Miércoles, 11 de octubre, 2017

İdil Eser, directora de Amnistía Internacional en Turquía, fue detenida hace poco más de 100 días junto con otros nueve defensores y defensoras de los derechos humanos por absurdos cargos de terrorismo.


Imagina que das una fiesta y no se presenta nadie.

Hoy no existe el peligro de que suceda eso, ya que se espera que miles de personas se reúnan para celebrar el cumpleaños de la defensora de los derechos humanos Idil Eser. Sólo faltará una persona: la propia Idil.

En lugar de participar en una de las más de 200 fiestas de cumpleaños que se van a celebrar en 27 países de todo el mundo, Idil pasará su cumpleaños en la sección de máxima seguridad de la prisión de máxima seguridad de Turquía.

İdil, directora de Amnistía Internacional en Turquía, fue detenida hace poco más de 100 días junto con otros nueve defensores y defensoras de los derechos humanos por absurdos cargos de terrorismo. El domingo pasado, en un alarmante movimiento, un fiscal turco presentó un acta de acusación formal en la que pedía penas de hasta 15 años de prisión para el grupo conocido como “Los 10 de Estambul”. También sugirió lo mismo respecto al presidente de Amnistía Internacional Turquía, Taner Kiliç, detenido un mes antes por los mismos ridículos cargos.

Durante más de dos meses después de su detención, a İdil no le permitieron recibir visitas personales y, pese a la avalancha de mensajes y tarjetas de cumpleaños que nos han enviado personas movidas por los buenos deseos, no le permiten recibir correo.

El austero entorno de la prisión de Siviliri —el complejo penitenciario más grande de Europa— esta lejísimos de la manera en que Idil pasa normalmente su cumpleaños. Normalmente va a uno de sus restaurantes favoritos rodeada de amigos y amigas, con quienes comparte buena comida, vino y risas antes de regresar a su acogedor apartamento y a sus tres gatos, a los que adora.

Admite que su aislamiento es muy duro, compartiendo celda con otra mujer y sin poder hablar con los otros defensores y defensoras de los derechos humanos, como Özlem Dalkıran, que fueron detenidos con ella. Özlem está a sólo tres puertas, pero si quiero saber algo de ella tengo que buscarlo en los periódicos”, contó el mes pasado.

Sin embargo, el espíritu de Idil no se ha venido abajo. “No he cometido más delito que defender los derechos humanos”, dice. “Mi estancia en prisión ha hecho que me sienta aún más comprometida con la defensa de mis valores. No voy a ceder.”

Idil es consciente de que el motivo por el que ella y los demás defensores y defensoras de los derechos humanos –conocidos como Los 10 de Estambul– están entre rejas forma parte de un intento organizado de silenciar las voces críticas en Turquía. Desde el fallido intento de golpe de Estado de julio de 2016, se han abierto investigaciones penales contra unas 150.000 personas.

Durante el último año, más de 180 medios de comunicación han sido cerrados, y se calcula que 2.500 periodistas y otros trabajadores de medios de comunicación han perdido su empleo. Más de 140 periodistas y trabajadores de medios de comunicación están en prisión en espera de juicio.

Disentir se ha convertido en una actividad peligrosa en Turquía, y ahora incluso se ataca a los defensores y defensoras de los derechos humanos.

La detención de defensores y defensoras de los derechos humanos tenía la clara intención de transmitir el mensaje de que la disidencia no se tolerará en Turquía. Pero el valor de İdil y sus colegas, y el apoyo que han reunido en todo el mundo, han enviado un mensaje más luminoso: que las voces críticas no se pueden silenciar.

Hoy habrá fiestas de cumpleaños en ciudades y pueblos de todo el mundo: desde el Parlamento Europeo hasta una prisión improvisada en Madrid. En estas festividades habrá figuras de papel a tamaño real de Idil para destacar su ausencia.

Idil nunca fue de esas personas que ansían ser el centro de atención. Al contrario, lo que la impulsa es su deseo de lograr un cambio positivo en la vida de la gente e incrementar la conciencia sobre la importancia de los derechos humanos en Turquía.

En una carta enviada el mes pasado a sus simpatizantes, Idil daba muestras de su buen humor característico, pero admitía: “Echo de menos la música, a mis gatos, estar con mis amigos y hacer mi trabajo”.

En el día de hoy, personas de todo el mundo piensan en Idil y formulan un deseo colectivo de cumpleaños: que las autoridades turcas pongan en libertad inmediata e incondicional a Idil y a sus colegas y pongan fin a la brutal represión posterior al golpe que está arrasando el país.

 

Por Fotis Filippou, director de Campañas de Amnistía Internacional para Europa.