Martes, 19 de abril, 2022
petraglia, Enza

Los y las menores ven como algo normal que su pareja (15 años) les revisen el teléfono, conozca las contraseñas de sus redes sociales e incluso accedan a ellas. Todas estas conductas violentas, estereotipos y micromachismos, vienen dados en mayor medida por la influencia de las redes sociales a las que los y las jóvenes están sometidos


Enza Petraglia

Subgerente de Enlace y Activismo de Amnistía Internacional

 

Existen estereotipos sexistas en los que creen los niños y niñas, y las concepciones que tienen con relación a las relaciones afectivas y su actitud frente a ellas, lo que puede sin duda incidir en iniciar relaciones violentas en el noviazgo.

A los 12 años los y las adolescentes empiezan a utilizar redes sociales como medio de comunicación (herramienta que aumenta la violencia de género) y comienzan a tener relaciones afectivas (de pareja).

La violencia no se relaciona con la edad, el estado civil, la riqueza o posición social, todos podemos ser víctimas de violencia, que ya provienen de cualquier sector social (Rojas, 2008)

Las conductas violentas en adolescentes y jóvenes constituyen un problema social actual que se encuentra en continuo aumento.

Se constata que el 80% de las mujeres jóvenes y el 75% de los varones, no relacionan la falta de amor con el maltrato y ambos sexos creen mayoritariamente que los hombres tienen dificultades para controlar su agresividad, atribuida a una cuestión hormonal. Además, entre un 15% y un 25% de las chicas piensan que sólo obtendrán felicidad, seguridad y protección si se encuentran en pareja (Carrión, 2010), lo que nos hace reflexionar sobre la existencia actual de estereotipos machistas, las creencias en las medias naranjas, las almas gemelas, los mitos de amor romántico....

Los y las menores ven como algo normal que su pareja (15 años) les revisen el teléfono, conozca las contraseñas de sus redes sociales e incluso accedan a ellas. Todas estas conductas violentas, estereotipos y micromachismos, vienen dados en mayor medida por la influencia de las redes sociales a las que los y las jóvenes están sometidos

Muchas personas soportan micromachismos como “por qué tienes de amigo/a a tu ex” en tus redes sociales, “con quién estás hablando”, “dame tu clave de Facebook”, “por qué estas conectado/a a esta hora”… En algunas ocasiones se pasa de un comportamiento controlador, a la ejecución de violencia virtual como humillaciones públicas (publicación de fotos humillantes de sus parejas o realizar comentarios que intentan ridiculizarla), y amenazas (“si me dejas, voy a publicar las fotos que tú y yo sabemos”). Además, cuando una relación termina, muchas veces se da acoso virtual, donde le mandan mensajes constantes a través de las redes sociales a pesar de que la otra persona no contesta, y seguir insistiendo de manera continuada

Todo esto se puede entender como una de las consecuencias de aquello que nos inculcan cuando somos pequeñas y pequeños, es decir, el concepto de “amor verdadero”, los celos como muestra de amor, entre otras características impuestas durante la adolescencia y la niñez. Muchas personas menores de edad soportan este control a través de las redes sociales sin ser conscientes de que son víctimas de violencia, realizada en muchas ocasiones durante las 24 horas del día.

Del mismo modo en que podemos afirmar que la sociedad ha avanzado al derribar unas cuantas desigualdades y barreras con el fin de lograr la igualdad de género, aún persisten las asimetrías más difíciles de superar.

El único camino para erradicar los estereotipos en las relaciones de pareja y rechazar o justificar la violencia psicológica entre los adolescentes es la sensibilización y educación en casa y en las aulas.

 El mayor nivel de riesgo está en las redes sociales. La ciber- violencia aumenta la capacidad de acorralar e intimidad a la víctima. Casi en el 70 por ciento de los casos de violencia de género entre menores está implicada la tecnología.

Como venimos repitiendo en los últimos años, la vida e identidad digital de las adolescentes y los adolescentes cada vez tiene más peso en su vida física. Esto tiene varias consecuencias. En primer lugar, normalizan usos de riesgo de las tecnologías (compartir información personal, localización, fotos...) que los ponen en situación de vulnerabilidad frente a nuevos tipos de violencia que tienen efectos en sus vidas físicas.

 Por otro lado, las redes permiten que la situación de violencia en la pareja no se condicione a la presencia física del agresor, sino que se puede ejercer a distancia y de forma mucho más constante en el tiempo, especialmente en la violencia de control. Además, dificultan cerrar una relación del todo o desvincularse del agresor, que puede seguir ejerciendo violencia online una vez se ha acabado la relación  (acoso, porno de venganza, etc.), normalmente con el objetivo de dañar su imagen en términos sexistas.

 En este sentido, es muy importante señalar el peso de las tecnologías como canal de celos, control, chantajes y humillaciones.

Como ocurre con otras formas de violencia, la respuesta del entorno ante un caso de violencia de género entre adolescentes determina en gran parte sus consecuencias. Creer y apoyar a las víctimas, protegerlas y dar herramientas adecuadas a los agresores son acciones determinantes para controlar los efectos de la violencia en una etapa vital tan trascendental como es la adolescencia.

Únete a la campaña de Amnistia Internacional Venezuela.

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Foto: Pixabay