Lunes, 24 de mayo, 2021

Estados Unidos registró sus mayores protestas de la historia de la existencia del país


Por: Kristina Roth y Alli McCracken Jarrar

El 25 de mayo de 2020 fue un día que cambió el mundo para siempre. El agente Derek Chauvin y otros tres agentes de la policía de Mineápolis torturaron y ejecutaron extrajudicialmente a George Floyd. Darnella Frazier, una joven negra de 17 años, filmó el asesinato, publicó el vídeo y el planeta entero estalló de rabia ante otro homicidio policial más de un hombre negro en Estados Unidos. George Floyd era un padre, un hermano, un hijo, un compañero y un amigo. Su vida fue interrumpida por una llamada a la policía por un billete supuestamente falso.

El vídeo del asesinato de George Floyd a manos de unos agentes de policía de Mineápolis conmocionó al mundo, pero el control policial abusivo y excesivo de las personas negras por funcionarios encargados de hacer cumplir la ley es tan antiguo como el propio control policial en Estados Unidos. En el Sur, la profesión policial tiene sus orígenes en las brutales patrullas creadas por los amos de esclavos para recuperar, golpear, castigar y a menudo matar su propiedad: los cuerpos negros.

El racismo sistémico antinegro está en el centro del vigente sistema legal penal estadounidense, como queda de manifiesto en los homicidios de personas negras e indígenas, cuyo número es desproporcionadamente alto en relación con los relativos a otras razas. En Estados Unidos, persisten dos sistemas de justicia: uno en el que por delitos menores algunas personas son multadas y otro en el que son asesinadas y en el que las personas de piel oscura pueden ser percibidas como una amenaza simplemente por ser.

La vida de George Floyd fue una de las más de 1.000 vidas que arrebatan cada año agentes encargados de hacer cumplir la ley en Estados Unidos. George Floyd fue otra persona arrancada a su familia por la violencia que afecta a las comunidades negra, indígena y parda cada día.

George Floyd debería estar vivo hoy.

La violencia policial es la causa principal de muerte de los varones jóvenes en Estados Unidos, donde alrededor de 1 de cada 1.000 hombres negros puede contar con que va a morir a manos de la policía. Entre 2015 y 2020,  hay constancia de que el 30% de las personas que murieron por disparos de la policía mostraban signos de enfermedad mental. Pese a estos sombríos índices de violencia, la mayoría de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no rinde cuentas por homicidios ilegítimos y puede hacer uso excesivo y a veces letal de la fuerza con impunidad, sobre todo contra personas negras. Entre 2005 y 2019, sólo tres funcionarios encargados de hacer cumplir la ley estatales o locales fueron declarados culpables de asesinato en casos de fuerza letal.

Hasta en el contexto de una pandemia, tras el asesinato de George Floyd, la gente salió a la calle para protestar contra la violencia policial, la discriminación racial y la lacra de la supremacía blanca, incluso en muchos países construidos sobre cimientos coloniales. Estados Unidos registró sus mayores protestas de la historia de la existencia del país. Desde  Indonesia hasta Nueva Zelanda, pasando por Suiza y Argentina y más allá, la ciudadanía emprendió diferentes tipos de acción, tanto en Internet como fuera de Internet, para exigir justicia para George Floyd y mostrar solidaridad con el derecho de las personas negras a sobrevivir a las interacciones con los organismos encargados de aplicar la ley y con la lucha del movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.

También actuó para exigir el fin del racismo y de las actuaciones policiales discriminatorias y la violencia policial en sus propios países. Desde el movimiento #EndSARS, contra la Unidad Especial Antirrobos (SARS) de Nigeria, a las protestas contra la violencia policial en Puerto Rico, la represión del Estado es escalofriantemente ubicua en todo el mundo.

Para conmemorar el primer aniversario del asesinato de George Floyd, personas de todo el movimiento de Amnistía Internacional han compartido sus experiencias del levantamiento global. Estas historias de 13 países de todo el mundo muestran el gran alcance del dolor y la indignación que sintieron personas de todo el planeta tras el asesinato de George Floyd y cómo la violencia en la aplicación de la ley destroza comunidades locales en todo el mundo.

También muestran que este movimiento es un esfuerzo realmente global: el racismo y las violaciones de derechos humanos de la policía en Estados Unidos son terribles, pero son problemas globales que afectan a todos los países y exigen un esfuerzo global para acabar con ellos. La gente ha dado un paso adelante y nada podrá detener el movimiento.