnistía Interncional Venezuela.

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Fuentes consultadas: