Martes, 21 de junio, 2016

La situación de los casi 8.500 hombres, mujeres y menores de edad que están atrapados en las islas griegas es tan desesperada que ha provocado una visita del máximo representante diplomático del mundo. La visita “solidaria” a Lesbos del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el próximo 18 de junio volverá a poner de relieve la catastrófica realidad que viven las personas refugiadas y migrantes que están hacinadas en campamentos y durmiendo a la intemperie, mientras personas voluntarias trabajan sin descanso para mantener a flote su frágil salud y esperanza.


La situación de los casi 8.500 hombres, mujeres y menores de edad que están atrapados en las islas griegas es tan desesperada que ha provocado una visita del máximo representante diplomático del mundo. La visita “solidaria” a Lesbos del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el próximo 18 de junio volverá a poner de relieve la catastrófica realidad que viven las personas refugiadas y migrantes que están hacinadas en campamentos y durmiendo a la intemperie, mientras personas voluntarias trabajan sin descanso para mantener a flote su frágil salud y esperanza.

Llegaron a miles, huyendo de la guerra y la represión, con la esperanza de encontrar seguridad y una vida mejor en Europa. Ahora, sin mucho más que el inoportuno momento de su llegada, están atrapadas en medio de un vergonzoso trato entre la UE y Turquía. Abandonadas en desastrosas condiciones a las puertas del continente, su desesperación ante su futuro vacío va en aumento.

El mero hecho de que Ban deba hacer esta visita debería hacer a los dirigentes europeos sentirse avergonzados. Lo dice todo de las trágicas deficiencias del fallido acuerdo sobre migración entre la UE y Turquía que hace tres meses firmaron con gran propaganda.

En un informe de situación presentado el 15 de junioEl comisario europeo de Migración, Dimitris Avramopoulos, afirmaba que el acuerdo va por buen camino y está arrojando resultados. Entre ellos cabe destacar especialmente la aguda disminución de la afluencia de personas refugiadas a Europa a través de Grecia, que era un objetivo declarado desde que el acuerdo entró en vigor el 20 de marzo. Estadísticamente hablando, puede decirse que, de momento, va bien.

Pero esas estadísticas contradicen una realidad más profunda. La UE continúa haciendo depender el acuerdo de una postura peligrosamente falaz. Devolver solicitantes de asilo a Turquía se basa en la falsa pretensión de que es un país “seguro” para acogerlos. Pero lo único que al parecer sustenta esa pretensión es que Turquía y la UE así lo afirman.

Tan insustanciales garantías pueden sonar convincentes a los responsables en sus despachos de Bruselas y otras capitales europeas, o a los dirigentes a los que enseñaron a toda prisa una versión bastante artificial de los campos de refugiados de Turquía. Es posible que sólo estén mirando hacia otro lado de manera intencionada para no ver la verdad sobre el terreno. De uno u otro modo, el resultado final es el aplastamiento de las esperanzas y los derechos humanos de miles de personas atrapadas en las islas griegas, temiendo lo que les espera.

Hace muy poco conocí a Hani. Ex estudiante de económicas de 31 años, es uno de los muchos sirios que corren peligro de devolución a Turquía. Llegó a Quíos el 20 de marzo, fecha de entrada en vigor del acuerdo. Tuvo mala suerte: si hubiera llegado un día antes, quién sabe, tal vez se habría librado de la pesadilla que vive actualmente. Tres meses después continúa atrapado soportando penosas condiciones de vida, en espera de noticias sobre su solicitud de asilo. Mientras, abundan los rumores cargados por igual de promesas y amenazas. Hay ladrones al acecho del poco dinero que le queda, y la violencia estalla a cada tanto a medida que aumenta la desesperación de la gente. El día que conocí a Hani, me dijo que la idea de ser enviado de vuelta a Turquía le helaba el corazón.

No es el único. Ahmad, un ingeniero que había huido de Siria con su familia, me contó que, en Turquía, residentes locales habían insultado y golpeado a sus familiares ante sus propios ojos, sólo por ser sirios. También afirmó que, ese mismo año, su hermana había sido trasladada a la fuerza de Turquía a Siria con sus hijos. De nuevo, la sola mención de Turquía le hace estremecerse.

Es inmoral permitir que personas como Hani y familias como la de Ahmad vivan cada día con miedo y angustia. Es ilegal devolver personas refugiadas como ellas a Turquía, como ya han establecido los comités de apelaciones de Atenas. A pesar de ello, dos refugiados sirios que están detenidos actualmente en Lesbos podrían ser en breve las primeras personas devueltas a Turquía en contra de su voluntad desde que entró en vigor el acuerdo. Mientras,otros tres solicitantes de asilo en espera de expulsión han elevado sus casos al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, alegando que su devolución en aplicación del acuerdo UE-Turquía sería una violación del derecho de la UE.

La investigación de Amnistía Internacional ha puesto al descubiertopruebas verosímiles de que cientos y posiblemente miles de personas refugiadas y solicitantes de asilo en Turquía fueron enviadas de vuelta aAfganistán, Irak ySiria en numerosas ocasiones a finales de 2015 y principios de 2016. Esto constituye una violación manifiesta de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de 1951. Autoridades turcas señalan con razón que el país acoge mayor número de personas refugiadas que ningún otro. También es cierto que muchas de ellas viven en condiciones atroces y sin posibilidad de ver plenamente reconocida su condición de refugiadas. Es una realidad que la UE no puede ignorar.

Pretender que la actual disminución de las llegadas a Europa va a mantenerse es también otra falacia. Levantar el puente levadizo de la Fortaleza Europa sólo ha servido para elevar el costo humano al obligar a la gente a tomar rutas aún más peligrosas. Además, beneficia a las redes criminales dedicadas al tráfico de seres humanos que la UE ha prometido combatir.

Pero, en lugar de cambiar de rumbo, los dirigentes de la UE están haciendo que se extienda el paradigma en desarrollo que se esconde tras su acuerdo con Turquía. Con sus planes de estrechar su cooperación con Libia sobre temas migratorios, la UE corre el peligro de exacerbar los malos tratos generalizados y la detención indefinida en terribles condiciones que sufren miles de personas refugiadas y migrantes allí. Dado que esta crisis global de refugiados no tiene visos de remitir, hay que cortar de raíz estos sucios acuerdos.

Como en tantas ocasiones anteriores, esta semana el comisario Avramopoulos y otros responsables de la UE han vuelto a llenarse la boca hablando de la necesidad de vías legales y seguras de llegada a Europa para los refugiados. Pero ni el acuerdo de la UE con Turquía ni sus secuelas son la manera de hacerlo.

En lugar de delegar en otros sus responsabilidades en materia de protección de refugiados, la UE debe encontrar soluciones reales y duraderas que incluyan el reasentamiento efectivo en Europa de refugiados desde Turquía, a través de rutas legales y seguras, así como la reubicación en otros países europeos de los miles de refugiados que están ahora en Grecia.

Como el papa Francisco y otros antes que él, sin duda el secretario general Ban va a presenciar escenas de gran sufrimiento humano en el centro de detención de Moria, en Lesbos. Que una gran parte de las instalaciones del campo fueran destruidas por un incendio desatado en medio de los enfrentamientos que tuvieron lugar este mismo mes indica el grado de desesperación de sus residentes. Ban debería afirmar de manera inequívoca que el acuerdo entre la UE y Turquía es, clara e inadmisiblemente, el causante de gran parte de esta desesperación.

Muchos afirman que el acuerdo de la UE con Turquía se está tambaleando y podría venirse abajo. Sean cuales sean las causas de esta posible desaparición, es importante que los dirigentes de la UE reconozcan que ha sido inmoral e ilegal desde el primer minuto. El nuevo paradigma que intentan establecer no se sostiene: firmar acuerdos ilegales para conseguir los “resultados” deseados no es la manera de resolver sus problemas.

Europa puede y debe compartir la responsabilidad de proteger a las personas refugiadas para que cunda su ejemplo entre los países ricos de todo el mundo. Durante su visita a Lesbos, el secretario general Ban debe dejar claro que hacer menos que eso sería un fracaso legal y moral, y que la UE y sus Estados miembros deben cumplir sus obligaciones internacionales.

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