Jueves, 23 de enero, 2020
Nelsón Rivas y Emily Rivas

El Estado venezolano tiene que garantizar que los cruces fronterizos sean seguros y debe ejercer control sobre los funcionarios públicos que las administran para evitar el abuso de autoridad y corrupción, así como también crear lazos de cooperación con las agencias de Naciones Unidas, organizaciones internacionales e instituciones colombianas


El norte de Santander, Colombia y el estado Táchira, es uno de los puntos por los cuales miles de venezolanos cruzan día a día para emigrar, buscar alimentos y medicamentos.

Del lado de Colombia, la ciudad de Cúcuta se encuentra llena de mercancías de todo tipo, mientras que, del lado venezolano, en ciudades como San Cristóbal, San Antonio y Ureña la desolación se hace sentir. Se ven comercios paralizados por los cortes de electricidad fallas en las comunicaciones celulares y de telefonía, Internet y como si fuera poco, esta zona muestra fuerte presencia militar apostados en alcabalas y brigadas que controlan todas las actividades comerciales lícitas e ilícitas.

Los estados Táchira y Mérida conforman el paso por el cual miles de venezolanos en condiciones de extrema pobreza huyen de Venezuela en busca de medicamentos, comida y hasta un nuevo horizonte.

No obstante, las personas que transitan este corredor humanitario y migratorio se exponen a abuso de poder, violencia armada, extorsión, secuestro, limitaciones en las comunicaciones, tráfico de drogas, minerales, contrabando de mercancías y hasta trata de personas, especialmente, niñas, niños y mujeres.

Una tragedia sin precedentes en el lado venezolano es observada por quienes huyen de vivir en un escenario catastrófico, en un país destruido.

Muchas personas están expuestas y son vulnerables, al punto que pueden perder la vida por no tener los pesos o dólares suficientes para pagar una vacuna a los grupos paramilitares que se han desplazado desde Colombia hasta Venezuela.

Los pasos oficiales: Buen negocio verde oliva

Desde 2014, producto del colapso de las instituciones en Venezuela, más de 4 millones de refugiados y migrantes han abandonado el país. Según la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas, al menos 1,3 millones de venezolanos han recibido asilo por parte de Colombia, no obstante, otros se encuentran con permisos temporales de permanencia, en tránsito y por supuesto, también personas indocumentadas.

En las sombras de la frontera colombo-venezolana, grupos criminales organizados, comerciantes y oficiales militares controlan un negocio millonario transfronterizo, que va desde minerales como el oro, diamantes y coltán que provienen del oriente del país, hasta mercancías de medicinas y comida que llevan particulares, sin mencionar las extorsiones a los migrantes que no tienen documentos o que llevan divisas en efectivo.

Relato de Emily: De Mérida a Cúcuta

Salimos de casa a las 3:00 am mientras caía un intenso aguacero. La incesante lluvia nos detuvo en El Vigía, estado Mérida por más de 4 horas. Llegamos a la población fronteriza de Ureña a las 11:15 am. Las vías en muy mal estado, inundadas, sin iluminación, con parches de tierra y otros de asfalto, pero eso sí, con muchos militares controlando el paso de vehículos.

El precio que se paga por puesto en un transporte colectivo privado es de aproximadamente 15 dólares americanos, pero eso no es garantía de que el viaje sea seguro.

Al llegar a la frontera, en la población de Ureña, no había electricidad. Son contadas las horas en las que esta zona tiene servicio eléctrico. El punto para sellar, es un tráiler apostado frente a la sede de la Guardia Nacional Bolivariana, que conduce al puente internacional con Colombia.

La oficina móvil del Saime no tenía planta, por lo que era necesario esperar a que llegara la luz, esto implicaba esperar al menos 4 o 5 horas de cola bajo el intenso sol.

La luz llegó en cuestión de media hora, pero de inmediato se desató un enfrentamiento entre personas de la etnia Yukpa con funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Según, lo que pude escuchar es que durante la noche anterior los GNB detuvieron a un líder de la tribu y los integrantes de la misma estaban exigiendo su liberación. Y es que, los indígenas no conocen de fronteras, no distinguen entre un país y otro, pero lo que me llamó más la atención fue su apariencia. Estaban desnutridos, con ropas muy gastadas.

Tanto que, la pobreza y necesidad se dejaba ver a simple vista.

Todo esto no fue impedimento para que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) disparara sin protocolos contra los Yukpas, quienes, desarmados exigían la liberación de su compañero.

En medio de esto logré sellar mi pasaporte, agarrar mi maleta y correr al puente internacional. Cuando llegué exhausta al punto de ingreso de Migración Colombia, el oficial me dijo: No puede pasar con maletas grandes, debe ir al paso en el puente Internacional Simón Bolívar en San Antonio. Yo no lo podía creer, debía regresarme para poder cruzar entonces le insistí:

“Oficial, por favor déjeme pasar, tengo mi pasaporte sellado, estoy huyendo, en el puesto de la guardia hay un episodio de violencia armado y es riesgoso devolverme”

Ante esta suplica me permitió pasar, finalmente logré salir de mi país. Lo último que recuerdo fue la violencia del Estado encarnada en la GNB contra personas muy pobres y desarmadas. Personas miembros de comunidades indígenas que no conocen fronteras ni autoridad de oliva.

En el taxi vía Cúcuta - La Parada

Tomé un taxi en pleno centro de Cúcuta para ir a sellar la entrada en Colombia, para ello debía ir al cruce fronterizo con San Antonio, del lado colombiano se llama La Parada. El taxista, un hombre de menos de treinta años muy amable me preguntaba que si recién había llegado a Cúcuta, pues me veía muy cansada, entonces le relaté lo difícil que había sido cruzar la frontera en medio del enfrentamiento de los Yukpa y la GNB. Él se rio y me comentó que la última vez que escuchó un relato tan llamativo de la frontera fue cuando dos amigos suyos cruzaron un par de camionetas de lujo desde Venezuela a Colombia por las trochas.

“Pagaron una tontería en bolívares y se trajeron los vehículos, los vendieron en pesos colombianos, arreglaron los papeles y con el dinero que obtuvieron compraron la maquinaria, materiales e insumos para fundar una panadería, hoy día su negocio va muy bien y ya uno de ellos incluso, compró una casa pequeña en las afueras de Cúcuta”.

También me contó cómo hace algunos meses atrás cruzó a Venezuela para el cumpleaños de un familiar y llevó cerca de medio millón de pesos colombianos en bolívares, por lo que le habían entregado dos morrales llenos de billetes venezolanos. El taxista se reía. Decía que los guardias no se percataron de la cantidad de efectivo (pudo haber sido detenido por tráfico de papel moneda en Venezuela) y el único que lo detuvo momentáneamente, fue una oficial de la GNB quien lo revisó y le preguntó a dónde iba con tanto dinero y cómo lo había obtenido. Utilizó sus habilidades de “galán colombiano” con un par de piropos y dos buenos fajos de billetes enamoró a la guardia y logró irse con su dinero. Hoy día hablan y él le manda dinero. “Así es el amor”, dijo el taxista antes de bajarnos del carro. Finalmente me dejo en mi destino para sellar mi entrada a Colombia. Me dirigí al puesto de control y habían no menos de 500 personas esperando. Yo aguardé mi turno y seguí recordando lo difícil que había sido cruzar a Colombia.

A pocos pasos del icónico puente Simón Bolívar, que separa a los dos países, nos encontramos con una especie de mercado al aire libre. Los venezolanos que cruzan la frontera a pie, llegan exhaustos a descansar en las aceras ante personas que venden cualquier tipo de mercancías en carritos.

Muchos venezolanos cruzan diariamente para buscar los medicamentos que no se encuentran en el país, además puede suceder que, si no tienes suficiente dinero y si no conoces la zona, seguramente resultarás víctima de estafa al obtener medicamentos falsos o vencidos. También, en esta zona, se ven personas comprando cabello para confeccionar pelucas. Hay aparatos eléctricos, celulares, oro y prendas, cualquier cosa se puede vender en La Parada a cambio de unos cuantos pesos colombianos.

Así es como muchos logran juntar una cantidad de dinero y pagar un boleto en autobús que los lleve a su siguiente trasbordo, de hecho, hay muchas empresas de traslados que ofrecen sus servicios a muy variados precios. Son muchas personas aglomeradas, muchas cosas suceden a la sombra, el reto siempre será huir de un país que no garantiza derechos humanos.

La Parada es también el sitio de destino de oro, producto de la minería ilegal.  Muchos vendedores ambulantes y comercios formales compran este mineral y lo transforman en prendas, “lo lavan” y lo insertan al mercado colombiano, bajo sus leyes. Ver las personas en La Parada, es palpar cómo la necesidad puede ser intercambiada por unos cuantos pesos o dólares.

Vacunas para bebés: Una travesía peligrosa

Mi sobrina, Arantza Valentina Aguirre nació el 28 de octubre de 2017. Como todo recién nacido, necesitaba su esquema de vacunación para reforzar su sistema inmunológico, sin embargo, en Venezuela no hay vacunas en los centros de salud, ni siquiera las que necesitan los niños al nacer.

No había opción y como vivimos en la ciudad de Mérida, pensamos que la solución sería ir a Colombia a vacunar a Arantza Valentina.

Unos vecinos nuestros nos dieron el contacto de una persona que hacía traslados a la frontera, otra vecina nos dijo cómo era el proceso y cuáles eran los centros de atención para venezolanos. La segunda semana de enero de 2017, emprendimos el primer viaje, en un vehículo tipo van, con al menos 10 personas más, que al igual que nosotros iban a vacunar a sus bebés, buscar comida, y otros tantos pretendían migrar del país. Todo esto, no es más que una muestra de la emergencia humanitaria que atraviesa Venezuela.

En la vía Mérida-Ureña, uno de los puntos oficiales de paso con Colombia en el estado Táchira, hay al menos 15 puestos de control de la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Bolivariana, lo que demuestra el exacerbado control militar de estas vías

Pero el control no es sinónimo de seguridad, por el contrario, las personas que viajan constantemente desde Mérida a la frontera son víctimas de extorción por parte de estos funcionarios que, al saber que este es un corredor migratorio, buscan identificar potenciales migrantes que lleven divisas y cobrar vacunas abusando de su poder.

Uno de los recuerdos más dramáticos que tengo, es ver como mi hermana corría por el Puente Internacional Francisco de Paula Santander junto a otras mamás poco antes del amanecer para poder llegar a tiempo a los centros de salud con sus bebés recién nacidos para vacunarlos. Te sientes indefenso, como si estuvieras en guerra.

Una vez que se cruza el puente, hay que presentar a las autoridades colombianas la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF), un documento de identidad que expide Migración Colombia a los ciudadanos venezolanos, que les permite cruzar temporalmente a la ciudad de Cúcuta para realizar compras de víveres, medicamentos y también para tener atención médica. La TMF es obligatoria y se debe presentar con la cédula de identidad, inclusive los bebés deben tenerla y debe estar acompañada de la partida de nacimiento original y los documentos de sus representantes legales.

En la ciudad de Cúcuta, Colombia, hay varios centros asistenciales que colocan los esquemas de vacunación. Los venezolanos acuden al centro de atención Los Leones y a la Clínica maternal La Libertad.

Allí hay puestos de vacunación de la Cruz Roja y de las Naciones Unidas pero las personas tienen que esperar a la intemperie, bajo el sol para ser atendidos con los niños en brazo.

El personal asistencial en los centros de salud de Cúcuta atiende a los venezolanos por orden de llegada, priorizando la atención a ciudadanos colombianos. A las madres venezolanas se les da una tarjeta de control de vacunación.

Según lo que pudimos constatar, son pocos los casos en los que ha habido comentarios xenofóbicos o discriminatorios sobre venezolanos por parte del personal de salud, sin embargo, no se les niega la atención.

“Desde enero de 2017 hasta julio de 2019, tuvimos que viajar 5 veces con la niña en brazos para colocar todo el esquema de vacunación en Cúcuta. Viajar desde Mérida hasta Colombia nos ha costado no menos de 250 dólares americanos, es decir, en cada viaje 50 dólares, sin contar que puede haber un incidente en la vía y podemos gastar”.

Este es un esfuerzo que toda la familia ha hecho para poder llevar a la niña a colocarle las vacunas, sin embargo, el monto es mucho mayor si las personas viajan desde el centro o el oriente del país.

Durante estos 5 viajes, conocimos madres solteras, que con mucho esfuerzo fueron a vacunar a sus bebés, escuchamos testimonios inclusive de personas que cruzaron por las trochas, expuestas a la violencia armada y a otros peligros.

Madres venezolanas migrantes: pobres y vulnerables

Visita a casa de paso “Divina Providencia” Diócesis de Cúcuta Sábado 12 de mayo de 2018 -12:30 am hora Colombia.

Nos trasladamos a la línea de frontera entre Colombia y Venezuela, esta vez con el propósito de conocer uno de los centros que prestan ayuda gratuita a personas en estado de pobreza y en situación de vulnerabilidad.

La casa de paso es una estructura que antiguamente fue un galpón, el suelo es de tierra, solo algunas de las áreas donde se preparan y sirven los alimentos tienen piso de concreto. Las personas tienen que esperar de pie. Al llegar, ya estaba cerrando la hora de servir el almuerzo. En espera habían alrededor de 60 personas y otras 20 más en fila para poder comer.

La característica física principal de los que estaban esperando era: mujeres de mediana y avanzada edad (25-60 años), algunas embarazadas, y muchos niños menores de 15 años. Su aspecto físico denota malnutrición, ropas muy gastadas y sucias. Los hombres presentes eran mayores de 40 años con las mismas características de malnutrición.

El centro sirve 2.000-2.500 almuerzos diarios, además, en la mañana se reparten 1.500-2.000 desayunos (un pan con café). La casa de paso colabora con sus instalaciones para algunas jornadas de servicio médico con voluntarios, entre otros servicios como peluquería y donativos de ropa. El día de la visita, había 70 voluntarios, de los cuales 30 eran venezolanos, y el resto colombianos de distintos movimientos de las iglesias en el Norte de Santander. José David Cañas Pérez es el coordinador de la casa de paso “Divina Providencia”.

Dentro de los testimonios más resaltantes recogidos por el Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad de Los Andes (ODH-ULA), se encuentran el de una mujer de 28 años con 5 niños, el más pequeño con apenas un mes de edad. Su nombre es Rosa, ella y su familia, incluido su esposo, son oriundos de Valencia, estado Carabobo y tomaron la decisión de migrar porque no les alcanzaba ni siquiera para comer. Con mucho esfuerzo llegaron a la frontera (cruce con Ureña-El Escobal). No poseen documentos, solo la cédula de identidad y la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, su esposo trabaja “en lo que sea” en el cruce fronterizo, unos días como carretillero en el puente, otros como ayudante en las empresas de transporte. Rosa trabaja limpiando y lavando ropa en casas de la zona.

Uno de sus niños fue llevado por Bienestar Familiar Colombia el 22 de diciembre de 2017, mientras que su papá estaba en un baño público el niño esperaba afuera y se lo llevó esta institución con la excusa que estaba extraviado. Bienestar Familiar no ha devuelto el niño a sus padres porque dicen que lo están rehabilitando, pues “estaba enfermo”.

Según el testimonio de la mamá el niño no está enfermo y ella presume que quieren quitarle su hijo para venderlo. Hicimos el contacto con la organización Dejusticia para que los guiara jurídicamente y le ayudaran a recuperar la custodia de su niño.

Otro de los casos documentados es el de Daniela (23), con seis meses de embarazo. Dejó atrás la ciudad de Acarigua, estado portuguesa, porque ya no tenía con qué mantenerse. Su pareja la dejó una vez que supo que estaba embarazada y su familia también le dio la espalda.

Se fue a la frontera en busca de ayuda para poder dar a luz en condiciones más seguras, pues según su testimonio en su región no hay condiciones mínimas para dar a luz, su vida puede correr riesgo.

Actualmente, vive en una residencia muy cerca de la línea de frontera donde paga una cantidad mínima ($ 25.000 pesos colombianos al mes), pero debe compartir el espacio con cincuenta personas más y muchas veces le toca dormir en el suelo, pues no tiene para pagar un sitio más cómodo. Vive de revender dulces en el cruce fronterizo a las personas que todos los días ingresan a Colombia desde Venezuela.

Daniela se encuentra en control médico prenatal en los centros asistenciales de Cúcuta donde recibe toda la atención. A su testimonio se suma el caso de Fabiana y Sara, quienes también están embarazadas con siete y ocho meses de gestación y que huyeron de Venezuela por la misma situación.

Quizá el testimonio más impactante lo recibimos del coordinador de la casa de paso, el padre José Cañas, quien nos comunicó que hace unos días recibieron a una niña que tenía 4 días sin comer. Actualmente este personal la está asistiendo.

Los niños son el factor común en esta casa de paso. Se pudo registrar los testimonios de seis hermanitos (el mayor de ellos con 14 años y el menor de apenas un año y medio). Según el mayor, son oriundos de Caracas, sus padres los llevaron a la frontera y los dejaron ahí mientras ellos buscan empleo.

Se ven por la noche, sin embargo, los niños van de lado a lado del puente internacional buscando que comer y en qué entretenerse mientras que llegan sus padres. Viven en una casa de una tía del lado colombiano que les permite dormir por la noche. Todos los días van a la casa de paso a recibir tres platos de comida que se reparte entre los seis.

El padre José Cañas nos dijo que el costo promedio de cada plato de comida que se sirve en ese lugar es de un dólar (incluido el pan con café de la mañana) con esa cantidad de dinero se le da de comer a un venezolano migrante. No obstante, es mayor cada vez la cantidad de migrantes que acuden a este lugar por un plato de comida al día que les salva la vida.

Contrabando: No se aceptan bolívares

El bolívar ha dejado de ser el medio de pago en los estados Mérida y especialmente en el estado Táchira. Es común ver letreros que dicen: “Compro pesos [colombianos] y dólares”, estos son más comunes donde el comercio informal está asentado en las ciudades cercanas a la frontera con Colombia. Desde luego, las personas persiguen las divisas debido a la inflación que ha alcanzado niveles hiperinflacionarios en Venezuela.

En la ciudad de Mérida, desde el gran apagón del 7 de marzo de 2019, es común el pago de bienes y servicios en divisas, especialmente los relacionados con el comercio informal, semillero de mercados negros de toda naturaleza. Los bolívares aún son aceptados, tanto en efectivo como electrónicos por transferencia o punto de venta. Los precios son muy variados, así como las tasas de referencia de las divisas respecto al bolívar. No hay un precio fijo, ni estandarizado, influye mucho el tipo de producto, el origen del mismo, el tipo de servicio que se presta y hasta el nivel de necesidad que la persona tiene sobre dicho bien o servicio.

En la Avenida 2 Lora del centro de la ciudad de Mérida, se asentó un mercado informal de alimentos, especialmente víveres, verduras y hortalizas que vienen de los páramos merideños. Los productos tienen precios en bolívares (pero solo aceptan en efectivo), pesos colombianos y por supuesto dólares, estos alimentos son vendidos al aire libre, sin ningún tipo de control sanitario y expuestos a la luz del sol y a la contaminación por basureros gigantes al lado de los puestos de venta.

Todas las transacciones son en efectivo, no hay puntos de venta y los precios, a diferencia de los comercios formales, son 20% más económicos. Esto no es sino un espejismo, pues las personas tienen que hacer largas colas para poder sacar efectivo de los bancos, el retiro de efectivo es poco más de dos dólares al día, que no alcanza ni para comprar un cartón de huevos que cuesta alrededor de tres dólares, sin contar con la exposición a enfermedades por la falta de salubridad de este mercado al aire libre.

Uno de los incentivos que tienen los productores para comerciar en pesos colombianos y dólares es que todos los insumos para poder sembrar y mantener las cosechas son importados desde Colombia y son pagados en divisas. Esto tiene dos causas: falta de competencia, y nulo acceso a materiales e insumos para la producción. Como consecuencia, los precios son altos y se mantienen por expectativas de inflación pues la estructura de costos tiene un fuerte componente en divisas.

Contrabando: Un negocio redondo

Debido a la escasez de bienes, especialmente productos alimenticios, comerciantes informales emprenden un viaje hasta El Puerto, estado Táchira, pueblo fronterizo con Colombia donde se adquieren productos con precios que, al mayor, están 30% más costosos que en el centro de Cúcuta, desde luego el pago es en pesos colombianos. A esto debe añadirse el costo de traslado (fleteo) que por lo general es alto, debido a la alta demanda de las personas por ir a comprar a este lugar. Y lo que no debe faltar, la ganancia del comerciante que en promedio ronda 35% sobre el precio, es decir:

Si un producto en Cúcuta cuesta 10.000 (USD $ 3,005) pesos colombianos, en Mérida el precio al por menor puede alcanzar los 17.000 pesos (USD $ 5,00) casi tres salarios mínimos. La situación es mucho más extrema en las ciudades y pueblos del estado Táchira, el bolívar no es aceptado, el pago en pesos colombianos es extendido y más intenso conforme más cerca de la frontera se esté.

Una de las razones por las cuales no se aceptan pagos electrónicos en el estado Táchira es que producto de los constantes apagones en esta región la infraestructura de telecomunicaciones se ha deteriorado al punto de estar inservibles, aunado a la falta de mantenimiento e inversión y el robo de equipos, pero el comercio en pesos y dólares florece dejando en evidencia la ausencia de Estado en la economía venezolana.

Frontera cerrada: Pago de vacunas en las trochas

El comercio sigue, inclusive es más intenso y caro. Las personas igual viajan a la frontera a buscar alimentos, medicamentos y cualquier otra cosa que necesiten, al estar cerrados los pasos oficiales por los puentes internacionales, los venezolanos cruzan a Cúcuta a través de trochas y, en el camino de estas, hay grupos armados irregulares que se lucran del paso de comerciantes y particulares cobrando vacunas para permitir la salida de mercancías de Colombia a Venezuela.

Las cantidades a pagar son muy variadas y básicamente son determinadas por el peso, volumen y tipo de mercancía.

Aquellos que no pueden pagar, se ven obligados a dejar sus productos a estos grupos irregulares para poder continuar el camino. Esta realidad también aplica para aquellas personas que van a migrar. Todas deben pagar vacunas para poder llegar a tiempo a su destino. Lo que se paga en vacuna, impacta directamente en la estructura de costos de los productos.

Precios atados: Una cadena al peso colombiano

El pago en divisas de bienes y servicios hacen en primer lugar que los precios sean excesivamente caros, impagables para muchos. Por otra parte, florecen mercados negros de todo tipo, pues no hay “escasez”, los productos se pueden conseguir, pero a precios exagerados que sobrepasan los costos internacionales. Además, hace dependiente a las personas de los choques en la economía colombiana, que se trasladan automáticamente a la estructura de precios de los productos que son importados desde Cúcuta.

Exigimos al Estado venezolano respetar los derechos económicos, sociales y culturales de las personas migrantes que se encuentran en estado de vulnerabilidad, especialmente las mujeres, niñas y niños que huyen del país por no contar con las condiciones de acceso a los derechos a la salud, la alimentación y la educación.

El Estado venezolano tiene que garantizar que los cruces fronterizos sean seguros y debe ejercer control sobre los funcionarios públicos que las administran para evitar el abuso de autoridad y corrupción, así como también crear lazos de cooperación con las agencias de Naciones Unidas, organizaciones internacionales e instituciones colombianas para que se garanticen los derechos a la identidad, la salud y el libre tránsito de las personas migrantes venezolanas.