Viernes, 11 de marzo, 2016

La mujer contemporánea, diferenciándose de la del siglo XX, es profesional, independiente y emprendedora. No obstante, aunque la mujer ha logrado superar patrones culturales que antes le prohibían hacer muchas cosas (educación, trabajos de alto rango, profesionalización, independencia, etc.) y cuyo acceso era negado por razón de su género, actualmente hay hombres que pretenden mantener esos patrones, lo que genera conflictos en la relación de pareja.


El tema de la violencia de género ha sido profundamente tratado, desde distintas perspectivas, pero pese a todos los esfuerzos de concienciar a la población, especialmente sobre lo que significa, por qué no debe seguir ocurriendo y a las mujeres de cómo identificarlo, evitarlo o terminarlo, aún queda mucho camino por recorrer al respecto.

Mayela Carrillo, terapeuta en quebrantamiento sexual y relacional, y defensora de los derechos humanos, quien se desenvuelve como psicoterapeuta en el estado Carabobo, asegura que el problema de la violencia hacia la mujer es la naturalización. «Como esto es algo que sigue invisibilizado, al no clasificar los tipos de violencia, es más difícil saber dónde estamos nosotras e identificar cuándo y cómo estamos siendo violentadas».

Carrillo resalta la importancia que tiene la existencia de la Ley Orgánica sobre el Derechos de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, ya que la misma ampara a las mujeres además que, tal como reza en su artículo 1°:

(…) tiene por objeto garantizar y promover el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, creando condiciones para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos, impulsando cambios en los patrones socioculturales que sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres, para favorecer la construcción de una sociedad democrática, participativa, paritaria y protagónica[1].

«El beneficio de tener esta ley es que le permitió a la mujer entender que la violencia no es solo doméstica. La mujer no tenía derecho a trabajar y si lo hacía, recibía la carga de pagar a la señora que fuese a su casa a ayudar con las cosas del hogar, la guardería de los niños, entre otros gastos, porque ese era el precio por salir a la calle. Esta ley benefició a la mujer violentada. No obstante, tiene algunas fallas, como por ejemplo su aplicación, que parece variar de acuerdo al Estado en el que se da el caso. Esto ocurre porque la ley no ha tenido nunca un reglamento, y hay una deuda pendiente al respecto».

El papel de la mujer en sociedad

Muchas veces, la mujer se ve empujada por familia, amigos, pareja, terceros, a cumplir con roles que culturalmente se han asociado con ella exclusivamente, pero que no tiene por qué ser de esa manera. Hablamos de crianza de los hijos, cuidado de enfermos en la familia, labores de limpieza en el hogar, cocinera de la casa; la mujer se ha adaptado a estos «parámetros» a tal punto que se siente mal consigo misma cuando no puede cumplir con dichas «obligaciones».

La sociedad debe comprender que cuando se habla de violencia, no solo se hace referencia al acto físico de maltratar a otra persona. Hablamos de violencia psicológica, verbal, intencionada. Citando estudios del doctor argentino, Adolfo Loquetec, Carrillo explica que cuando las parejas asisten a terapia, siempre hay episodios de microviolencia porque hay alguien que quiere que el otro cambie: «Por nuestros conceptos culturales ya sabemos quién quiere que cambie qué. Cuando nos ubicamos desde ese concepto de que la violencia es algo relacional, donde alguien cree que tiene el poder, que tiene el derecho de dar instrucciones y que la otra persona tiene que someterse a sus órdenes, no solo es una situación psicológica y emocional; hablamos de un constructo que tiene la mujer que ha sido fabricado en ella, que se cree cuidadora de todas las cosas».

Hay también un trabajo que hacer en el aprendizaje sobre la solución de problemas. El noviazgo es el tiempo que deben tomarse las parejas para conocerse y saber si es posible la convivencia sana entre ellos. Pero, como asevera la terapeuta, Mayela Carrillo: «Los mitos del amor romántico han hecho que las mujeres en este país a veces no puedan mirar todo desde una perspectiva real y eso no las hace estúpidas sino víctimas del sistema mismo, que las victimiza. Pero cuando yo me acerco y miro las relaciones de noviazgo, puedo encontrar también hombres que están sufriendo, porque tampoco son ajenos a esto. Las personas a veces buscan alejarse del problema, evitarlo, pero resulta que el conflicto se adueña de ellas. Si yo no me puedo acercar a esa persona con la cual tengo una relación para mirar lo que nos está pasando y ver lo que está ocurriendo para buscar oportunas soluciones, pues se va empeorando la relación.

Dependencia

La defensora de derechos y activista contra la violencia de género, asegura que al menos el 70% de las mujeres que atiende en sus consultas tienen cargos laborales de gerente, que sostienen el hogar, y no necesariamente están solas.

De esas mujeres, alrededor del 65% gana más dinero que su esposo, «entonces ahí empieza el problema de violencia, porque a algunos hombres venezolanos les cuesta aceptar que la mujer gane más que ellos y eso es un constructo cultural».

Negar la igualdad de derechos a las mujeres limita su autonomía y poder de decisión, su acceso a la justicia, a la educación, a la salud y a los recursos económicos. «La discriminación de género pretende convertir a las mujeres en ciudadanas de segunda», señaló Amnistía Internacional en un trabajo dedicado a las mujeres y niñas en el mundo[2].

La discriminación —otra cara de la violencia de género— a veces puede ser muy sutil, y la puede sufrir cualquier mujer, incluso la más versada en el tema. Carrillo se pone como ejemplo: «A veces soy yo la discriminada. En mi trabajo, en ocasiones tengo que escuchar a mis compañeros decirme “ahí viene Mayela, seguramente a hablar del mismo tema de siempre. Su tema de todos los días. Mayela, ¿y si te callaras un poquito”».

Pero su tema «de todos los días» no es solo el de la violencia de género, sino también el del hombre y de la mujer que necesitan reencontrarse y que no saben cómo relacionarse porque la carga social es tan grande que si se revelan ante los parámetros sociales a eso son acusados y cuestionados, entonces regresan al círculo de violencia.

Violencia y sus variantes

La terapeuta Mayela Carrillo comparte que los casos de violencia que más se repiten en sus consultas desde la mitad del año pasado son de violencia sexual y psicológica dentro de las parejas.  Y dentro de la organización donde ella trabaja, No Permitas Malos Tratos, las denuncias que más llegan son los de violencia sexual.

Igualmente, Carrillo explica que hay un componente en el comportamiento del hombre y es que algunos se han acercado a su consulta pidiendo ayuda de forma voluntaria, o bien porque están siendo amenazados de ser dejados por sus comportamientos violentos o porque están conscientes de que cometieron un error.

Preguntándole a la terapeuta si los hombres son violentos por falta de educación en el hogar, razona: «No estoy de acuerdo en que la violencia masculina sea un daño orgánico. Conozco muchos que actúan violentamente bajo efectos de alguna sustancia, así que buscamos mucha justificación, pero poca intervención real».

«Yo procuro llevar a la gente el mensaje de que más allá de la violencia de género, que ya es un delito, es necesario poder mirarnos con dignidad y rescatarnos. A veces estamos esperando un salvador y no nos encargamos de nosotros como deberíamos».

Mayela Carillo asegura que cuando se detecta a tiempo una relación violenta se debe terminar con esta, siempre y cuando se cuente con un especialista. Para ello, recomienda elementos simples que permiten identificar a un hombre violento: prohibiciones, juzgamientos e imposiciones. «Con esto es suficiente para empezar a evaluar a la otra persona y no entrar en el proceso de victimización, porque a veces se llega con cargas desde antes y se consolida la relación sin saber que esta va a ser perjudicial». 

Denunciar la violencia de género

Para noviembre de 2015, la fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, precisó que se habían registrado en el año 72.287 casos de violencia contra la mujer, muchos de estos casos fueron solicitando medidas de protección[3]. La cifra es alarmante, pero más lo es el hecho de que, según Carrillo, de 10 mujeres violentadas, solo 1 llega a poner la denuncia, mientras que el porcentaje de casos que llega al Tribunal Supremo de Justicia es inferior al 20%.

Una de las cosas que recomienda Mayela Carrillo, como psicoterapeuta, a todas las mujeres víctimas de violencia es que rompan el silencio, que construyan relatos de vida que les ayude a ubicarse como personas, sin ver al hombre como a un enemigo, sino como a alguien que es simplemente diferente.

Para aquellas mujeres que sufren violencia de género, existen varias instancias (del Estado y de la sociedad civil) a las que pueden acudir por protección psicológica, apoyo, asesoramiento o para denunciar, entre ellas sedes del Ministerio Público, Inamujer, Centro de Estudios de la mujer de la Universidad Central de Venezuela (UCV), PLAFAM o No Permitas Malos Tratos.

Lo más importante es comprender que las relaciones no son para que alguien mande y el o la otra obedezca. «Debemos ser iguales en derechos; mientras no comprendamos que son más las cosas en común que nuestras diferencias, no podremos relacionarnos con respeto». La violencia de género es un delito penalizado por la ley, son actos injustificados que no deben ocurrir ni mucho menos repetirse, que deben ser debidamente denunciados y sancionados. Ninguna mujer, bajo ningún concepto, merece ser maltratada, violentada ni menospreciada.

 

Por Yeidy Sanmartín y Alexandra Perdomo (@amnistia)