Jueves, 09 de enero, 2020

El sábado 14 de diciembre de 2019, hacia las siete de la tarde, sin que mediara provocación, numerosos agentes de la policía antidisturbios se adentraron, junto con hombres vestidos de civil y armados con porras, entre la multitud que se manifestaba pacíficamente y empezaron a perseguir y golpear a manifestantes


Las autoridades de Líbano deben emprender una investigación exhaustiva, independiente y efectiva sobre la violenta represión ejercida el pasado sábado contra manifestantes mayoritariamente pacíficos: la represión más agresiva desde que hace dos meses empezaron las manifestaciones antigubernamentales en todo el país. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional hoy. Toda persona de la que se determine que ha sido responsable de haber hecho un uso ilegítimo de la fuerza (incluidas brutales palizas a manifestantes y el uso implacable de gas lacrimógeno) debe rendir cuentas de sus actos mediante procedimientos penales o disciplinarios, según corresponda.

El domingo 15 de diciembre, la ministra provisional del Interior libanesa, Raya Al Hassan, advirtió de la existencia de “infiltrados” que tratan de utilizar las protestas para provocar “enfrentamientos”, y pidió que los manifestantes pacíficos abandonaran la zona, “por su propia seguridad”. La ministra provisional anunció una investigación interna “rápida y transparente” sobre la violencia del sábado. 

“Aunque la ministra provisional del Interior ha anunciado una investigación interna, sólo una investigación penal independiente llevada a cabo por la Fiscalía puede disuadir de un futuro uso excesivo de la fuerza. De lo contrario, los manifestantes seguirán sin estar seguros en las calles”, ha manifestado Lynn Maalouf, directora de investigación para Oriente Medio de Amnistía Internacional.

“Desde que, hace casi dos meses, comenzaron las protestas, las fuerzas de seguridad han recurrido al uso de fuerza innecesaria y excesiva contra manifestantes pacíficos en varias ocasiones. Sin embargo, la represión no provocada que presenciamos el sábado es, con mucho, la más virulenta que hemos visto hasta ahora.”

Al anochecer de los dos últimos días se produjeron enfrentamientos más leves entre manifestantes y fuerzas de seguridad, en los que la policía respondió con gas lacrimógeno a las piedras y botellas de agua que le arrojaban los manifestantes y los fuegos artificiales que le disparaban.

El personal de Amnistía Internacional observó las protestas sobre el terreno, habló con siete testigos (dos de los cuales habían sufrido heridas), y examinó grabaciones de vídeo e imágenes del uso de gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes. 

“Los botes de gas lacrimógeno caían uno detrás de otro.”

El sábado 14 de diciembre de 2019, hacia las seis de la tarde, un grupo de manifestantes pacíficos (en el que había hombres, mujeres, personas ancianas, niños y niñas) se congregó ante el Parlamento en la capital, Beirut. Los manifestantes situados en primera línea dijeron reiteradamente a Amnistía Internacional que, hacia las siete de la tarde, sin que mediara provocación, numerosos agentes de la policía antidisturbios se adentraron, junto con hombres vestidos de civil y armados con porras, entre la multitud que se manifestaba pacíficamente y empezaron a perseguir y golpear a manifestantes. Unos minutos después empezaron a disparar amplias rondas de gas lacrimógeno. Decenas de personas resultaron heridas a causa de los golpes y de la inhalación de gas lacrimógeno.

Una vez dispersada la protesta, la policía persiguió a manifestantes durante casi dos kilómetros por la carretera. Una manifestante, Sara, dijo a Amnistía Internacional: “Disparaban un bote de gas lacrimógeno tras otro. Al principio lanzaron cuatro [botes] de una vez, y luego, los lanzaron como los fuegos artificiales de nuestra infancia. Había gente que vomitaba; otros decían que bebiéramos agua, que oliéramos cebolla, vinagre; nadie sabía qué estaba pasando”.

Otro activista describió a Amnistía Internacional que al día siguiente se despertó tosiendo a causa del gas lacrimógeno. Contó: “La cantidad de gas lacrimógeno era absurda. Era como si te dispararan con una ametralladora. Los botes de gas lacrimógeno caían uno detrás de otro”.

Según el experto en armas de Amnistía Internacional, las imágenes de los botes de gas lacrimógeno hallados el sábado eran de granadas de gas lacrimógeno CM4 de 56 mm fabricadas por la empresa francesa SAE Alsetex en octubre de 2007.

La Cruz Roja libanesa dijo a Amnistía que había tratado 33 casos sobre el terreno y había trasladado a 10 personas heridas a hospitales la noche del sábado. Entre los casos tratados sobre el terreno se encontraban los de personas con dificultades respiratorias, vómitos y tos a causa de la exposición al gas lacrimógeno. La Dirección General de Protección Civil libanesa declaró que había tratado a 72 personas por heridas en el lugar de los hechos y había llevado a otras 20 al hospital.

Amnistía Internacional entrevistó a uno de los médicos de urgencias que estaban de guardia en un hospital cercano atendiendo a manifestantes heridos. Según su testimonio, el sábado por la noche llegaron unas 25 personas heridas en la manifestación. Los tipos de heridas descritos eran principalmente consecuencia de golpes, e incluían hematomas, dientes rotos y cortes que requerían sutura. Una joven había sido golpeada y tenía sangre en el interior de los pulmones, además de hematomas y conmoción cerebral.

Tres personas llegaron a urgencias sin identificación. Según el médico: “Dijeron que la policía les había quitado sus documentos de identificación y luego les había golpeado; habían recibido golpes por todo el cuerpo, y estaban hinchados de la cabeza a los pies”.

La policía parlamentaria también arrastró a algunos manifestantes al interior de la plaza, detrás de las barreras, donde los sometió a golpes, insultos y amenazas. Un manifestante herido describió a Amnistía Internacional que estaba protegiendo de los golpes a otros manifestantes cuando la policía antidisturbios se lo llevó detrás de las barreras. Le ataron las manos a la espalda y lo golpearon durante unos 20 minutos, hasta que no pudo ponerse de pie. Contó: “Me golpearon allí, detrás de las barreras. Es como Guantánamo en la plaza de Nejmeh”.

“Es fundamental que toda investigación sobre este incidente, y sobre cualquier otro incidente relativo a violaciones de derechos humanos cometidas por cualquiera de las fuerzas de seguridad, sea llevada a cabo de forma independiente y dé lugar a una rendición de cuentas. Los manifestantes pacíficos tienen derecho a buscar justicia y reparación por lo que han sufrido este fin de semana, y la única manera que tienen de hacerlo es ante un tribunal independiente”, ha manifestado Lynn Maalouf.

Información complementaria

Las protestas en Líbano vienen sacudiendo el país desde el 17 de octubre. Los manifestantes exigen la renovación total de una clase política a la que acusan de incompetente y corrupta. Han pedido a las autoridades que aborden el estancamiento de la economía, el aumento de los precios, el elevado desempleo, los pésimos servicios públicos y la corrupción imperante y sistémica.

Las protestas han sido mayoritariamente pacíficas en todo Líbano, y el ejército y las fuerzas de seguridad han respondido en gran medida con contención. No obstante, Amnistía Internacional ha documentado incidentes de uso excesivo de la fuerza, incluido uno en el que se utilizó munición real contra personas que se manifestaban pacíficamente. En otra ocasión, un miembro del ejército que había disparado al aire disparó después, y mató, a un manifestante pacífico, padre de tres hijos. Amnistía Internacional ha documentado varias violaciones de derechos humanos más cometidas por las autoridades libanesas, entre ellas la falta de protección a manifestantes pacíficos, detenciones arbitrarias y tortura y otros malos tratos.

Los sucesos del sábado recordaron a los primeros días de las protestas, cuando las fuerzas de seguridad hicieron uso excesivo de la fuerza para dispersar a los manifestantes, disparando gran cantidad de gas lacrimógeno contra la multitud y persiguiendo a la gente por calles y callejones a punta de pistola y golpeándola.