Viernes, 08 de junio, 2018
charpi, k

Mucha algarabía escucho cuando la injusticia se pronuncia,

cuando con argucia anuncia otro de sus logros mientras ensucia

su escasa moral y deja ver su astucia.


La Señora Injusticia

se alimenta del dolor ajeno y de la codicia,

transpira malicia mientras camina erguida como en la milicia.

El deseo de poder la envicia;

le susurra al oído y la acaricia

haciéndola sentir en el mundo de Alicia.

Sus decisiones desquician

el alma del acusado quien sabe que su agonía apenas inicia.

 

La injusticia no está sola; a su lado reina el desorden,

el caos  hace que la paciencia se desborde

como los ríos de sangre en esta urbe que absorbe

la esperanza con el fin de que los sueños se encorven.

 

La injusticia habita en todos lados,

es como una especie de Dios soberbio que solo busca ser amado.

No tiene amigos, solo socios cuyos ojos están cerrados

para no ver el desastre causado a través de los años que vivieron callados,

todo luce bien para estos camaradas y sus tropelías

que entregan todo a cambio de elogios y vidas vacías.

 

 

 

 

Mucha algarabía escucho cuando la injusticia se pronuncia,

cuando con argucia anuncia otro de sus logros mientras ensucia

su escasa moral y deja ver su astucia.

Se adora a sí misma, se adorna con sofismas

mientras abisma más vidas al olvido;

a la oscuridad en donde la respiración del desespero es el único sonido.

 

No hay quien cuide a los que por ser libres se desviven,

se cohíben al no encontrar nada que los motive

a causa de la injusticia que se vive

dentro de cuatro paredes que representan el declive

de la sociedad que se divide

en la indiferencia que impide

ver el error que siempre se incide.

 

Con desdén se conserva, la modestia no se reserva

pero igual vive con miedo porque sabe que su antagonista siempre la observa,

constantemente recuerda que es débil y eso la exacerba.

Pues está consciente que pronto llegará una batalla en la que posiblemente su vida se pierda.