Martes, 11 de diciembre, 2018

El proyecto Libélula, de seguir adelante, representará una gigantesca capitulación respecto de los derechos humanos y de los principios sobre la inteligencia artificial de la propia empresa. La búsqueda de ganancias en China dañará de forma irreparable la confianza en Google de las personas usuarias de Internet y posibilitará que se cometan abusos contra los derechos humanos


El director ejecutivo de Google Sundar Pichai comparecerá hoy ante el Congreso de Estados Unidos para defender a su empresa de las acusaciones de parcialidad política. Google está acusada de amañar los resultados de su motor de búsqueda en perjuicio de los conservadores estadounidenses, por lo que cabe esperar que el interrogatorio de Pichai esté centrado en las operaciones de la empresa en Estados Unidos. No obstante, dadas algunas de las actividades actuales de Google más allá de las fronteras de este país, sería aconsejable que los legisladores de Washington ampliasen el ámbito de su investigación.

En agosto, The Intercept publicó unos documentos internos filtrados en los que se detallan los planes de Google de lanzar una versión de su motor de búsqueda en China. Con el nombre en clave de Dragonfly (proyecto Libélula), el buscador cumplirá las normas sobre censura en Internet de China —que se cuentan entre las más represivas del mundo— identificando y filtrando automáticamente los sitios web bloqueados en China e “incluyendo en una lista negra las búsquedas delicadas”.

Esta lista negra —según informes, elaborada por la propia Google— incluye los términos “derechos humanos”, “protesta estudiantil” y “Premio Nobel”, así como frases que implican una crítica al presidente chino Xi Jinping.

El motor de búsqueda también vincularía las búsquedas de las personas usuarias a su número de teléfono personal, lo que facilitará a las autoridades la identificación de personas concretas. Por tanto, existe el riesgo real de que Google sea cómplice de ayudar al gobierno chino a detener o encarcelar a personas sólo por expresar pacíficamente sus opiniones en Internet.

Cambio radical

Quizá la Comisión de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes estadounidense quiera preguntar por qué Google ha dado marcha atrás respecto de su decisión de 2010 de salir de China. En aquel momento, la empresa anunció que había “decidido que ya no estamos dispuestos a seguir censurando nuestros resultados en Google.cn”, citando ciberataques a cuentas de Gmail de activistas chinos de derechos humanos y los intentos del gobierno chino de “limitar aún más la libertad de expresión en la red”.

No cabe explicar el aparente cambio de opinión de Google con la suavización de la actitud del gobierno chino hacia la censura en Internet y la vigilancia en los ocho años transcurridos, pues no ha habido tal cambio. Si Google ha decido ahora cambiar de postura, debe manifestarlo públicamente. El señor Pichai debe ofrecer también una explicación clara de cómo cree la empresa que casa el proyecto Libélula con la responsabilidad de Google, en virtud de las normas internacionales, de respetar los derechos humanos en cualquier lugar del mundo en el que opere.

Puede que el Congreso desee preguntar también al señor Pichai cuándo leyó por última vez el Código de conducta del propio Google, que promete promover los derechos a la intimidad y a la libertad de expresión de las personas usuarias en todo el mundo. En junio, Google publicó un conjunto de “principios sobre la inteligencia artificial”, en el que la empresa promete no crear “tecnologías contrarias a los principios ampliamente aceptados del derecho internacional y los derechos humanos”. También se compromete, por medio de la Iniciativa de Red Global de la industria, a ejercer la diligencia debida en materia de derechos al entrar en mercados o desarrollar nuevos servicios.

Lanzar un motor de búsqueda censurado en China vaciará de contenido estas promesas. No sorprende, pues, que numerosas personas de la plantilla de Google se hayan sublevado contra el proyecto Libélula. El mes pasado, cientos de miembros del personal firmaron una carta abierta contra el proyecto, coincidiendo con las protestas organizadas por Amnistía frente a las oficinas de Google en todo el mundo.

Mientras tanto, Pichai y sus colegas ejecutivos guardan silencio. En los únicos comentarios públicos que ha hecho sobre el tema por el momento, Pichai dijo que es “importante que exploremos” el mercado de Internet chino, añadiendo que el motor de búsqueda censurado cubriría “bastante más del 99% de las consultas”.

Pero el 1% de consultas que Pichai parece encantado de censurar es fundamental. Para saber lo que está en juego, veamos lo que está pasando en la Región Autónoma Uigur del Sin-kiang, en el noroeste de China. Aquí el gobierno chino está llevando a cabo una campaña de internamiento masivo que afecta a hasta un millón de miembros de los grupos étnicos uigur, kazajo y otros de mayoría musulmana.

Las autoridades chinas afirman que están haciendo esto para combatir el “extremismo”, pero se está encarcelando a personas por cosas tan nimias como tener un familiar en otro país o haber usado una vez un sitio web extranjero. Según personas que han estado bajo custodia, las palizas, la tortura, el hacinamiento y el adoctrinamiento político son habituales. No hay asistencia letrada para las personas detenidas ni se facilita documentación alguna.

Medios de comunicación y grupos de derechos humanos internacionales han producido un buen número de informes detallados sobre las condiciones imperantes en la región en los últimos meses, pero Amnistía Internacional no ha podido encontrar ni uno solo de ellos con los motores de búsqueda nacionales chinos. La Libélula de Google no tendría más alternativa que reproducir este silencio sancionado por el Estado sobre el terrible trato que reciben las minorías étnicas.

Censura

Si Google acata la censura china, se limitará a mostrar un flujo constante de artículos publicados por medios de comunicación estatales que exponen el “sabio y benevolente liderazgo” del Estado. Será cómplice de difundir el discurso del gobierno de que está combatiendo el “terrorismo” y promoviendo la “solidaridad étnica”.

En otras palabras, Google será cómplice del gobierno chino de silenciar a las víctimas de esta campaña. Libélula reforzará y agravará casi con seguridad la persecución y la discriminación de las minorías étnicas y de la comunidad musulmana en China. ¿Cómo puede ser compatible esto con el compromiso de Google de “evitar crear o reforzar una parcialidad injusta”?

El proyecto Libélula, de seguir adelante, representará una gigantesca capitulación respecto de los derechos humanos y de los principios sobre la inteligencia artificial de la propia empresa. La búsqueda de ganancias en China dañará de forma irreparable la confianza en Google de las personas usuarias de Internet y posibilitará que se cometan abusos contra los derechos humanos.

El señor Pichai debe responder algunas preguntas importantes.