Lunes, 11 de junio, 2018

Las autoridades chinas enviaron a la esposa de Lee Tae-won, Jeong-hwa, y a su hijo de regreso a Corea del Norte el 17 de noviembre de 2017, debido a que huyeron de su país natal de forma clandestina. Al haber salido de su país de origen sin permiso legal —lo que en Corea del Norte constituye un delito contra el Estado— se enfrentaba a una condena a cadena perpetua en uno de los campos penitenciarios para presos políticos del país


La alegría de Lee Tae-won por poder charlar con su esposa Koo Jeong-hwa pronto se tornó en desesperación. La conversación telefónica que la pareja mantuvo el 4 de noviembre del año pasado terminó abruptamente cuando la policía china detuvo a Jeong-hwa y su hijo de cuatro años Ji-hoon* en Shenyang (China).

Tae-won, de 29 años, tiene buenos motivos para estar asustado. La esperanza de que su esposa y su hijo se reunieran pronto con él en Corea del Sur para empezar una nueva vida se desvaneció.

Dos semanas después de llegar a China, Jeong-hwa, de 24 años, se enfrentaba a la perspectiva real de ser devuelta a Corea del Norte. Al haber salido de su país de origen sin permiso legal —lo que en Corea del Norte constituye un delito contra el Estado— se enfrentaba a una condena a cadena perpetua en uno de los campos penitenciarios para presos políticos del país, conocidos por el trabajo forzoso y la tortura.

Y lo que es más terrible, el pequeño Ji-hoon, de cuatro años, también corría peligro de ser enviado al campo penitenciario con su madre, en aplicación de la “culpabilidad por asociación”.

La última llamada telefónica

“Mi esposa me llamó una última vez para decirme que se la estaba llevando la policía. Ése fue el último contacto que tuve con mi familia allí”, contó Tae-won a Amnistía la semana pasada desde su casa en Cheonan (Corea del Sur). “Apenas pude hacer nada para impedir que los enviaran de regreso a Corea del Norte.”

Tae-won había emprendido en 2015 el peligroso viaje a Corea del Sur. Lo angustiaba tener que dejar a su esposa y su hijo atrás, en el Norte. Ahora está asentado en Corea del Sur y trabaja para una conocida empresa de electrónica.

“Sin mi familia me sentía muy solo. Echaba muchísimo de menos a mi esposa y mi hijo. Le pedí que se reuniesen conmigo, pero a ella le daba demasiado miedo salir de Corea del Norte. Trabajé mucho y ahorré para pagar a un intermediario que me ayudara a traer a mi familia”, recordó Tae-won.

A mediados de octubre de 2017, Jeong-hwa emprendió con su hijo el mismo viaje peligroso para reunirse con su esposo. Un intermediario los ayudó a cruzar la frontera china y llegar a una ciudad llamada Yanji.

Cuando Jeong-hwa llegó en China, la pareja pudo hablar libremente por teléfono por primera vez en más de dos años.

“Nos echábamos tanto de menos que pasábamos un mínimo de cinco horas al día hablando por videollamada. Cuando vi de nuevo los rostros de mi esposa y mi hijo quise que se reuniesen conmigo cuanto antes”, dijo Tae-won.

Durante las dos semanas que Jeong-hwa estuvo en Yanji, la pareja hablaba a diario y hacía planes para su futuro juntos en Corea del Sur. Estaban ansiosos por verse pronto, pero la policía aprehendió a Jeong-hwa y su hijo un día que viajaron a Shenyang, una gran ciudad cercana situada más al interior.

Las autoridades chinas enviaron a Jeong-hwa y a su hijo de regreso a Corea del Norte el 17 de noviembre de 2017. Los recluyeron e interrogaron en Sinuiju, ciudad fronteriza chino-coreana, hasta principios de diciembre. Luego los trasladaron a un centro de detención en Hoeryeong, su ciudad natal.

Ji-hoon fue enviado con su abuela al cabo de 20 días porque el centro de detención declaró no poder hacerse cargo de él. El niño tenía síntomas de congelación en las manos y los pies. Jeong-hwa permaneció recluida, y seguía corriendo el peligro de ser enviada a un campo penitenciario para presos políticos.

Pero Tae-won no se dio por vencido en su lucha por liberar a su amada. Puso la situación desesperada en conocimiento de medios de comunicación y embajadas de Seúl. También se puso en contacto con Amnistía.

“Contamos a los medios de comunicación y la embajada lo que le había pasado a mi familia. Supimos que hay organizaciones internacionales que pueden ayudarnos”, explicó Tae-won.

Poco después, simpatizantes de Amnistía de todo el mundo comenzaron a exigir a las autoridades norcoreanas que liberasen a Jeong-hwa. Pese a la presión internacional, transcurrieron varios meses sin noticias.

El 1 de marzo se abrió un inusual atisbo de esperanza cuando Jeong-hwa fue puesta en libertad tras pasar tres meses recluida. Se desconoce el motivo de su puesta en libertad, pero Tae-won cree que la presión internacional fue un factor importante.

Alivio

“Estoy tan aliviado de que mi esposa haya sido puesta en libertad. Fue una sorpresa para mis amistades”, dijo Tae-won. “Al régimen norcoreano le importa mucho su reputación. Es una dictadura, pero no existe ella sola en el mundo. Creo que la presión internacional ayudó.”

Tae-won sigue preocupado por el futuro. Su esposa y su hijo ya no viven en el apartamento donde vivían antes, sino junto con la madre de ella, en condiciones de hacinamiento.

“Algunas amistades me contaron que mi esposa sufre desnutrición porque durante el tiempo que estuvo recluida no recibía suficiente comida. Mi hijo ni siquiera reconoció la cara de su madre [cuando regresó]. Lo están pasando mal y yo ni siquiera puedo ayudarlos.”

Esas dos semanas del pasado octubre en que la pareja podía conversar libremente parecen ahora un recuerdo lejano. La comunicación con su esposa se ha vuelto prácticamente imposible. Corea del Note, con sus duras restricciones a la comunicación con el mundo exterior, continúa siendo uno de los países más aislados del mundo. La amplia mayoría de la población no tiene acceso legal a Internet ni a servicios de telefonía móvil internacional.

“He perdido el contacto con mi esposa. Estoy muy preocupado por mi familia y mis amistades. Sé que los Servicios de Inteligencia los castigarían si los atrapan hablando conmigo por teléfono. Los enviarían a un campo de trabajo o un campo penitenciario para presos políticos.”

La esperanza depositada en las conversaciones con Estados Unidos

Tae-won batalla contra la ansiedad y la soledad, pero aún alberga la esperanza de que las conversaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos traigan un futuro más luminoso.

“Tengo grandes expectativas con respecto a la cumbre entre Corea del Norte y Estados Unidos. Espero que ambos dirigentes accedan a abandonar las armas nucleares. Espero que sea una oportunidad para mejorar la vida de los norcoreanos.”

“Si las conversaciones son fructíferas, quizá podríamos visitar libremente el Norte y el Sur. Podría reunirme con mi familia. No he abandonado mi sueño de volver a ver pronto a mi esposa y a mi hijo.”

*Ji-hoon es un pseudónimo.