Miércoles, 03 de abril, 2019

En lugar de actuar para proteger los derechos de la infancia, la clase política de Zimbabue se ha enfrascado en enredadas discusiones sobre si cambiar la legislación sobre el matrimonio implica también elevar de los 16 años la edad de libre consentimiento para mantener relaciones sexuales


Tendai[i] estaba embarazada de ocho meses cuando acudió por primera vez a un centro de salud para solicitar atención prenatal. Tenía entonces 17 años. A pesar de que había mantenido relaciones sexuales desde los 15 años, hasta ese momento había temido acudir a un centro público de salud para solicitar información o servicios de contracepción. Cuando le pregunté qué le asustaba, me respondió: “Me daba miedo [ir] porque era joven… Tenía miedo de la ley, porque dice que tienes que tener 18 años para poder mantener relaciones sexuales”.

De hecho, según la legislación zimbabuense, la edad de libre consentimiento para mantener relaciones sexuales está fijada en los 16 años. Pero una sentencia de 2016 del Tribunal Constitucional de Zimbabue, en la que se exigía al gobierno elevar a 18 años la edad legal para contraer matrimonio, ha contribuido a crear confusión sobre la edad de libre consentimiento.

En lugar de actuar para proteger los derechos de la infancia, la clase política se ha enfrascado en enredadas discusiones sobre si cambiar la legislación sobre el matrimonio implica también elevar de los 16 años la edad de libre consentimiento para mantener relaciones sexuales, y sobre lo que significa la edad de libre consentimiento en cuanto al acceso a los servicios de salud reproductiva.

Tendai fue una de las 50 adolescentes que hablaron con Amnistía Internacional en la elaboración del informe de 2018 que pone de relieve el desconocimiento de la población sobre sus derechos en materia de salud sexual y reproductiva. Al igual que Tendai, muchas de las adolescentes con las que hablamos nos dijeron que las expulsaban de los centros de salud por ser demasiado jóvenes, a pesar de que necesitaban servicios y asesoramiento sobre salud sexual y reproductiva, en muchas ocasiones por ser víctimas de explotación sexual. Una de las chicas lo explicó así: “[N]o puedes ir al centro de salud si tienes menos de 16 años, te echan de allí y te insultan”.

Otros miembros de la comunidad, entre ellos docentes, padres y madres, organizaciones no gubernamentales (ONG) y personal de salud comunitaria que hablaron con Amnistía Internacional tampoco sabían la edad en que las adolescentes pueden acceder a servicios de salud sexual y reproductiva sin consentimiento de sus progenitores. Señalaron el estigma que puede suponer mantener relaciones sexuales antes del matrimonio. Muchas de estas personas creían que permitir que las adolescentes accedan a ese tipo de servicios e información era como aprobar su actividad sexual, que era tabú. Pero este razonamiento ignora la realidad.

Muchas adolescentes son sexualmente activas desde muy jóvenes y los índices de embarazo adolescente están en aumento.

Los datos demográficos y de salud de Zimbabue indican que casi un 40% de las niñas y un 24% de los niños son sexualmente activos antes de cumplir los 18 años. Algunos deciden libremente mantener relaciones sexuales, pero muchos otros son víctimas de matrimonio infantil, violencia sexual o explotación.

Tabús arraigados

El estudio de Amnistía Internacional concluyó que las adolescentes de Zimbabue no sabían cómo protegerse de embarazos no deseados ni de infecciones de transmisión sexual, como el VIH. Los arraigados tabús sobre la sexualidad en la adolescencia, las barreras a los servicios de salud y la falta de educación sexual integral en las escuelas impiden gravemente que las adolescentes tengan acceso a información esencial para proteger su bienestar y su futuro. Las niñas que se quedaron embarazadas también sufrieron violaciones de derechos humanos. Algunas se vieron obligadas a abandonar la escuela o a contraer matrimonio a edad temprana. Otras fueron objeto de ostracismo por parte de sus comunidades y se vieron repudiadas por sus familias.

El novio de Kudzai1 la violó cuando ella tenía 16 años. Era la primera vez que Kudzai mantenía relaciones sexuales. Al confesar que estaba embarazada, su madre la gritó y la golpeó. Kudzai no contó a nadie lo que había ocurrido y seguía traumatizada cuando habló con nuestro equipo. Por desgracia, su experiencia es muy habitual. Según datos recientes del gobierno, más de la mitad de las adolescentes afirmaban que su primera experiencia sexual había sido obligada y contra su voluntad.

Al margen de las circunstancias personales, las adolescentes tienen derecho a recibir información, educación y servicios de salud sexual y reproductiva. Pero el gobierno no ha tomado las medidas necesarias para protegerlas ni empoderarlas.

Los legisladores pueden tomar como referencia a personas africanas expertas en derechos humanos. En sus recomendaciones a los gobiernos para poner fin al matrimonio precoz, la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos y el Comité Africano de Expertos sobre los Derechos y Bienestar del Niño dejan claro que los menores no tienen capacidad de dar su consentimiento para el matrimonio. Ambos organismos resaltan que los 18 años es la edad mínima para contraer matrimonio, sin excepción. Aclaran que el matrimonio precoz nunca responde al interés superior del menor, especialmente cuando se utiliza como “solución” al “deshonor” de las relaciones sexuales antes del matrimonio, los embarazos y la pobreza. En cambio, los expertos indican que los menores pueden tener capacidad de dar su consentimiento para mantener relaciones sexuales a edades más tempranas y señalan la importancia de proteger el acceso de las adolescentes a servicios e información sobre salud sexual y reproductiva.

Por ello, es preocupante que en 2018 el gobierno de Zimbabue aprobara la Ley de Reforma de la Salud Pública que fija en 18 años la edad de libre consentimiento para recibir tratamiento médico.

Lejos de propiciar que las personas jóvenes inicien su vida sexual activa a una edad temprana, los estudios demuestran que ofrecer a los y las adolescentes información que sea científicamente exacta, realista y libre de prejuicios sobre la actividad sexual, el consentimiento y las relaciones de pareja reduce los embarazos no deseados, los abusos y la violencia de género.

La edad de libre consentimiento para mantener relaciones sexuales y la edad mínima para el matrimonio no deberían ser un obstáculo para acceder a información, educación y servicios de salud sexual y reproductiva. Una madre adolescente de 17 años nos lo planteó así: “Ya va siendo hora de que la gente acepte que nuestros hijos e hijas mantienen relaciones [sexuales] desde edades tempranas, así que tienen que aceptarlo y prepararnos. Es un tema que se da por hecho y que tiene un gran impacto en nuestras vidas”.

 

Por Louise Carmody, investigadora temática de Amnistía Internacional. Trabaja en el ámbito de los derechos sexuales y reproductivos.