Viernes, 03 de noviembre, 2017
Rangel, Laura Valentina

Despertar, cepillarse los dientes, saludar a un familiar, desayunar e irse a trabajar, o a estudiar, es la rutina de muchos venezolanos a diario. Muchos mantienen esas rutinas a pesar de la crisis que atraviesa Venezuela y afecta a toda la población.


Despertar, cepillarse los dientes, saludar a un familiar, desayunar e irse a trabajar, o a estudiar, es la rutina de muchos venezolanos a diario. Muchos mantienen esas rutinas a pesar de la crisis que atraviesa Venezuela y afecta a toda la población. Muchos jóvenes tienen otra clase de rutina todos los días, muchos los llaman “flojos”, “vividores”, “un problema” o hasta “vivos”. En este caso los llamaremos jóvenes que carecen de oportunidades.

Es cierto que la vida no siempre es de colores y no siempre te brinda las condiciones para el éxito, muchos tienen mentores, familiares que los guíen o hasta tienen esa chispa generadora de ideas que son muy buenas para los negocios. Otros no las tienen.
 
Xavier tiene 22 años, es bachiller, este joven recorre las calles en búsqueda de alimento en la basura junto con un amigo. Es amable, atento y bien hablado. Su ropa no está sucia y se cuida por no ensuciarse las manos al buscar la comida. Lo ví a lo lejos y le tomé una foto, se presentó y me dijo que no lo humille con la foto, que para él ya era muy difícil ser juzgado por la gente que lo ve mientras busca comida. Quise conocer más de el. Me contó que jugaba basket, vive en Petare y trabaja en un supermercado. Tuvo una niña pero el sueldo no le alcanza para comida, debe comprar pañales revendidos y fórmula láctea de amigos que la revenden en el barrio, sólo con 3 latas y 2 paquetes de pañales se queda sin dinero. Lo que busca en la basura es para su pareja y él.
 
Su familia lo apoyaba cuando jugaba basket en el colegio, decían que iba a ser profesional, que iba a llegar lejos. Cuando tenía 18 años asesinaron a su papá tras una discusión en una fría madrugada. Se convirtió en el hombre de la casa. Sus sueños de ir a la universidad y seguir practicando deporte se esfumaron, no logró llegar lejos. Al poco tiempo, Xavier, decidió comprar unos termos de café y salir a recorrer las calles para venderlo, le iba bien, el dinero rendía, tenía sus clientes. Un día, en la avenida Casanova, unos Guardias Nacionales lo detienen, le dicen que eso es ilegal y le tiran los termos al piso, se los rompieron. No pudo comprar otros termos.
 
Al pasar los meses, y tras saltar de un trabajo a otro, conoce a su novia, se enamoran y se convierte en papá. Su vida cambió de golpe. Él no siente odio, no siente remordimiento, no siente resentimiento. Siente tristeza por como está el país y lamenta no contar con el apoyo, ni con las herramientas, para tener un futuro diferente y poder darle todo a su hija y esposa. Me dice que lo más difícil de buscar comida en la basura no es el dolor de barriga que cause un alimento malo, que no es la pena que pueda pasar, tampoco la humillación y maltrato que recibe por parte de los cuerpos de seguridad, lo realmente difícil de aceptar para él, son las miradas de decepción de las personas y ser juzgado sin que lo conozcan.

“La gente me dice flojo, trabaja, no seas vago. No saben que tengo trabajo y el sueldo no me alcanza, no me conformo con ese quince y último. No tengo oportunidad de pedir prestado, quisiera una moto para trabajar pero todo va a mi hija. No saben que hay diferentes realidades, diferentes Venezuela. Mientras unos heredan casa o sus padres los ayudan y guían, yo ando solo y cargo con mis sueños rotos a diario, mi talento del basket lo perdí por mi edad, en mi vida las oportunidades pasaron pero quiero ser un hombre de bien y que mi hija no la tenga difícil como yo.”

Quería seguir conociendo su historia pero me dijo: “Me tengo que ir, gracias por escucharme chama, muchos juzgan pero nadie escucha, muchos también quieren oír pero no prestan atención, cuídate y Dios te bendiga”. 
Me despido pero le ofrezco una hamburguesa para su esposa y una para él de un puesto de comida en la avenida Francisco de Miranda, me dice “Si va, con eso me voy directo a la casa y no me ven tan mal en la calle”. Muchos venezolanos están en esta situación, cada uno tiene su historia, algunos por vicios, otros porque simplemente su oportunidad pasó. 
 
La próxima vez que veas a alguien en la calle comiendo de la basura escúchalo, si quieres no le des comida, no le des dinero, sólo escúchale. Ve si es alguien que lo hace por gusto o que lo hace por necesidad, busca entender que sucedió y recuerda que no todos tienen la misma rutina que tú.