Domingo, 19 de agosto, 2018
goudet, moraima

El aprendizaje sobre civismo, debe empezar desde los niveles iniciales en la escuela, enseñando a los niños la importancia de cumplir con los deberes ciudadanos, observar las leyes, respetar el derecho de los demás y contribuir en general, al funcionamiento correcto de la sociedad


El salón de clases es el lugar idóneo para "vivir" y entender claramente el significado de conceptos como derechos humanos, así como el rol del individuo, de las mayorías y minorías en un espacio colectivo, las nociones de liderazgo y responsabilidad, y el valor de la participación como mecanismo de expresión individual en un contexto social.

Si queremos avanzar hacia sociedades más justas y equitativas, es fundamental fortalecer en las nuevas generaciones el arraigo de valores y la cultura cívica.

De allí la importancia de impulsar la educación en valores y ciudadanía en las distintas etapas educativas, para fomentar comportamientos y actitudes deseables por parte de los individuos, y prevenir conductas y hábitos considerados como indeseables por la sociedad.

La meta debe ser formar ciudadanos correctos, informados y conscientes sobre sus derechos y deberes en la sociedad, capaces de pensar críticamente y discernir sobre los distintos temas que influyen en su entorno.

En el contexto internacional, se viene analizando con interés la influencia e impacto que pueden tener en el desempeño ciudadano de la colectividad, los programas de educación cívica y ciudadana implementados en el sistema escolar.

Desde 1999 se lleva a cabo el Estudio Internacional sobre Educación Cívica y Ciudadanía (ICCS por sus siglas en inglés), auspiciado por la Asociación Internacional para la Evaluación de Indicadores Educativos (IEA), con sede en Bélgica.

Es un estudio comparativo a gran escala que evalúa competencias y actitudes cívicas en jóvenes, y se realizó en 24 países, en estudiantes con edad promedio de 13 años, indagando sobre sus niveles de preparación para asumir su rol como ciudadanos, basándose en la medición de conocimientos sobre la sociedad e instituciones, principios cívicos y democráticos, derechos humanos, identidad, y evaluando disposiciones y actitudes hacia la participación y cooperación.

De acuerdo a las premisas que sustentan el estudio, la educación cívica es clave para formar el modelo de ciudadano que reclama la sociedad contemporánea.

Por su parte, según los resultados del Estudio del año 2015, los países con mejores índices son aquellos donde existe un programa coherente y consolidado de educación cívica, que abarca todas las etapas, con énfasis en la formación tanto de estudiantes como en la preparación de docentes especializados.

La lista de países con mejor desempeño es encabezada por Suecia, China, Dinamarca, Noruega y Finlandia. En América Latina, los países con índice más alto fueron Chile y Colombia, seguidos por México, aunque ninguno de ellos supera la media de todos los países estudiados. 

La educación cívica en las distintas etapas

Está visto que no hay mejor espacio que el aula de clases para que el individuo no sólo aprenda sino que además “viva” el significado de las palabras convivencia, tolerancia, igualdad, diversidad e inclusión.

Del mismo modo, la escuela es el lugar idóneo para entender claramente el significado de conceptos como derechos humanos, así como el rol del individuo, de las mayorías y minorías en un espacio colectivo, las nociones de liderazgo y responsabilidad, y el valor de la participación como mecanismo de expresión individual en un contexto social.

Desde las primeras etapas, civismo, dignidad, responsabilidad, tolerancia y ética, son conceptos que es posible aprender y entender, y que es necesario enseñar tanto en el hogar como en la escuela.

El aprendizaje sobre civismo, empieza desde los niveles iniciales en la escuela cuando se enseña a los niños la importancia de cumplir con los deberes ciudadanos, observar las leyes, respetar el derecho de los demás y contribuir en general, al funcionamiento correcto de la sociedad.

De igual manera, es importante introducir tempranamente la enseñanza de nociones como dignidad y humanidad, para que los niños puedan entender más adelante los significados de ética y tolerancia, y comprender las interrelaciones entre estos conceptos.

Estas ideas básicas sobre civismo y valores ciudadanos deben quedar bien asentadas en las primeras etapas de la educación, de manera que en las subsiguientes resulte más sencillo enseñar conceptos más complejos, como el de ciudadanía, justicia, equidad, legalidad, institucionalidad y derechos humanos, por citar algunos.

Lo cierto es que, en la etapa secundaria, los jóvenes ya deberían estar en capacidad de aprender y entender conceptos fundamentales sobre el orden y funcionamiento de la sociedad y el rol del individuo dentro de la misma.

La comprensión de temas como democracia, equidad social, resolución pacífica de conflictos, estado de derecho y derechos humanos por parte de los jóvenes estudiantes de bachillerato debería ser una línea obligatoria dentro del curriculum educativo de esta etapa.

Los distintos temas deben ser abordados con contenidos y metodologías adaptados a las condiciones de aprendizaje de cada etapa y considerando la transversalidad: cualquier asignatura o materia pueden ser compatibles y brindar oportunidades para enseñar sobre valores y ciudadanía, no obstante pueden abordarse en el marco de un programa específico de formación cívica.

Lo más importante, es que la educación en valores y ciudadanía sea tomada en serio, y que no se asuma como una asignatura o lección de segundo orden, sino que se le otorgue la debida importancia en la formación del ciudadano modelo que aspiramos tener en nuestras sociedades.

 

Imagen:Ingo Joseph, en www.Pexels.com