Viernes, 13 de enero, 2017

Twitter, Facebook, WhatsApp. Gente joven, activistas y movimientos de protesta utilizando Internet y móviles. Éstas son las imágenes que generalmente nos vienen a la mente cuando hablamos de la tecnología como catalizador del cambio social. Esto es sólo el principio: en los próximos 10 o 20 años las tecnologías emergentes cambiarán la esencia de nuestras sociedades. Estamos ante un cambio revolucionario.


Por Sherif Elsayed-Ali, jefe de tecnología y derechos humanos para Amnistía Internacional

Internet y los móviles han cambiado para siempre la forma en que la gente se comunica, comparte información y se organiza. Allí donde ha llegado, Internet ha introducido una nueva realidad donde la interacción humana es fundamentalmente diferente a nada que haya habido antes. La mitad de la población mundial está hoy conectada a Internet e iniciativas como el proyecto Loon de Google y los drones de Facebook podrían proporcionar conexión de Internet a todos los habitantes del planeta.

 

Al mismo tiempo, las tecnologías exponenciales, como la inteligencia artificial, la robótica y la biología sintética, se generalizarán y tendrán un gran impacto en la vida y en los derechos de las personas. A continuación se describen cinco áreas en las que estas tecnologías transformarán los derechos humanos en el futuro:

 

1. Los datos y la privacidad

 

El Internet de las cosas nos obligará a replantearnos el significado de privacidad. Se estima que para el año 2020 habrá entre 20.000 y 30.000 millones de dispositivos y, posiblemente miles de millones más de sensores, conectados a Internet. Con el tiempo, la norma será que cualquier aparato, coche o dispositivo recopile información sobre su uso y su entorno. La privacidad no está muerta, pero tampoco significa lo mismo para todo el mundo: aunque siempre querremos mantener ciertas cosas en el ámbito privado, será cada vez más difícil. La sociedades tendrán que reconsiderar el significado de privacidad a varios niveles.

Colocar sensores inteligentes en las casas, en las ciudades e incluso en el campo puede ayudar a reducir el uso de energía, a controlar la seguridad de las infraestructuras y a aprovechar al máximo el uso de las carreteras, pero para ello los sensores tienen que recopilar muchos datos. El análisis de grandes cantidades de datos por medio de inteligencia artificial para, por ejemplo, mejorar los diagnósticos médicos, puede tener grandes beneficios, pero también tiene consecuencias sobre la privacidad. Para aprovechar plenamente el Internet de las cosas necesitamos sistemas sólidos de protección de datos —no sólo leyes, sino también codificación, ciberseguridad y control—. En cada país, la ciudadanía tendrá que debatir abierta y públicamente sobre el significado de la privacidad y qué esperan que sus gobiernos protejan y las empresas respeten. Para contar con un apoyo importante por parte de la opinión pública, este debate sobre la privacidad debe ir más allá de los estrechos límites de la “seguridad nacional”.

A menudo, la privacidad se entiende en el contexto de los pensamientos o las acciones privadas de una persona o en relación con su interacción con los demás, pero la gente ya confía gran parte de sus vidas privadas a sus dispositivos. La idea de que los dispositivos, como los teléfonos inteligentes, sean una extensión digital de nosotros mismos y la dependencia que ello conlleva se acentuará a medida que la inteligencia artificial se desarrolle y la interacción entre humanos y máquinas se haga más intensa. El concepto de privacidad, por lo tanto, también se debería abarcar la interacción entre humanos y máquinas, es decir, la privacidad no debería existir sólo en relación con una persona o entre un grupo definido de personas, sino también como parte fundamental de la relación entre una persona y los dispositivos que utiliza. Esta es una prueba decisiva para el sector privado:¿Podrán las empresas ofrecer productos y servicios en los que la gente confíe lo suficiente como para considerar que la interacción con ellos es privada?

 

2. La actuación policial y la justicia penal

 

La actuación policial predictiva será una realidad. No hay nada nuevo en la recopilación y uso de inteligencia por parte de los organismos encargados de hacer cumplir la ley para detectar dónde se planea un delito y tratar de detenerlo antes de que ocurra. Sin embargo, la actuación policial predictiva podría llevar este concepto aún más lejos —bastante más— mediante la identificación de personas o grupos que podrían cometer un crimen incluso antes de que tuvieran la intención de cometerlo. Algunas fuerzas policiales de EE. UU. y Reino Unido ya están utilizando o probando la actuación policial predictiva, que supone utilizar información existente sobre delitos cometidos en el pasado e inteligencia artificial para detectar las probabilidades y el lugar del delito antes de que ocurra. En su corta historia, esta técnica ha recibido muchas críticas; principalmente, que puede acentuar sesgos existentes contra minorías raciales y religiosas. Ha habido muchas peticiones para que los algoritmos se diseñen con estándares más rígidos de forma que se reduzca la posibilidad de parcialidad o discriminación.

Pero hay una cuestión mucho más importante que debe resolverse: la actuación policial predictiva modifica fundamentalmente los conceptos de inocencia y culpabilidad. Si se trata a la gente como delincuentes cuando ni siquiera han tenido la intención de cometer un delito, sería como vivir en el mundo representado en la película Sentencia previa, pero cambiando los improbables mutantes precognitivos por la inteligencia artificial, que está mucho más difundida y es más eficaz.

 

3. El trabajo y los derechos de los trabajadores

 

La tecnología trastoca a las empresas de forma fundamental. Uber puede ser el ejemplo más conocido de un modelo empresarial completamente nuevo basado en las tecnologías modernas que ha alterado radicalmente a un sector establecido, el de los taxis, pero no es el único caso. Estos nuevos modelos empresariales están cambiando las relaciones laborales de forma significativa.

Con el crecimiento de la economía gig (también denominada economía de “bolos” o economía de pequeños encargos) en muchos países, se están recortando los derechos laborales. Ya sea Uber u otros, millones de personas se ganan la vida trabajando para una empresa a la que no se considera legalmente como su empleador, con pocas, o ninguna, de las garantías que tienen los trabajadores fijos. Todo apunta a un aumento en los contratos de cero horas y otras formas de relaciones laborales “flexibles”, propiciado por la tecnología. Mientras esta tendencia continúe, los sindicatos y la negociación colectiva en general se debilitarán: una mano de obra más temporal y fluida es más difícil de organizar y, algo que es crucial, los trabajadores competirán cada vez más con máquinas.

De cara al futuro, la perspectiva de un aumento en la automatización de los puestos de trabajo puede significar que las máquinas realicen algunos de los trabajos actuales que entrañan peligro y condiciones abusivas, pero este es un pequeño consuelo en un futuro en el que la automatización puede suponer la pérdida de cientos de millones de puestos de trabajo.Y esto no afectará sólo a los trabajos manuales: también desaparecerán muchos trabajos de oficina, lo que creará riesgos enormes para el derecho al trabajo y las condiciones de vida. El ritmo acelerado de automatización pondrá en peligro un alto porcentaje de trabajos en todo el mundo, si bien ese peligro será mayor en los países en desarrollo. Según un análisis de la Universidad de Oxford y del Banco Mundial, el 35% de los puestos de trabajo en Reino Unido podrían automatizarse; en los países de la OCDE, el 57% de los puestos de trabajo corre peligro, el 77% en China y el 85% en Etiopía. El cambio será muy rápido: un informe reciente realizado por la empresa de estudios de mercado Forrester concluía que para el año 2021 el 6% de los puestos de trabajo en EE. UU. se habrá automatizado.

Si bien se crearán nuevas categorías laborales, con toda probabilidad el ritmo de los cambios tendrá un profundo impacto en nuestras sociedades y los derechos relacionados con el empleo. Podría haber un aumento significativo en el desempleo porque los nuevos trabajos requieren menos mano de obra o no se crean con la suficiente rapidez. ¿Seremos capaces de adquirir nuevas capacidades que nos permitan evitar el desempleo de larga duración —y recibiremos el apoyo necesario para lograrlo—? Los gobiernos tendrán que plantearse seriamente la introducción de una renta básica universal, una idea que podría sonar a utopía de la izquierda, pero que los economistas ortodoxos están reconsiderando vivamente.

Si una máquina puede hacer tu trabajo, quizá tu única opción para evitar la automatización sea aceptar un salario más bajo y menos seguridad laboral. Esto sólo servirá para retrasar lo inevitable; con el tiempo, los costes bajarán hasta el punto que incluso contratar a trabajadores con salarios bajos no será rentable desde el punto de vista económico.

 

4. La desigualdad

 

Los indicadores de desarrollo global no dejan de mejorar; la pobreza extrema, la desnutrición y la mortalidad materna están en retroceso, mientras que el acceso a la educación y el agua potable aumentan. Si bien no avanzamos tan rápido como debiéramos, en los últimos 25 años ha habido un progreso significativo y debería continuar en el futuro. Pero, al mismo tiempo, ha habido un aumento en la desigualdad de ingresos. La desigualdad económica seguirá aumentando dentro de los países, lo que conllevará un aumento de las tensiones sociales y de la inestabilidad política, salvo que se establezcan políticas fiscales y de redistribución de la riqueza más justas.

Si bien la tecnología hará que lo esencial sea más asequible para mucha gente, también contribuirá a crear una nueva clase social que substituirá a los súper ricos de hoy —pensemos en viajes espaciales y trasplantes de órganos fabricados con impresoras 3D—. Un mundo con una nueva clase de “los que tienen de todo” creará resentimiento e inestabilidad política, a menos que los gobiernos y las empresas finalmente decidan actuar con más responsabilidad;deben eliminarse sin dilación las medidas de austeridad perjudiciales, la evasión fiscal y la ausencia de rendición de cuentas de algunas prácticas empresariales.

La desigualdad entre países posiblemente también aumentará. Para muchos países la industrialización ha sido la vía al desarrollo en el siglo XX; empezando normalmente con industrias manufactureras con uso intensivo de mano de obra, seguidas por industrias de exportación de nivel superior. Gracias a la automatización y a los sistemas de fabricación aditiva una empresa con sede en EE. UU. podría restablecer la fabricación de sus productos en el país con un menor impacto en los costes, si lo hubiera. A medida que aumente el desempleo habrá presiones políticas, y posiblemente incentivos, para restablecer la fabricación de productos en los países más ricos, aunque en las nuevas fábricas haya menos trabajos para los humanos. Si esto ocurriera a gran escala, los cambios en la estructura de la economía y el comercio globales tendrían profundas repercusiones en los países en desarrollo, que deberían encontrar nuevas vías de desarrollo y de creación de riqueza; de no lograrlo, caerían en la inestabilidad económica y política.

Por último, la presión sobre el empleo en el futuro posiblemente afecte a la igualdad de género. Los avances hacia la igualdad salarial y la igualdad de acceso a las oportunidades económicas para la mujer han sido sumamente lentos. En un mundo con menos trabajo, existe un peligro real de que veamos un retroceso en los pequeños avances logrados hasta la fecha. Serán necesarias medidas políticas serias para evitarlo.

 

5. La agitación y los conflictos

 

Indirectamente, el desarrollo tecnológico también podría llevar a muevas situaciones de conflicto y agitación política. Los países que dependen excesivamente del petróleo y el gas como principal fuente de ingresos nacionales podrían sufrir grandes pérdidas económicas como consecuencia de la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovable. En Arabia Saudí, los sectores del petróleo y el gas representan el 50% del PIB y el 85% de los ingresos de exportación, en Venezuela el 95% de los ingresos de exportación provienen del petróleo y en Rusia los impuestos relacionados con el petróleo representaron el 50% del total de ingresos fiscales en 2014. En los últimos dos años, éstos y otros países se han visto afectados por la caída en el precio del petróleo y su situación se podría agravar aún más en el futuro.

La caída de los precios de la energía solar y eólica y su mayor utilización (están ganando contratos sin subvenciones frente a los combustibles fósiles), junto con el desarrollo de sistemas domésticos de almacenamiento de energía renovable y una revolución del coche eléctrico podrían reducir aún más la demanda de combustibles fósiles.

Consciente de este riesgo, a principios de este año Arabia Saudí ha puesto en marcha un ambicioso plan para diversificar su economía que tiene como objetivo triplicar en sólo cinco años sus ingresos obtenidos de actividades no relacionadas con el petróleo. Otras economías dependientes del petróleo también tendrán que cambiar. Un descenso en el uso del petróleo en el futuro desestabilizará seriamente las economías que todavía dependen en gran medida de los ingresos derivados de combustible fósiles. La historia nos demuestra que, a menudo, un declive económico puede dar lugar a inestabilidad política debido a una caída del nivel de vida y un aumento de las tensiones sociales que, a su vez, podría generar violencia.

En caso de guerra entre países, la naturaleza misma de los conflictos cambiará, ya que la guerra se librará con máquinas autónomas y semiautónomas. A menos que se prohíbasu desarrollo, pronto veremos “robots asesinos” totalmente autónomos en zonas de guerra. Hoy en día se utilizan máquinas semiautónomas, como los drones, en conflictos armados, pero la decisión de “matar” está en manos de los humanos. La diferencia entre máquinas autónomas y semiautónomas es enorme, no ya porque las máquinas sirven para matar gente (como ha ocurrido siempre en una guerra), sino porque la inteligencia artificial matará a personas. Esto supondrá el incumplimiento de uno de los principios morales más importantes en el desarrollo de la inteligencia artificial: que los robots no deben diseñarse para matar o herir a seres humanos. Este principio, que se remonta a la obra de Isaac Asimov Las tres leyes de la robótica, ha sido una parte importante de los muchos esfuerzos serios que se han llevado a cabo para guiar la rápida expansión de la industria de la inteligencia artificial. Si este principio se viola en los conflictos armados, inevitablemente se encontrará la forma de hacerlo en la esfera de la aplicación de la ley y en el sector de la seguridad privada. Y lo que es más peligroso, incentivará el desarrollo de una industria consagrada a la creación de máquinas de matar autónomas mejores y más eficientes.

A modo de conclusión

 

Aunque he hablado sobre muchos de los posibles impactos negativos de las nuevas tecnologías, mi intención no es mostrar un futuro negro. Creo que las nuevas tecnologías ayudarán a resolver muchos de los problemas del mundo actual, desde el cambio climático a las enfermedades, pero otros problemas persistirán y aparecerán otros nuevos. El desafío para los derechos humanos es avanzar al mismo ritmo que los cambios que se avecinan. Como la mayoría de los sistemas legales y políticos, el sistema internacional de derechos humanos ha sido muy lento en adaptarse a los cambios tecnológicos, pero ha logrado seguir siendo pertinente porque el cambio ha sido gradual. No va a ser así en el futuro.

Lo que hace que este periodo sea diferente es que el ritmo del progreso tecnológico no se parece a nada que hayamos visto hasta ahora. Nos va a tomar por sorpresa, no importa lo preparados que estemos.Tendemos a pensar de forma lineal: cuando proyectamos el futuro, nos imaginamos que en cinco años las cosas serán más o menos tan diferentes como lo son hoy comparado con hace cinco años. Pero una serie de tecnologías, desde la inteligencia artificial hasta la robótica, los sistemas de fabricación aditiva (impresiones en 3D) y la biología sintética, están avanzando de forma exponencial y van a cambiar en esencia la vida de las personas y nuestras sociedades. El sistema internacional de derechos humanos, al igual que los sistemas jurídicos y políticos nacionales, tendrán que adaptarse muy rápido o serán irrelevantes.

 


Este blog forma parte de SPARK!, una serie de artículos sobre el presente y el futuro de los derechos humanos que analizan las tendencias y promueven nuevas ideas.