Miércoles, 30 de mayo, 2018

Los debates nacionales que desencadenan el cambio dependen a menudo de la valentía de una mujer o de una familia que rompe ese silencio, revelando, desde una experiencia personal y desgarradora, las demoledoras consecuencias de limitar el acceso a este servicio de salud vital


La semana pasada, el pueblo irlandés decidía en un referéndum histórico si se derogaba la Octava Enmienda a la Constitución del país, que prohíbe el aborto en casi todas las circunstancias.

El resultado fue una arrolladora victoria de las personas partidarias del sí, pues casi todas las circunscripciones del país votaron a favor de derogar la ley, rechazando así la idea de que el aborto es una cuestión divisiva. Pero persiste la realidad de que las reformas sobre el aborto se ganan con mucho esfuerzo.

El aborto es un servicio de salud rutinario y habitual: uno de cada cuatro embarazos termina con esta intervención. Pero a pesar de ello, hay un enorme silencio en las conversaciones públicas en torno al aborto y las historias de las mujeres y niñas que se han sometido a él.

Los debates nacionales que desencadenan el cambio dependen a menudo de la valentía de una mujer o de una familia que rompe ese silencio, revelando, desde una experiencia personal y desgarradora, las demoledoras consecuencias de limitar el acceso a este servicio de salud vital.

Tomen por ejemplo el caso de Savita Halappanavar, que acudió al servicio de urgencias del Hospital Universitario de Galway cuando estaba embarazada de su primer hijo, en 2012. Allí le dijeron que iba a tener un aborto espontáneo y que existía el riesgo de infección. Los médicos informaron a Savita y a su familia de que, debido a la legislación, no podían intervenir hasta que su vida corriera peligro, y se negaron a practicarle el aborto que pidió. Como consecuencia de esta denegación de atención médica urgente, Savita murió.

“Fue el fin del mundo”, dijo Praveen, el esposo de Savita, tras la muerte de ésta. “Ella quería vivir, tener bebés [...] Aún no puedo creer que no esté con nosotros. No nos podemos creer que pasaría algo así en el siglo XXI”.

La investigación sobre su muerte concluyó que la restrictiva posición constitucional de Irlanda sobre el aborto había sido un factor coadyuvante. El presidente independiente de la investigación, el profesor Sabaratnam Arulkumaran, confirmó ante una comisión del Parlamento irlandés en octubre de 2017 que, de no haber sido por la posición legal, se le habría practicado la interrupción del embarazo. Añadió: “Nunca habríamos sabido de ella y hoy estaría viva”.

Como era de esperar, a la gente le indignó el carácter totalmente evitable de la trágica y prematura muerte de Savita. Cuando su familia dio a conocer con valentía su historia, ésta ganó enseguida los corazones de la opinión pública irlandesa, contribuyendo así a preparar el camino para el histórico referéndum de Irlanda. Hubo marchas al Parlamento, torrentes de mensajes indignados en las redes sociales y, quizá lo más importante, un ajuste de cuentas tardío en los medios de comunicación irlandeses, donde otras mujeres empezaron a dar a conocer sus propias experiencias a manos de este sistema cruel y anticuado.

Tara Flynn, actriz, humorista y escritora irlandesa, fue una de las primeras mujeres que rompieron el silencio contando públicamente su historia sobre el aborto cuando contó con valentía su historia en un evento para la campaña global de Amnistía Internacional sobre los derechos sexuales y reproductivos Mi Cuerpo Mis Derechos, en 2015.

Estas conversaciones influyeron sin duda en el resultado de la votación. Las encuestas de salida la noche del referéndum mostraron que los factores que más influyeron en el voto fueron las historias personales de mujeres que habían divulgado los medios de comunicación y las experiencias de personas conocidas.

Sin duda, cuando acudió a las urnas, la gente tenía en mente la historia de Savita y las de mujeres como ella. Aunque estas situaciones son extremas, crean el espacio para un debate público más compasivo para todas las personas. Estas conversaciones tienen una importancia fundamental para las mujeres corrientes que lidian cada día con las preguntas urgentes en torno al aborto.

Estos casos dan a conocer a mujeres sobre las que pesan los riesgos y problemas insostenibles asociados a la restrictiva ley y el estigma social que rodea el aborto, lo que las obliga a viajar al extranjero para recibir una atención médica vital, a comprar ilegalmente en Internet medicamentos abortivos y a usarlos sin la debida supervisión médica, o a recurrir a otras formas de aborto peligroso.

La tendencia general es que los países del mundo reformen sus leyes y eliminen los obstáculos administrativos y prácticos para hacer más accesible el aborto sin riesgos. Sin embargo, hay Estados que conservan marcos jurídicos discriminatorios y peligrosos, donde, de nuevo, es la valentía y la desesperación de mujeres concretas las que han abierto un debate público sobre el aborto.

En El Salvador, los casos de María Teresa Rivera y Teodora del Carmen Vásquez han puesto al país en el punto de mira. Ambas mujeres fueron encarceladas injustamente en El Salvador tras sufrir complicaciones en el embarazo. Este país es una de las pocas naciones que mantiene la prohibición total del aborto, y el estigma que existe en torno al aborto es tan extremo que las mujeres que sufren un aborto espontáneo son inmediatamente sospechosas.

María Teresa fue condenada a 40 años de cárcel. Tras ser excarcelada, vive actualmente en Suecia, donde le han concedido asilo debido a la persecución a que la someten las draconianas leyes sobre el aborto. María Teresa lucha contra la penalización del aborto y envió un conmovedor mensaje de solidaridad a las mujeres de Irlanda, pidiendo a la población que votara “sí” a la reforma de la Constitución.

Teodora, que ha salido en libertad este año, se ha comprometido a luchar por las mujeres encarceladas injustamente, como ella y María Teresa. “Este es el momento de alzar la voz. Con la situación en la que estamos, dentro de unos años ser mujer en El Salvador será delito”.

Cada mujer que alza la voz y busca justicia libera a otras para hagan lo mismo. Han cautivado la imaginación del público y nos han recordado a todas las personas las circunstancias insostenibles y peligrosas en torno al aborto que muchas mujeres sufren aún innecesariamente y a las que debemos poner fin.

Como muestran los resultados arrolladoramente positivos del referéndum de Irlanda, las cosas no volverán a ser nunca igual gracias a estas mujeres. Gracias a su valentía, la vergüenza que rodea el aborto se ha desplazado al lugar al que pertenece realmente: al Estado, por negar el acceso a un aborto sin riesgos.

Por Esther Major, asesora general de Investigación, Europa, en Amnistía Internacional.