Jueves, 14 de noviembre, 2019

La migración forzada de la comunidad wayúu no es algo nuevo, y a pesar de ser la etnia más numerosa en Venezuela, los pocos que se quedan, en cualquier momento deciden desplazarse por la crisis de derechos humanos que se acentuó en 2019 y que luego de los apagones, amenaza una y otra vez a estas personas con enfermedades y peligros de muerte porque se les niega vivir con dignidad


Yamile ipuana, mujer wayúu cuenta cómo se quedó sin familia en venezuela después del apagón nacional.

Desea con el corazón y el alma que llegue el momento del reencuentro con su familia, con su cultura y sus costumbres, así sea en otro país. Por lo pronto, ella solo le queda esperar y terminar sus artesanías para tratar de venderlas y también lograr huir, al destino que sea, porque “la vida ya no es vida en Venezuela”.

Los cortes eléctricos prolongados no son novedad y muchas personas pertenecientes a las comunidades indígenas que han sido ignoradas históricamente han decidido migrar para buscar una mejor vida.

“Las comunidades wayúu viven en la miseria absoluta, sin posibilidades de encender un bombillo, limpiar sus casas, comer o realizar cualquier acción para satisfacer sus necesidades más básicas en la Guajira, estado Zulia. Luego del apagón nacional los días no transcurren igual y la situación de afectación es insostenible”.

Una familia sin rumbo fijo

El esposo de Yamile, sus dos hermanas y sus 3 niños huyeron de Venezuela definitivamente luego del apagón.

“José decidió quedarse en Maicao – Colombia–. Antes, él iba a trabajar por una semana y regresaba. Esta vez, llegó justo cuando quedamos en total oscuridad, le robaron toda la comida que traía en la frontera y a los dos días decidió que se tenía que ir y llevarse con él a toda la familia”.

“Todos se fueron a trabajar, hasta mis dos hijos tendrán que hacer algo para ganarse la vida. Aquí tampoco pudieron terminar el año escolar. La escuela nunca más abrió, así que por eso no me pareció mala idea”.

Yamile tiene 32 años, es una mujer wayúu que mantiene su cultura arraigada y que siempre ha soñado con el respeto de sus derechos, de su cultura y de su origen. Comenta que nunca pensó que podría quedarse sola en Venezuela y que ahora debe vender todo lo que tiene y trabajar como pueda para también irse tras la búsqueda de un mejor porvenir.

“No tengo idea si me iré a Maicao o a Valledupar en Colombia, si me reencontraré con mi familia cuando llegue allá porque no nos podemos comunicar. Desde que los cortes eléctricos son tan prolongados es imposible hacer una llamada o enviar un mensaje. Mi hijo menor, de 13 años, solo me ha llamado dos veces desde que se fue. Me dijo que mientras él estaba en Valledupar vendiendo en los mercados populares con su tía, mi esposo se había quedado en Maicao con la niña (15) y su otra tía, Danira”.

“Sin planes y sin sueños esta familia se fracturó, al igual que se fracturaron muchas otras que aunque no hayan salido de Venezuela tras la terrible falla que los deja sin luz al menos tres días seguidos, se tienen que desplazar por todo el país para tratar de sobrevivir”.

Maicao es el destino de la mayoría

La migración forzada de la comunidad wayúu no es algo nuevo, y a pesar de ser la etnia más numerosa en Venezuela, los pocos que se quedan, en cualquier momento deciden desplazarse por la crisis de derechos humanos que se acentuó en 2019 y que luego de los apagones, amenaza una y otra vez a estas personas con enfermedades y peligros de muerte porque se les niega vivir con dignidad.

“Hay epidemias, no se consiguen los medicamentos, no hay nada para comer. Ya ni los árboles dan frutas, las plantas estás seca y los murciélagos llegan a toda hora porque hay mucha oscuridad. Son muchos los kilómetros que debo recorrer a diario para vender, aunque sea una artesanía. Los programas sociales no llegan, ni la caja del CLAP tenemos ya para comer”, dice Yamile mientras explica que su familia debió irse por supervivencia.

Yamile debe reunir el dinero porque en Colombia a medida que pasa el tiempo se le hace más difícil llegar sin un plan de vida. Su familia no se ha censado, viven en refugios temporales y lo que ganan trabajando, lavando carros, lustrando zapatos o haciendo algún mandado es para sobrevivir un solo día. A veces, solo les alcanza para comer.

“Ellos dicen que al menos pueden comer y aquí ni eso se puede. Tienen razón, ya mi hija estaba perdiendo mucho peso, yo creo que estaba desnutrida pero no podía llevarla a ningún hospital. En medio del apagón todo se nos dificultó y mi esposo se desesperó al ver el estado deplorable en el que estuvimos esos días”, comentó con la voz quebrada.

Yamile estima movilizarse a Caracas en los próximos días para poder vender sus artesanías y reunir para irse a Colombia en julio. Sueña con el momento en el que pueda abrazar a sus hijos, pero no se hace ilusiones porque tal vez no los vuelva a ver en mucho tiempo.

Se esfuma la cultura indígena por crisis de derechos

Son innumerables los llamados que se realizan a las autoridades venezolanas para que permitan la apertura de un espacio humanitario. Los pueblos indígenas son los más afectados por la crisis y sus derechos están siendo vulnerados constantemente. La cultura y la historia de su origen también están siendo amenazados por el olvido y por la ausencia de políticas públicas efectivas que cuiden y respeten su infinito aporte a la construcción de la memoria del país.

El gobierno colombiano debe continuar haciendo énfasis en política de puertas abiertas hacia los migrantes venezolanos, con especial atención a migrantes indígenas4. Urge integrarlos para suplir sus necesidades básicas. Aunque sea un desafío, debe hacerse esfuerzos mayores para proteger a estas personas que en su mayoría llegan con problemas graves de malnutrición, enfermedades infectocontagiosas y en estado de pobreza extrema5. Es necesario cuidar y preservar la cultura indígena en el mundo y en Venezuela hace muchos años esto no es prioridad.