Miércoles, 16 de junio, 2021
García, Gladys

Las estadísticas son alarmantes: más del 40% de la población LGBTI ha sufrido acoso, y el 19% de los suicidios están relacionados con la discriminación


 

La transfobia, definida como el rechazo y aversión hacia las personas con una identidad de género diferente a la asignada al nacer, es un problema profundamente arraigado en la sociedad venezolana. A pesar de que la Constitución del país prohíbe la discriminación, la realidad para la comunidad trans es de constante vulnerabilidad. La ley protege la orientación sexual, pero ignora la identidad de género, lo que deja a las personas trans desprotegidas y expuestas a la violencia.

Esta hostilidad no solo es legal, sino también social, manifestándose de diversas formas. Los prejuicios, como la creencia de que las personas trans padecen un trastorno mental o se dedican a la prostitución, son comunes. La falta de reconocimiento de su identidad, sumada a los insultos, el acoso y el aislamiento, crea un entorno hostil que tiene graves consecuencias para la salud mental y física.

Las estadísticas son alarmantes: más del 40% de la población LGBTI ha sufrido acoso, y el 19% de los suicidios están relacionados con la discriminación. El sistema de salud, por su parte, a menudo niega la atención adecuada debido a la falta de conocimiento sobre cómo tratar a las personas trans, lo que agrava aún más la situación.

La transfobia en Venezuela está impulsada por varios factores. Los medios de comunicación y figuras de autoridad, tanto del Estado como de la iglesia, condenan a la comunidad LGBTI, perpetuando pensamientos machistas y homofóbicos. Esto se suma a una sociedad que, según Transgender Europe, es la cuarta más homofóbica y transfóbica del continente.

Este clima de odio lleva a que la mayoría de las personas trans no solo sean expulsadas de sus hogares (más del 40%), sino que también carezcan de acceso a la educación y a empleos estables, viéndose obligadas a recurrir a trabajos precarios para sobrevivir.

 

La dicotomía del "cispassing" y la transfobia selectiva

Dentro de la comunidad trans, existe una problemática adicional: el "cispassing". Este término describe a las personas trans que, por su apariencia y recursos económicos, son percibidas como cisgénero. Este fenómeno genera una división interna y perpetúa una visión distorsionada de la comunidad. Las personas trans que logran este "cispassing" suelen ser de clase alta, con acceso a cirugías y terapias hormonales costosas. Aunque también sufren discriminación, su privilegio les permite navegar la sociedad con menos fricción que la mayoría.

Lamentablemente, estos individuos, a menudo convertidos en los "rostros" de la lucha por los derechos trans, no representan la realidad de la mayoría. Al cumplir con los estándares de belleza hegemónicos, transmiten la idea errónea de que toda la comunidad trans luce así. Esto invisibiliza la diversidad de cuerpos y experiencias, y genera una presión insana en quienes no pueden acceder a estos recursos.

La transfobia en Venezuela es, por lo tanto, una fuerza selectiva. Mientras la sociedad tiende a "tolerar" y hasta apoyar a quienes cumplen con los estándares estéticos y económicos, condena y tacha de "dementes" a la mayoría que no encaja en esos moldes. Este fenómeno saca a relucir dinámicas clasistas y racistas, demostrando que el rechazo no se basa únicamente en la identidad de género, sino en cómo esta identidad se entrelaza con la apariencia, la clase social y otros privilegios. En esencia, ser una persona trans en Venezuela es ser un blanco de odio, sin importar los logros o el estatus, una realidad que la mayoría de la comunidad enfrenta a diario.



Imagen de Moshe Harosh en Pixabay