Miércoles, 21 de junio, 2017
Fernandez, Jackeline

¿Cuántos de esos problemas persisten, 22 años después?. Todos. Peor aún, algunos se han agravado. Especialmente el relacionado con las trabajadoras migrantes. En el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2016 denominado La Migración Laboral en América Latina y el Caribe, este organismo determinó que el 54% de quienes migraban de América Latina hacia Estados Unidos y Europa, eran mujeres cabezas de familia, quienes al llegar a sus lugares de destino sufrían “segregación ocupacional”.


El papel de la mujer en la erradicación de la pobreza y el fortalecimiento de la economía ha sido reiteradamente reconocido y asimilado a las propuestas de desarrollo de los últimos años, como los Objetivos de Desarrollo del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sustentable. Ambos programas incluían la igualdad de género y la eliminación de la violencia contra niñas y mujeres, como  un paso indispensable en la construcción de sociedades con sistemas económicos sanos, resilientes y sustentables.

La economía mundial mostró un gran avance entre los años 70 y 80 del siglo pasado, en el marco del cual la incorporación de las mujeres al campo laboral se incrementó notablemente. Pese a ello, las condiciones bajo las cuales las mujeres se convirtieron en sujetos económicos activos, no fueron equitativas. Y esa inequidad persiste. Realidades como la brecha salarial, la falta de reconocimiento de las labores de cuidado, la propiedad de las tierras que trabajan y el llamado “techo de cristal”, que supone la imposibilidad de que las mujeres accedan a puestos de mando y toma de decisiones en las organizaciones (solo 24% de los cargos de decisión son ocupados por mujeres según estimaciones de ONU Mujeres), así como la fluctuante paridad democrática, son solo algunos de las aspectos que continúan limitando la verdadera incorporación de las mujeres al ámbito económico.

¿Hemos avanzado?

La Plataforma de Acción de Beijing (1995), estableció que “La erradicación de la pobreza basada en el crecimiento económico sostenido, el desarrollo social, la protección del medio ambiente y la justicia social exige la participación de la mujer en el desarrollo económico y social e igualdad de oportunidades, y la participación plena y en pie de igualdad de mujeres y hombres en calidad de agentes y de beneficiarios de un desarrollo sostenible centrado en la persona”.

Partiendo de esta afirmación, incluyó entre sus 12 Objetivos Estratégicos el papel de la mujer en la economía.  Ahora bien, como indicamos anteriormente, la incorporación de las mujeres al mercado laboral tuvo su mejor momento en el marco de una gran apertura económica mundial. Cabe preguntarse entonces si,  en medio de la actual crisis, los avances logrados se verán amenazados. Cuando revisamos los párrafos dedicados a la mujer y la economía de la Declaración de Beijing, hallamos situaciones como:

1.- Trabajo mal remunerado, particularmente el que implica labores de cuidado;

2.- Mujeres jóvenes incorporadas a trabajos no estructurados, y falta de profesionalización;

3.- Condiciones deficientes en el área de protección y salud ocupacional para las mujeres;

4.- En el sector rural, una gran carga recae sobre las mujeres: cuidado de familia y animales, acarrear agua, sembrar y cosechar, sin ser poseedora de la tierra;

5.- Desprotección de las mujeres migrantes.

¿Cuántos de esos problemas persisten, 22 años después?. Todos. Peor aún, algunos se han agravado. Especialmente el relacionado con las trabajadoras migrantes. En el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2016 denominado La Migración Laboral en América Latina y el Caribe, este organismo determinó que el 54% de quienes migraban de América Latina hacia Estados Unidos y Europa, eran mujeres cabezas de familia, quienes al llegar a sus lugares de destino sufrían “segregación ocupacional”. De acuerdo a los datos recogidos para el informe, la OIT identifico que 8 de cada 10 mujeres migrantes trabajaban en labores domésticas. “Hay una división del trabajo en donde el estereotipo y la cultura en la que la mujer es quien se encarga de los cuidados de los niños y del hogar” explicó José Manuel Salazar, Director de la OIT. En contraposición, los hombres migrantes trabajan en su mayoría en el área de construcción, donde la remuneración es mucho mayor. Otro detalle importante es que en el marco de las labores domésticas, muchas de estas mujeres están sometidas a cualquier cantidad de abusos, incluso de índole sexual, discriminación y explotación. Esta realidad nos permite identificar algunas situaciones que deberían ser consideradas como prioritarias tanto por los países de origen, como por los de destino:

1.- Las mujeres cabezas de familia que migran, lo hacen por razones económicas. Esto supone que en su país de origen no existen las condiciones necesarias para que puedan tener acceso a un empleo digno;

2.- Si hablamos de un 54% de mujeres migrantes, debemos deducir que más de la mitad de los hogares de los países de origen están bajo la responsabilidad económica de las mujeres. Si esas mujeres pudieran formarse e incorporarse a la economía de sus países en condiciones adecuadas, el desarrollo de sus naciones se vería sin duda potenciado;

3.- Las labores de cuidado en América Latina recaen en un porcentaje mayoritario sobre las mujeres, y suponen poca o ninguna paga. Siendo así, es comprensible que al llegar a los países de origen, las mujeres migrantes acepten condiciones injustas de empleo;

4.- “Muchos de los flujos migratorios complementan una deficiencia que los nacionales ya no están dispuestos a hacer o que no están dispuestos a hacer a un cierto salario”, esta afirmación de José Manuel Salazar (OIT) debe alertarnos sobre la posibilidad de que nos encontremos ante un nuevo modelo de esclavitud.

5.- La OIT estima que hay más mujeres migrantes trabajando (67%) que mujeres no migrantes empleadas (50, 8%). Esta diferencia nos indica la necesidad de abrir espacios para la inclusión en el ámbito laboral de las mujeres, sobre todo de las jóvenes. 

Desafíos y propuestas

Tanto la OIT como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre otras organizaciones, han diseñado propuestas dirigidas a potenciar la migración bajo regulaciones específicas de protección, considerándola como un elemento que puede potenciar la economía de los países de destino y aliviar la pobreza de los países  de origen a través de las remesas, las cuales se han convertido en un componente importante del Producto Interno Bruto (PIB) de los países de origen. Las mujeres son las principales receptoras de remesas, y en cuanto al envío, si bien los hombres hacen llegar a sus familias montos más elevados, las mujeres lo hacen con mayor regularidad.

La OIT propuso las siguientes estrategias en el Informe presentado por su Director General a la Conferencia Internacional del Trabajo de junio de 2014, denominado  “Migración Equitativa: un programa de la OIT”:

a) Promover el trabajo decente en los países de origen, inclusive con la contribución de los migrantes;

b) Formular programas de migración ordenada y equitativa en el marco de los procesos de integración regional;

c) Promover acuerdos bilaterales que aseguren una migración correctamente regulada y equitativa entre los Estados miembros;

d) Instaurar procesos de contratación equitativos;

e) Combatir situaciones inaceptables;

f) Poner en práctica el enfoque basado en derechos;

g) Contribuir al fortalecimiento de un programa multilateral sobre migración basado en los derechos;

h) El tripartismo, el conocimiento y el desarrollo de capacidades como cuestiones transversales.

Por su parte, la CEPAL ha indicado que los retos planteados por la migración de las mujeres se relacionan con:

  1. La vulnerabilidad, discriminación, explotación y violencia que enfrentan demandan acciones múltiples e integradas debido a su doble condición: mujer / migrante;
  2. Asegurar el ejercicio de derechos, disminuyendo la impunidad y garantizando el acceso a la justicia de las mujeres;
  3. Visibilizar el aporte económico y a la protección social que realizan las mujeres migrantes;
  4. Incluir a las mujeres migrantes en la formulación de las políticas de género además de tener programas específicos.

Desde esta perspectiva, la organización propone:

  1. Asegurar la portabilidad de las pensiones entre países para aquellas mujeres migrantes insertas en el mercado laboral formal;
  2. Regularización de aquellas no documentadas que están en el mercado informal y de aquellas con status de dependiente con residencia ligada al cónyuge;
  3. Extender el acceso universal a la seguridad social a las migrantes (atención embarazo, parto y puerperio, salas cunas y guarderías;
  4. Profundizar los acuerdos bilaterales entre países y el cumplimiento de los instrumentos internacionales.

Proteger a las mujeres migrantes permitiría consolidar sistemas económicos fuertes, contribuiría al desarrollo global y sería un paso agigantado hacia la igualdad.

 

Fuentes:

http://www.cepal.org/mujer/noticias/noticias/3/31373/NievesMigracionGenero.pdf

http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/documents/publication/wcms_502766.pdf

http://economia.elpais.com/economia/2016/09/12/actualidad/1473698650_293498.html

http://oig.cepal.org/es/autonomias/autonomia-economica

http://www.alainet.org/es/articulo/183285

http://beijing20.unwomen.org/es/in-focus/economy

http://www2.unwomen.org/-/media/field%20office%20americas/documentos/publicaciones/2017/03/unw16017%20executive%20summary%20web%20esp.pdf?vs=224

http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan046955.pdf