Lunes, 02 de julio, 2018

Amnistía Internacional, que respalda la demanda, ha hecho una evaluación independiente y cree que Shell animó a las autoridades en su campaña por acabar con las protestas, incluso tras saber que estaban cometiendo violaciones de derechos humanos


Hoy hace un año que Esther Kiobel pisó por fin los escalones del Palacio de Justicia de La Haya. Había tardado más de 20 años en llegar allí, pero acababa de presentar una demanda histórica contra el gigante petrolero Shell, al que acusaba de haber participado en la ejecución de su esposo, Barinem Kiobel., en 1995. Kiobel, ex funcionario del Estado, fue ahorcado por el gobierno militar nigeriano en el contexto de protestas generalizadas contra la contaminación por petróleo del delta del Níger.

“Lo amábamos profundamente”, dice Esther de su difunto esposo más de dos decenios después de la última vez que lo vio, en prisión. “Su espíritu clama todavía por justicia.”

En la década de 1990, Ogoniland, región petrolífera del delta del Níger de donde son los Kiobel, tenía una importancia económica enorme para Shell y para el gobierno nigeriano. Ambos fueron presa del pánico cuando, bajo la dirección del Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP) estallaron las protestas contra la destrucción ambiental causada por las operaciones de Shell.

Tras pedirle la petrolera “ayuda”, el gobierno militar de Nigeria lanzó una brutal campaña de represión contra las comunidades ogonis, que culminó con la detención de nueve hombres, entre ellos Barinem. Kiobel y el famoso escritor y activista Ken Saro-Wiwa, que fueron acusados falsamente de participación en el asesinato de cuatro jefes ogonis. Jamás se presentaron pruebas creíbles de ello, pero los nueve hombres fueron ahorcados tras meses de terribles malos tratos bajo custodia y de un juicio flagrantemente injusto.

Para Esther, la participación de Shell en todo este asunto es evidente: “A mi esposo lo mataron porque su Dios dio petróleo a su tierra”, afirma.

Así que, el año pasado, Esther presentó junto con Victoria Bera, Blessing Eawo y Charity Levula, cuyos esposos figuraban también entre los ejecutados, una demanda contra Shell, con centenares de páginas de datos para demostrar su presunta implicación en las violaciones de derechos humanos cometidas contra el pueblo ogoni.

Amnistía Internacional, que respalda la demanda, ha hecho una evaluación independiente y cree que Shell animó a las autoridades en su campaña por acabar con las protestas, incluso tras saber que estaban cometiendo violaciones de derechos humanos. Las demandantes piden una indemnización y una disculpa de Shell.

Se puede consultar información relativa a la investigación de Amnistía sobre el papel de Shell en las violaciones de derechos humanos cometidas en Ogoniland en la década de 1990 aquí

Llevar a una poderosa multinacional a los tribunales es un proceso largo y extenuante. Dada la imposibilidad de conseguir justicia en Nigeria, Esther presentó primeramente una demanda contra Shell en Estados Unidos en 2002, pero fue desestimada en 2015 por razones de jurisdicción. La nueva demanda se presentó en la propia jurisdicción de Shell, Países Bajos, pero surgieron nuevos obstáculos. En septiembre de 2017 el despacho estadounidense de abogados de Shell se negó a entregar más de 100.000 documentos internos que son decisivos para la demanda de Esther, y, dada la gravedad de las acusaciones es esencial que Shell revelé el resto de la información.

“Necesito que se oiga la verdad”, explica Esther. “Continuaré luchando aunque sea hasta mi último aliento para ver a mi esposo absuelto del delito que no cometió.”

Lo que resulta especialmente alarmante es que, más de dos decenios después de estos traumáticos acontecimientos, las operaciones de Shell continúan contaminando Ogoniland. Este mismo año, Amnistía Internacional ha determinado tras una innovadora labor de investigación que la petrolera sigue sin responder con suficiente rapidez a las notificaciones de derrame de petróleo, dejando a veces que el vertido continúe sin control durante meses seguidos. La organización ha encontrado también indicios de que Shell atribuye algunos derrames a actos de sabotaje a fin de no tener que pagar indemnización a las comunidades afectadas.

Esther huyó de Nigeria en 1996 y solicitó asilo en Estados Unidos, pero asegura que su familia y sus amistades continúan sufriendo en Nigeria la contaminación de Shell. “Toda la tierra y el agua donde pescamos están contaminadas. La gente muere, jóvenes, personas ancianas, niños. Shell tiene dinero para limpiar, pero se niega”, afirma.

En vez de realizar operaciones adecuadas de limpieza, Shell concentra el tiempo y los recursos en librar numerosas batallas legales relacionadas con sus prácticas irresponsables en todo el mundo. Actualmente hay más de 50 demandas pendientes contra Shell por su participación en casos históricos de abusos contra los derechos humanos, corrupción y destrucción ambiental. De Filipinas a Nigeria o Estados Unidos, los demandantes están determinados a ver a Shell comparecer ante la justicia por el daño que ha causado para obtener beneficios.

La petrolera niega su responsabilidad en todos estos casos. Esther cree que, a pesar de negarlo, Shell es plenamente consciente de la magnitud de daño que ha causado.

“Shell tiene dinero para reprimir la voz del pueblo”, dice. “Debe venir a enfrentarse a nosotros en los tribunales. Si no ha hecho nada por lo que deba venir a enfrentarse a nosotros en los tribunales [...] ¿que está ocultando? Quiero que el mundo sepa lo que Shell hizo y que la vea comparecer ante la justicia.”

Esther espera poner fin a decenios de impunidad para Shell Afirma que, aunque el proceso es lento, a ella le han dado fuerza los miles de activistas de Amnistía Internacional de todo el mundo que han actuado en su favor, enviando mensajes de solidaridad y firmando una petición en demanda de justicia.

“Amnistía Internacional y otras organizaciones de activistas de los derechos humanos nos han dado a mi familia y a mí una razón para vivir otra vez. Saber que personas como las de Amnistía luchan por mí me hace feliz”, asegura.

“Agradezco [a los activistas y las activistas] todo lo que han hecho por nosotros Les pido que continúen son su buen trabajo, defendiéndonos y ayudándonos a luchar contra la injusticia que está sufriendo nuestro pueblo

Esther está esperando todavía que su demanda contra Shell se vea en los tribunales. La batalla por la justicia que libra desde hace 22 años continúa.

Shell manifestó que las acusaciones de Amnistía Internacional sobre sus operaciones actuales son falsas, carecen de fundamento y no reconocen el entorno complejo en que las desarrolla. También rechaza la acusación de que apoyó la represión militar nigeriana llevada a cabo en Ogoniland en la década de 1990 y asegura que “no estuvo en connivencia con las autoridades militares para reprimir los disturbios en la comunidad y tampoco alentó ni defendió en absoluto ningún acto de violencia en Nigeria”.