Lunes, 30 de junio, 2025
Hernández, Daniel
Al momento de intervenir en una situación de violencia basada en género es fundamental priorizar la recuperación de la víctima. Crear espacios seguros y sin prejuicios es el punto de partida para reconstruir el mundo de la persona afectada
En un contexto social complejo y sensible, donde las tensiones previas y globales impactan directamente en la vida diaria, la situación de las mujeres en Venezuela se torna particularmente vulnerable. Así lo afirma Mayela Carrillo, defensora de los derehos humanos, experta en resolución pacífica de conflictos y fundadora de la ONG “No Permitas Malos Tratos”, quien, desde su experiencia personal y profesional, se ha convertido en un pilar fundamental en la atención y acompañamiento de víctimas de violencia basada en género.
Carrillo define la violencia contra las mujeres como "toda aquella adversidad, confrontación, situación, baches con los que la mujer se encuentre e imposibilitan el desarrollo natural, amigable de la vida diaria". Esta realidad, sumada a la situación socioeconómica actual, empuja a muchas mujeres a vivir en un estado de indefensión, donde la capacidad de sortear las vicisitudes depende en gran medida de su formación e información.
Sistemas organizados por traumas y la brecha del conocimiento
La periodista enfatiza la importancia de comprender el funcionamiento de los sistemas organizados por traumas, estructuras diseñadas para abordar las necesidades de personas que han experimentado eventos traumáticos y promover su recuperación. Estos sistemas involucran la coordinación de servicios y profesionales, así como la implementación de prácticas informadas sobre el trauma. Se componen de tres elementos clave: el victimario, la víctima y los protectores, quienes son personas del entorno con la obligación de actuar.
Sin embargo, Carrillo subraya que el mayor desafío radica en la "falta de conocimiento general sobre cómo funcionan estos sistemas y la forma en la que pueden actuar", así como la desinformación entre el propio personal encargado de implementarlos. Para un abordaje adecuado, es imperativo "saltar las barreras culturales y sociales", las cuales, a su juicio, perpetúan la violencia, las relaciones de desigualdad y la deficiente coordinación e investigación en los casos de las víctimas.
La evolución del fenómeno de la violencia y la salud mental
La investigación sobre las víctimas es crucial, ya que la realidad actual difiere sustancialmente de la de hace dos décadas. Mayela Carrillo, quien inició su labor en este campo en el año 2000, recuerda que en aquel entonces el acceso a la información y a los mecanismos de justicia era limitado, y la existencia de organizaciones de apoyo era incipiente.
La salud mental, definida por la OPS como "un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad", se ve directamente afectada por la violencia de género. Carrillo vincula la imposibilidad de una víctima de violencia para avanzar socialmente, desenvolverse en su entorno y compartir sus talentos profesionales con un grave deterioro de su salud mental. Esto, a su vez, distorsiona la percepción de la víctima sobre lo que es o no violencia, y afecta su capacidad de autocuidado y protección, resaltando la necesidad de comunicar adecuadamente la situación a su entorno.
De la experiencia personal a la acción colectiva
La ONG "No Permitas Malos Tratos" nace de la propia vivencia de Mayela Carrillo como víctima y sobreviviente de violencia basada en género, y de la ausencia de apoyo que experimentó en su momento. Durante su proceso de recuperación, identificó la necesidad de crear espacios que suplieran las carencias que ella experimentó, dando origen a un voluntariado. Esta iniciativa no solo surgió de su historia personal, sino de su aguda percepción de la situación de otras mujeres y su deseo de capacitarlas e invitarlas a unirse al voluntariado. Gracias a esta labor, se formaron mujeres "sensibles, empáticas y resilientes", motivadas a apoyar a otras en situaciones similares.
El crecimiento de la organización fue gradual. Inicialmente, a través de un programa de radio, Carrillo invitaba a víctimas de violencia a unirse en en la la plaza de Los Sauces, parroquia San José, Municipio Valencia, Edo Carabobo, para recibir apoyo. Con el tiempo, la asistencia se extendió a madres con sus hijos, familiares y la sociedad en general. La formación se amplió para incluir a profesores, educadores y profesionales de diversas áreas, quienes aprendieron a detectar los síntomas de la violencia. Así, el voluntariado creció, forjando conexiones con otras organizaciones hasta consolidar lo que hoy es "No Permitas Malos Tratos".
El año 2012 marcó un hito significativo, con un notable aumento de mujeres profesionales y jefas de hogar víctimas de violencia de género buscando ayuda, lo que llevó a Carrillo a documentar las manifestaciones y expresiones de la violencia en la salud mental. En una ocasión, ante la pregunta sobre la necesidad de una evaluación psicológica previa a la denuncia de violencia de género, Carrillo equiparó el testimonio de la víctima con el de un afectado en un accidente automovilístico: "el testimonio de la víctima es suficiente para que el órgano receptor tome la denuncia".
Derribando mitos y fomentando la confianza
Es alarmante, según Carrillo, la arraigada creencia de que "lo que ocurre dentro de la casa se queda en la casa", perpetuando el silencio y la ocultación de la violencia intrafamiliar. Citando una campaña de concientización, donde una mujer trotando era cuestionada si hacía ejercicio o huía, Carrillo resalta que "a veces el hogar no es el sitio más seguro para una mujer". La cosificación de la mujer como objeto o posesión de la pareja sigue siendo una problemática naturalizada, poniendo en riesgo la vida y la salud mental de quienes la padecen. Metafóricamente, describe la situación de estas mujeres como "caminar sobre vidrio molido".
La formación en resolución pacífica de conflictos es una disciplina que, a juicio de Carrillo, debe implementarse tanto en la prevención como en el abordaje de la violencia contra la mujer. Si bien el castigo al victimario es necesario, la prioridad debe ser la protección de la víctima. En Latinoamérica, es común priorizar la sanción del agresor, olvidando la atención integral a la víctima. La clave, para Carrillo, reside en la creación de "espacios amigables, cocreados, en los que se dejen de lado los prejuicios y sesgos".
El acompañamiento a la víctima es fundamental, sin juicios, para lograr la "restauración total de su vida" y transformar la experiencia traumática en algo útil. La confianza de la víctima, a menudo quebrantada por el trauma, debe ser reconstruida. "No Permitas Malos Tratos" cuenta con un programa llamado "Recuperar la Confianza", cuyo objetivo es "reconstruir" a la persona, permitiéndole reconectar con su entorno. La recuperación de la confianza es vital para detectar los ciclos de violencia, ser consciente del entorno, identificar la situación y empoderarse como vocero de su propia experiencia.
Desafíos en el acceso a la salud mental y propuestas de solución
Las mujeres víctimas de violencia frecuentemente manifiestan síntomas en su salud mental como ansiedad, depresión, estrés postraumático y trastornos del sueño. El aislamiento es una de las manifestaciones más comunes, con un retiro del entorno social y la cancelación de planes. Carrillo señala que las personas cercanas a la víctima pueden servir de indicadores y ofrecer ayuda sin confrontar directamente al victimario, facilitando información o contacto con organizaciones de apoyo.
En Venezuela, el acceso a servicios de salud mental para víctimas de violencia enfrenta múltiples obstáculos. La estigmatización de quienes buscan ayuda, la desinformación sobre las instituciones y los recursos disponibles, y la falta de preparación del personal son barreras significativas. La desinformación es, para Carrillo, el problema más grande, que podría mitigarse con campañas de concientización sobre la violencia basada en género y salud mental, además de la formación de equipos para la detección temprana. El estigma y el miedo prolongan un silencio que afecta la salud mental de la víctima, generando "mutismo selectivo" y autoexclusión.
La violencia, según Carrillo, es una escalada que suele iniciarse con la violencia psicológica, verbal o no verbal. Esta puede prolongarse por años, llevando a la víctima a naturalizar el abuso y dificultando la distinción de su propia situación. Las ONG, en este contexto, brindan un apoyo invaluable, basado en el acompañamiento sin juicios y el apoyo incondicional.
Un llamado a la acción para el estado y la sociedad
Mayela Carrillo hace un llamado al Estado Venezolano para que aumenten los servicios de salud mental para víctimas de violencia, capaciten al personal involucrado en el sistema y regulen las organizaciones de acompañamiento. La colaboración entre organizaciones de derechos humanos, profesionales de la salud y otras entidades es deficiente, por lo que es imperativo crear campañas y espacios de encuentro para estos actores. La academia es vital para la formación de profesionales, y los gremios, al aglutinar profesiones, pueden canalizar la experiencia de las organizaciones con personal capacitado.
El camino de Carrillo, desde sus estudios de derecho hasta su incursión en la psicoterapia y los derechos humanos, ha sido un viaje de constante aprendizaje y evolución. Entre sus mayores desafíos personales, menciona el "síndrome del impostor" y la búsqueda de personas que la ayudaran a reconstruir la confianza. Su método ha evolucionado hacia un "laboratorio de escucha", directo y empático, priorizando un ambiente seguro para la víctima.
Para Mayela Carrillo, la mayor gratitud de su labor es presenciar cómo las personas que ella o su equipo han atendido logran salir adelante y triunfar. "Los elogios se van con el tiempo, pero la ayuda brindada perdura en el tiempo y logra florecer e iluminar la vida de los demás", afirma. Finalmente, insta a no renunciar a la preparación continua ni al deseo de seguir apoyando a las víctimas y sobrevivientes de violencia basada en género.
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