Lunes, 11 de noviembre, 2019
Gabriela Buada

La vida en el Zulia es terrible desde dónde se pueda observar. Testimonios desgarradores de mujeres que sortean formas para poder vivir con dignidad y que sueñan con que sus hijos nunca pasen por ese sufrimiento. La rutina es inaguantable


Ya no se trata de electrodomésticos dañados, insectos que asechan en la oscuridad o altas temperaturas imposibles de controlar, sino de vidas expuestas al peligro inminente de muerte. Llevar a término un embarazo en el Estado Zulia, en medio de los apagones prolongados, es como vivir en un campo de guerra.

Fabiana tiene 30 años y 33 semanas de embarazo, vive en Maracaibo, capital del estado Zulia y comenta que entre los sarpullidos o molestias por las altas temperaturas a las que está expuesta por la falta de electricidad también, están las veces que ha sentido que la vida es inhumana e injusta en estos meses de gestación.

Estar sin luz de manera prolongada es un desgaste del que todos necesitan escapar y que muchos no pueden hacerlo, como es el caso de quienes viven en esta región del país.

“Tengo dos hijas de 2 y 3 años y medio. Me desespera saber que la calidad de vida de mis hijas se desmejora con rapidez. Sus conductas ya no son las mismas y me preocupa que después de mi parto esto se prolongue de una manera dañina para el proceso de adaptación con el nuevo bebé”.

Mientras siente como se mueve el bebé en su vientre, tiene que lidiar con la hiperactividad de sus hijas: saltan, gritan y corren, tienen episodios de pánico y cuando llega la luz todo esto se convierte en euforia. El sueño de mi hija mayor se ha visto trastornado, no duerme y dice tener miedo de todo y eso la pone irritable, también los apagones han afectado la estabilidad emocional de la más pequeña.

A esta mujer embarazada le preocupa realmente el nacimiento de su hijo en medio de este contexto que vive en Maracaibo.

“Me preocupa cuando me practiquen la cesárea. No quiero ni imaginar que falle la electricidad, que la planta no arranque”.

Sin transporte, sin calidad de vida

“Vivo en La Paragua y gracias a Dios trabajo cerca, voy y vengo caminando o en cola para poder cumplir con mis obligaciones hasta que esté de reposo. He dejado de dormir, no solo por el calor y los zancudos, sino porque la electricidad llega a las 3 de la madrugada y a esa hora debo levantarme a cargar baterías de los equipos electrónicos, lavar, llenar botellas y tobos si llega el agua”.

Fabiana trabaja en un colegio por las mañanas y por las tardes desde su casa es correctora. Tiene dos empleos porque el dinero no le alcanza a ningún venezolano para vivir y de esta manera puede garantizarles a sus hijas un crecimiento sano, la menos día a día.

“Para conservar mi segundo trabajo he tenido que sacrificar descanso, sueño y comodidad. Cuando se va la luz me invade el estrés porque todas las correcciones que debo entregar se me acumulan, así que me dedico a aprovechar el tiempo sin luz haciendo cosas que no necesitan energía eléctrica como buscar agua, preparar comida o atender a Fabiana, al igual que muchos venezolanos, exige a las autoridades que hagan su trabajo y atiendan las necesidades de la población. “Las autoridades deben hacer su trabajo y buscar la manera de garantizarnos el funcionamiento de los servicios básicos. No queremos más mentiras”.

Migración forzada como opción de dar vida

La historia de María Fernanda no es diferente a la de muchas mujeres que deciden dar a luz en otro país por su seguridad y por la de su bebé. Este es su segundo embarazo y aunque su hijo mayor se queda en Venezuela con su abuela y su tía, a esta mujer le duele que la única opción segura para tener a su hijo sea separarse por un tiempo de su familia.

“Somos cuatro mujeres y el único hombre de la casa es mi hijo de 12 años. Debo dejarlo en Venezuela cuidando la casa y ayudando, al menos por 3 meses. Logré reunir el dinero para el parto en Cúcuta -Colombia- y ya la decisión”.

“Al principio tuve muchas dudas, pero luego del apagón nacional tomé la decisión de irme. Los hospitales colapsaron y las plantas no funcionaron. Es mi vida y la de mi bebé las que están en juego. No quiero morir y tampoco quiero que mi bebé muera”.

La tragedia lleva años, pero estos últimos meses se intensificó. “No dormimos bien, no comemos2 bien. Nos cambió la vida por completo y yo soy madre soltera y tengo que buscar la mejor solución para tener a mi hijo sano y salvo, sin que nos pase nada a los dos”.

De vida o muerte

El Zulia continúa apagándose por completo. Las personas no saben cómo adaptarse a las nuevas rutinas, esas que implican quedarse paralizado porque no hay más nada que hacer.

“La vida se nos paralizó. Yo trabajaba en el Centro Delicias Norte, el local fue saqueado en su totalidad3, y aunque no nos despidieron tuvimos que llegar al acuerdo de no cobrar nuestro sueldo3 mientras se reponía la mercancía. Me ha tocado hacer magia desde entonces y me dedico a cuidar a los niños de la urbanización y a darles tareas dirigidas porque la mayoría no tiene clases y los colegios no abren toda la semana. Todo es a media máquina mientras tengamos luz”.

La vida en el Zulia es terrible desde dónde se pueda observar. Testimonios desgarradores de mujeres que sortean formas para poder vivir con dignidad y que sueñan con que sus hijos nunca pasen por ese sufrimiento. La rutina es inaguantable.

“Es inhumano pasar más de 20 horas seguidas sin electricidad. La tensión siempre la tengo baja. Esta es mí semana número 28 y puedo estar operativa y trabajar, pero ninguno de los exámenes me sale bien porque tengo anemia y estoy reteniendo líquido. Todo es causa de la preocupación y que se me hace imposible obtener los medicamentos y mantener una dieta balanceada”, dijo Maria Fernanda.

94% de los hospitales públicos del Zulia se encuentra en peligro de paralización por problemas de escasez  de insumos médicos, renuncia de profesionales de la salud y alto deterioro de la infraestructura.

“En este estado se paga casi todo en divisa extranjera, el Bolívar dejó de existir hace mucho tiempo. Mi hijo no come bien, mi mamá tampoco. Mi hermana y yo mantenemos la casa y ahora estoy sin empleo y se complica todo. Me ha tocado vender de todo para poder subsistir”.

El sector comercio se ha venido a menos, cientos de empresas y negocios se han visto obligados a cerrar sus puertas por las condiciones a las que están siendo sometidos. María Fernanda estima regresar después del parto, pero comenta que si logra ver alguna oportunidad laboral en Colombia no regresará.

Son infinitas las exigencias que los zulianos les hace a las autoridades locales y al gobierno de Venezuela. El deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos es más que evidente y las mujeres son especialmente vulneradas. El solo hecho de que la migración se acentúe por la búsqueda de oportunidades y hasta para dar vida de manera segura, deja en evidencia que las políticas implementadas no son respetadas y que además son insuficientes. El espacio humanitario debe ser creado y la atención diferencia a los distintos sectores de la población venezolana es una prioridad. Las muertes prevenibles deben parar y los derechos humanos tienen que ser4 garantizados.