Miércoles, 12 de mayo, 2021
Villafranca, Luis

La feminización de la pobreza, pese a ser una expresión que data de los años 70, no ha perdido vigencia aún cuando se han registrado ligeros avances en materia de igualdad de género. Siendo en las mujeres donde recae el sufrimiento causado por la desigualdad, la disparidad de ingresos, los estereotipos y la creciente brecha social


La feminización de la pobreza se ha convertido en un fenómeno progresivo que impacta negativamente a todas las regiones. Obligando a millones de mujeres a enfrentarse a procesos discriminatorios, así como también a innumerables brechas en el ámbito social, económico, judicial y cultural, dejándolas expuestas ante el acelerado empobrecimiento. En relación ello, la Organización de Naciones Unidas (ONU) estimaba que la tasa de pobreza entre las mujeres disminuyera el 2,7% entre 2019 y 2021, no obstante, debido a la pandemia por COVID-19 y sus consecuencias, se proyecta un aumento del 9,1%. Esto conlleva a que por cada 100 hombres de 25 a 34 años de edad que viven en pobreza extrema (con 1,90 dólares americanos o menos por día), habrá 118 mujeres. Ante este panorama, se espera que la brecha aumente a 121 mujeres por cada 100 hombres antes del 2030.

Si bien es un fenómeno que se remonta en décadas atrás, en la actualidad se acentuó por el realce de las labores domesticas no remuneradas, el trabajo en el comercio informal, la brecha en relación al salario devengado por los hombres y la remuneración distinta por una misma labor. Además, esta problemática más allá de afectar directamente a mujeres y niñas por su alto grado de vulnerabilidad, también obstaculiza el desarrollo de la sociedad y el progreso económico a nivel mundial. Por ende, la situación se torna más compleja ante la inexistencia de políticas públicas gubernamentales que tenga como eje transversal la igualdad y la no discriminación hacia las mujeres.

La creciente exclusión contra las mujeres se ha caracterizado por ser una de las causas, y a la vez consecuencia de la desigualdad que conlleva a la pobreza. Es así como la pobreza incide de manera directa en la brecha de género, convirtiéndose en un problema que necesariamente tiene que ser abordado. Esto, en vista de que a lo largo y ancho del mundo se ha instaurado un sistema patriarcal que impulsa las divergencias económicas, sociales y culturales que repercuten en la miseria. Tanto así que cada vez más se les dificulta a las mujeres acceder a bienes y servicios en algunos países. Llegando, en ocasiones, a tener que solicitar el consentimiento a su padre, hermano o marido para realizar una transacción bancaria.

Al no poder la mujer acceder oportunamente a un sistema educativo también genera pobreza y acentúa las brechas existentes. De esa manera las crisis sociales, económicas y políticas reflejan las desigualdades que intensifican la precariedad en este extracto. Un ejemplo claro de ello son las consecuencias producto de la pandemia por COVID-19 que ha impedido que muchas mujeres puedan acceder a un trabajo digno. De hecho, la ONU ha expresado su preocupación tras la posibilidad de que al menos 96 millones de personas caigan en la pobreza extrema, de las cuales 47 millones serán mujeres y niñas.

La feminización de la pobreza y su escalada en Venezuela

En Venezuela la escalada de la feminización de la pobreza ha ocasionado que las mujeres y niñas se encuentren más propensas al empobrecimiento. Reflejándose en uno de los estudios publicados en 2020 por la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) donde señalan el surgimiento de cambios demográficos producto de la migración. Por lo tanto, en los hogares venezolanos la feminización de la jefatura familiar se ubica en un 60%. Así que, al convertirse en hogares unipersonales, la participación de las mujeres en el ámbito laboral se reduce significativamente.

La decadente infraestructura del sector público y el alto costo de los estudios en los institutos privados han limitado que las mujeres y niñas puedan acceder a un sistema educativo de calidad. Venezuela no saldó su deuda con la sociedad al registrar una tasa de 73% de asistencia escolar en los hombres y 77% en las mujeres en edades comprendidas entre 15 y 17 años. Comúnmente, el 40% de las niñas que no asisten constantemente al colegio responde a la carencia de servicios indispensables como agua potable, electricidad, alimentación y transporte público.

En el ámbito laboral los cargos de alta o media calificación están ocupados en 34,4%  por mujeres frente a un 14,9 de los hombres. No obstante, esto lejos de significar una cifra positiva, pasa a ser otra consecuencia de la insuficiente remuneración. Con respecto a los empleadores, solo 3 de cada 10 son mujeres, situación que preocupa al igual que ese 45% de mujeres que no cuentan con un empleo formal, comparado con el 60% de los hombres que sí cuentan con un empleo relativamente estable.

Hay situaciones que solo afectan a las mujeres por el solo hecho de ser mujer. En el caso de la salud y los derechos sexuales y reproductivos, el acceso a servicios y a insumos se ve truncado por la pérdida del poder adquisitivo. Contexto que conlleva a la imposibilidad de realizar una adecuada higiene menstrual, alimentarse balanceadamente o adquirir libremente métodos anticonceptivos que, al sumarle la escasez tanto en farmacias como en hospitales,  pudiera ser el detonante de embarazos no deseados.

Articulación para acabar con la feminización de la pobreza

Erradicar la feminización de la pobreza no es un trabajo que se hace de un día para otro, todo lo contrario, requiere de una sólida articulación que incluya a todos los sectores. Por ello, la ciudadanía, las organizaciones civiles, las empresas y los gobiernos, deben trazar una línea de acción orientada a eliminar o a minimizar los impactos de la pobreza en las mujeres y niñas. Todo eso pasa por la consolidación de cambios estructurales que permitan que las mujeres y hombres tengan acceso a empleos iguales devengando una misma remuneración.

Resulta pertinente una redistribución de las tareas domesticas, de manera tal que las mujeres puedan sentirse libres de adentrase en el ámbito académico, profesional o laboral. Eso sí, sin dejar atrás el empoderamiento femenino que es vital para que las mujeres logren tener una verdadera autonomía económica. Siendo necesario que tengan acceso a los conocimientos y habilidades que les permitan  identificar sus derechos y hacerlos valer en cualquier escenario. No obstante, si bien la ciudadanía, las organizaciones civiles y las empresas juegan un rol fundamental, los gobiernos deben impulsar nuevas políticas públicas o reformar las existentes, procurando que estas tengan como eje transversal los derechos de las mujeres y niñas.

Imagen cortesía de Meridith Kohut

Fuentes consultadas:

Amnistía Internacional. (2020). La pobreza tiene género. Recuperado de: https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/la-pobreza-tienegenero/#:~:text=Seg%C3%BAn%20Naciones%20Unidas%2C%20el%2070,en%20condiciones%20de%20extrema%20pobreza. [Consultado: 11 de mayo de 2021]

Centro de Justicia y Paz (CEPAZ). (2020). Encovi 2020: ¿Cómo estamos las mujeres? Recuperado de: https://cepaz.org/noticias/foro-encovi-2020-como-estamos-las-mujeres/ [Consultado: 11 de mayo de 2021]

Organización de Naciones Unidas (ONU). (2020). La pandemia de COVID-19 ampliará la brecha de pobreza entre mujeres y hombres. Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2020/09/1479872  [Consultado: 11 de mayo de 2021]